🍒 Capítulo II 🍒

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Quackity abrió sus ojos por un instante, tratando de entender dónde estaba o simplemente recordar cómo había llegado allí. Las imágenes de sus recuerdos se mezclaban con los fragmentos de su sueño. Fue entonces cuando entendió lo que sucedía: estaba nuevamente dentro de un sueño. Sus ojos miraban con cautela, consciente de la naturaleza efímera y caprichosa de su entorno.

Las luces parpadeantes y los sonidos distorsionados del paisaje onírico se intensificaron. Quackity miró sus manos, examinando la textura de la piel con una claridad surrealista. Una risa nerviosa se escapó de sus labios mientras se daba cuenta de que tenía el control sobre su propio sueño.

Decidió explorar una noche más este mundo de ensueño con una mezcla de asombro y curiosidad.

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Al siguiente día, por la mañana, me levanto con toda la intención de retomar mi trabajo. Sin embargo, me encuentro con una escena algo caótica: pinceles dispersos, lienzos revueltos y pequeñas manchas de pintura dan la evidencia sobre el porque me habría encontrado con un desorden inesperado esta mañana. Al observar más de cerca, descubro que las huellas están húmedas por la pintura fresca y también parecen pequeñas pisadas, las cuales revelan al culpable: la curiosa gata de mi vecino.

El recorrido que ha hecho dicha gatita ha dejado su marca en mi espacio creativo, y la evidencia de su exploración se extiende por todo el apartamento. Sin embargo, a pesar del desorden, no puedo evitar sonreír al imaginar las travesuras de la gata y cómo ha transformado mi lugar de trabajo en su propio territorio de juegos.

Busco con mi mirada por todos los rincones de casa en busca de la traviesa gatita. Cuando levanto mi mirada hacia la ventana, descubro a la traviesa gata; ella está al borde de mi ventana, preparándose para dar un salto audaz hacia el lado de mi vecino. Mis ojos se abren sorprendidos y, por un instante, la preocupación se apodera de mí. Sin embargo, con un ágil movimiento, la gata ejecuta su salto con gracia felina.

Por un momento, el susto se disuelve en alivio cuando veo a la gata aterrizar suavemente en su hogar. Observo cómo desaparece por la ventana, y aunque mi corazón aún late acelerado, una sonrisa se forma en mi rostro al saber que ha aterrizado sana y salva. Con un suspiro aliviado, me recuesto sobre el marco de la ventana y observo con gratitud cómo mi vecino acaricia con ternura a la gata. La ansiedad inicial se disuelve en un sentimiento de tranquilidad al ver que la audaz gata culminó su aventura de manera segura.

-Se ven adorables juntos. Me alegro que la gata no se haya lastimado. –

La escena, iluminada por la luz tenue de la mañana, refleja una armonía inesperada entre los dos hogares separados por la ventana. La gata, ahora cómoda en su entorno, disfruta de las caricias, y yo sonrío al ver tan agradable escenario. Me alejo de la ventana con una sonrisa y decido acomodar un poco el desorden que había dejado la gata curiosa al entrar en mi apartamento. Pinceles dispersos y lienzos revueltos son testigos de la breve visita que me han hecho. Mientras recojo con cuidado, no puedo evitar sentir un toque de gratitud por la ligereza que ha traído a mi día.

Después de restaurar cierto orden, me siento en mi zona de creatividad, enfocado en continuar mi obra. La paleta y los pinceles esperan pacientemente. Algo en mi interior me indica que debo avanzar con el color rojo. Cuando coloco un poco de pintura en la paleta, me sumerjo en recuerdos y emociones asociadas con este color. Cada pincelada con este tono transporta mi mente a momentos pasados, otorgándole a la obra una carga sentimental. Mientras continúo con mi trabajo, el desorden temporal y el incidente con la gata se desvanecen, dejando espacio para la creación y la conexión entre el arte y la memoria.

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Quizás este sueño vívido trataba de hacerle recordar la importancia del rojo en la vida de Quackity. En el corazón del callejón rojo, ocurría una historia singular que conecta a dos almas. Este rincón urbano, con sus muros de ladrillo envejecido y el murmullo distante de la ciudad, se convierte en el escenario de cómo se entrelazaron las vidas de los dos chicos.

Ese día, en el bullicioso barrio de la ciudad donde vivían ambos artistas, cuyos destinos se entrelazaron de una manera inesperada. Por la tarde soleada, el chico de cabello castaño estaba pegando carteles de "Gato Perdido" en un callejón cercano a su casa. Su querida gata, Ginger, había desaparecido misteriosamente días atrás, y él simplemente no podía dejar de buscarla.

Las paredes rojas del callejón estaban llenas de carteles de "gato perdido". De igual manera, con una expresión de preocupación en su rostro, el castaño continúa colocando carteles en la pared, buscando desesperadamente a su adorada compañera felina que ha desaparecido. Pero, a su derecha, se oye un suave maullido; está muy cerca de él.

El chico se gira y descubre a su gata, de pelaje suave y ojos brillantes, a su lado. Un gran alivio invade su rostro al ver a su amiga peluda sana y salva. La gata, buscando su atención, se frota cariñosamente contra sus piernas. La escena se transforma de la preocupación de la búsqueda a la alegría del reencuentro, con el chico abrazando amorosamente a su gata perdida y encontrada.

El chico castaño, aliviado por encontrar a su gata, se agacha para acariciarla, pero la peluda protagonista de la historia parece ignorar completamente su preocupación. La gata, realmente parecía despreocupada, mostraba cierta indiferencia ante toda la situación que había experimentado su dueño. Para la adorable gata no se había ido tan lejos de casa y que, en lugar de perderse, estaba deseosa de recibir afecto y caricias.

En ese momento, el chico se percató de que su vecino pelinegro, con una sonrisa cómplice, observa la escena a su lado. Quackity, su vecino, era quien había encontrado a la gata perdida y la había llevado de vuelta hasta las manos de su dueño.

-Ella es tu gata perdida ¿no? –

El castaño asintió con unas pocas lágrimas en los ojos y agradeció a Quackity por haber encontrado a Ginger. Como eran vecinos de la misma calle, Quackity había visto los carteles de "gato perdido" y había decidido ayudar en la búsqueda; con un poco de esfuerzo, logró encontrar a la gatita y la llevó hasta ese callejón para regresársela a su vecino.

-Te agradezco mucho lo que haz hecho por mí. Gracias por traer a Ginger de vuelta, estaba muy preocupado. –

-Me alegro que haya podido regresar a casa. –

Entre ambos chicos había una mezcla de alivio y entusiasmo, además de que compartían una sonrisa, disfrutando de la inesperada y amigable complicidad que había surgido entre ellos debido a la gata.

Justamente en ese callejón rojo fue donde se conocieron por primera vez.

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Me preguntó que habrá pasado después...

Behind The LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora