Capítulo 22

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Era la quinta llamada, tal vez la sexta

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Era la quinta llamada, tal vez la sexta. Lo cierto es que desde que llegó a su nuevo hogar su teléfono no había dejado de sonar. No hacía falta fijarse para saber de quien se trataba.

Stella ingresó a la casa sujetándose del brazo de León sin mediar palabra, y es qué no tenía mucho para decir cuando él se metió en la sala del hospital y no le permitió interrupciones.

"Nos vamos a casar ahora. La pastelería quedará cerrada y te vienes a vivir conmigo"

Stella abrió su boca lista para refutar sus órdenes, pero él fue más rápido con su cruda sinceridad "Estamos en guerra y no creo que unos pastelillos de fresa puedan combatir, haces lo que ordeno si quieres seguir viviendo"

¿Se supone que debería de haberle agradecido que trajera un juez a su habitación, firmaran una hoja, tuvieran dos testigos y finalmente casados? ¿Qué se supone que haría en esa casa viviendo con él?

—Quiero saber si estamos en cuarentena —alcanzó a decir mirando toda la casa equipada como para no salir de ella ni a tomar el sol.

—Si así quieres llamarlo.

Su voz sonaba distante, no como de costumbre, podía darse cuenta que desde que abandonaron el hospital la actitud de León había cambiado, más fría, imponiendo una fuerte distancia entre ambos que no sabía si al momento de fingir lograrían atravesarla.

—¿Y ahora qué pasará? —preguntó al llegar al sofá. Era cómodo, hogareño, una especie de cabaña con una amplia vegetación.

—Cenaremos para celebrar nuestro matrimonio.

—¿En serio?

—No —resopló dejando las llaves en la mesa —. Nos quedaremos aquí unos días, en cuanto se disperse la noticia de que estamos casados saldremos.

—No entiendo por qué estamos escondiéndonos —confesó —. Quiero decir, ¿No es mejor enfrentarlos de una vez a quien sea haya hecho esto? —se señaló el rostro.

León apretó sus dientes al notar sus marcas.

—Han sido los italianos. Creo que recuerdas muy bien el señor de anteojos. Ese con el que has bailado toda una noche.

Stella rodeó los ojos.

—Solo fue una canción.

No quería darle vueltas al asunto o ponerse a analizar el tono en el que le reclamó aquello.

—¿Qué tal si fue solo un asalto? O si fu—

La risa maquiavélica de León la hizo callarse. De pie frente a la mesa lo observó moverse por la sala, le resultaba una locura que ahora convivirían. Le parecía peor saber que estaban casados, que eso era lo único legal entre ambos.

—Es una guerra, Stella.

—¿Pero por qué? Por los túneles ¿cierto? —cuestionó —. Quieren quedarse con ellos y saben de la entrada por la pastelería —relató sorprendida, cayendo en cuenta de lo que estaba pasando —. No puede ser...van a sacarme mi negocio, no —llevó su mano temblorosa a sus labios.

Reputación macabra © (Markov IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora