Sergio nunca supo lo que era una verdadera familia, con la única persona que era “cercano” era su hermana, con su hermano no se toleraban y siempre sus pláticas terminaban en discusiónes sin sentido, su madre nunca le prestaba atención y ni hablar de su padre.
- ¡Mamá mira! ¡saque diez! - Un pequeño Sergio contento de sus buenas calificaciones, pues siempre se le exigía ser el mejor, no aceptaban comportamientos mediocres.
- Es tu obligación Sergio, no es para tanto. - Y esa siempre era la misma respuesta, conforme pasaban los años dejo de emocionarle sacar 10.
A sus amigos siempre les hacían una comida especial o les daban un premio ¿Por que a él no? eso siempre pasaba por la cabeza del pequeño Sergio.
Y eso solo era lo Académico, su casa era una verdadera farsa, enfrente de la gente fingiendo ser la mejor familia, tal vez sin dinero pero con tres hijos con un futuro prometedor.
- Sonrían niños - Esa maldita frase que atormentaba a Sergio cada que les tomaban una foto en la entrega de reconocimientos de alguno de los tres.
Eran la familia mas envidiada del barrio pero ¿A que costo? ¿A base de peleas todas la noches? ¿A agresiones verbales y físicas? ¿Eso era lo que se necesitaba para ser la familia “perfecta”?
Al ser el mas pequeño se esperaban que fuera el mas consentido, que gran error.
Era al que menos atención le ponían, por eso Sergio intentaba llamar su atención con las calificaciones, al ver que no servía se metió a los vicios y tampoco resulto.
- Deja de hacer estupideces Sergio, ya estas grande para ver por tu propia cuenta - Pero nunca nadie vio por Sergio, nadie se preocupo por él, a sus padres solo les importaba el dinero que él aportaba a la casa.
Todas las noches era la misma pelea, gritos, golpes, comentarios hirientes.
Estaba cansado, ya sabia como iban a acabar esas peleas, con un simple “perdón” y regresarían a la normalidad, pero el daño de las cosas hirientes que se decían permanecía ahí.
¿Que se supone que debía hacer? él solo podía encerrarse en el baño con sus audífonos y música en alto para no escuchar sus gritos.
Y ni hablar de los dias que su padre llegaba tomado a la casa, simplemente era un infierno.
Aun que habían algunas ocasiones donde se comportaban amable con él, eso lo hacía sentir culpable por juzgarlos constantemente.
Y así fue toda su niñez y parte de su adolescencia.
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