Antagonista: Britney Diamonds [BORRADOR]

Capítulo 17

Capítulo 17: Citas secretas.

Britney Santos

Me quedo mirando fijamente el cepillo con mis cabellos enredados.

Han pasado tres días de mi matrimonio y mi secuestro, la luna de miel se pospuso para la semana que viene.

—Querida, este es un caso muy extraño, si usted hidrata su cabello correctamente con productos de primera calidad, no hay manera que sus hebras capilares estén tan quebradizas, lo único que puedo hacer por usted es recomendarle un dermatólogo tricologo.

Esas fueron las palabras del estilista, hoy tengo la cita con el médico a las dos de la tarde, pero antes tengo otra cita pendiente.

Con un suspiro me levanto de la cómoda y me miro en el espejo de cuerpo completo, llevo un pantalón de sastre beige con una camisa blanca, mi cabello está recogido en una trenza, y como siempre llevo zapatos altos, mi rejoj de platino, mi anillo de compromiso y mi alianza de matrimonio que Akon había dejado en mi mesita de noche.

Tomo mi bolso, la carpeta que no cabe en este y salgo de mi habitación.

—Señora —me intercepta una empleada de la mansión y me da un café.

—Gracias —respondo sin mirarle y pasando de largo.

Cuando salgo de la casa, ya mi Bugatti está parqueado al frente y Dylan en cuanto me ve, abre la puerta del conductor.

—Buenos días señora Santos —saluda y le ignoro cerrando la puerta de un tirón.

El simplemente gira sobre sus talones y va hacia la primera camioneta Mercedes Benz que está parqueado tras de mi.

Pongo el auto en marcha y veo por el retrovisor las tres camionetas que me siguen.

Los guardaespaldas.

Obviamente fueron contratados por Akon, estoy segura que no es para que cuiden de mi, si no para vigilarme, y el chivato mayor, que por cierto es Dylan, con quien tuve sexo el día de mi despedida de soltera, es el jefe de la guardia y quien le informará a Akon todos mis pasos, lo cual no es de mi conveniencia justo ahora.

Después de conducir tres horas una de las camionetas me bloquea el paso.

Irritada piso el freno, Dylan, igual de irritado se baja de la Mercedes y me toca la ventana.

—¿Se puede saber cuál es el destino de la señora? —inquiere molesto.

—Controla tu tono, bonito —le digo a la vez que bajo el vidrio—. No te olvides con quien estás hablando. 

—No se olvide usted que yo tengo que informarle todos sus movimientos al señor —me dice como si no lo supiera—. ¿Eso quiere?, que llame al señor Santos y le diga que su esposa lleva tres horas conduciendo sin rumbo alguno.