𝐎𝟐

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lucky son of a gun 

ㅤㅤÉL ME LLAMABA SEXUALMENTE ANORÉXICA porque nunca respondía a alguna de sus insinuaciones. En realidad yo no respondía a nada. Nada es estimulante o nací entumecida. Pero eso siempre estuvo bien para mí. Por lo menos las primeras veces, yo no sentía algo: dos dedos en mí igualan a dos dedos en la garganta, como si quisiera provocar el vómito. Así que no hay placer alguno. Kishibe me recuerda al verano. El verano sudoroso, pegajoso y caliente como la luz del sol, como el helado derretido en las manos, el sudor secado a lo crudo en la piel por falta de pañuelos o papel.

En verano los cuerpos son aburridos. Kishibe no se queda mucho tiempo en cama porque todo es tan asfixiante. Las sábanas son dolorosamente tibias, la ropa huele a sudor y el cuero cabelludo tiene que ser lavado regularmente. Él desaparece durante semanas cuando hay sol, porque siempre hay excusa para el sexo y huida.

—A mi mamá no le parece guapo Bob Dylan —comenté alguna vez echada en mi cama. No recuerdo su respuesta porque suelo recordar más las cosas que yo digo y no lo que otros dicen. Tampoco recuerdo de qué iba la conversación para terminar hablando de Bob Dylan. Solo sé que mi frente sudaba y él apartó los mechones que se pegaban con los dedos, de forma brusca, poco cuidadoso.

Kishibe no me gusta en el sentido romántico, me gusta en el sentido que, cada vez que habla, me siento en una película de tortura y me vuelve loca, pero no loca en un sentido eufórico, purpúreo y televisado, sino en el sentido francés no aprendido como quinta lengua, al estilo Possession: vomitando a los pies sagrados de yeso, golpeando mi cabeza repetidas veces contra la estatua de madera de un Cristo crucificado, hasta que se me rompen las venas de la ceja y la frente, y los ojos se vuelven negros o verdes, quizá algo de morado mientras se hincha como mi corazón dentro, como globo de agua en mis costillas. Me hace desear ser delgada, me enferma. Provoca que todos los líquidos salgan de mi cuerpo a la vez, vómito de bilis, lágrimas y orina, como una poesía beat, la cual él me llamaría beatnik solo para burlarse de mí y de mi libertad no sexual, y mi poco conocimiento sobre filosofía oriental.

A veces me hace menos por no ser tan inteligente como él, que ya ha viajado a cinco países distintos y ha vivido más años. Sabe más de cosas duras, de las cosas feas y rancias: la fragilidad de la juventud, lo desgastante del pasar de los años y de que, si alguna vez sonrió con suficiencia a los veinte años, fue porque definitivamente no sabía que acabaría siendo un alcohólico miserable —en el sentido de que, a pesar de todo, aún tiene una vena latiente y apegos malsanos— que le gusta enterrarse en mujeres para saciar su hambre de sexo como forma de llenar vacíos y le gusta ser tortuoso en cada ámbito de su vida para satisfacer su sed de sangre de demonios. Pan y vino. No lo sabe. No ha leído la Biblia. Podría ser profeta aunque ya no lea las letras pequeñas.

Yo soy como muchas otras. La primera vez que lo pillé con otra mujer, le dije que los hombres son brutos que fácilmente podrían no haber existido. Él solo tuvo una expresión indiferente, pero incluso si me golpeara hasta reventarme el labio y arreglarme los dientes, yo seguiría discutiendo que mi labial no es vino, sino es maroon sheen, su versión puritana de la depravación. Así que no tenía por qué mentir que el labial de su camisa era mío, pero yo pude haber fingido que la ropa que usaba aquella otra mujer no era mía, para ahorrarme la pena.

—Puedes serlo todo para mí, Kishibe.

Solo se lo dije una vez. Es algo tramposo porque, para Kishibe, yo no sería algo más especial que todas las chicas con las que ya se ha acostado. No soy la más joven ni la más madura. Es un término medio, olvidable.

Me cubría la cara con su palma. Tuve la sensación de cosquillas en las mejillas y manos, más una fría ventisca helada en los pies. De forma repentina, me empezaron a doler los fémures. Quería reír y llorar, pero no sabía cómo decidir qué hacer y qué no. No sabía cómo nombrar ese sentimiento. Gritar y quedarme en silencio, explotar y armarme yo sola porque es vergonzoso. La necesidad de patear algo —a él—, abofetear a alguien —«Él»—, morder su hombro para desquitarme, lamer los bultos que forman las venas en su cuello cada vez que echa la cabeza hacia atrás. La necesidad de besarlo y pedirle perdón aunque no haya nada qué perdonar; de recibir golpes en el estómago, de dejar que me apriete la garganta o yo apretar la tuya fingiendo que es alguien más —alguien más malo—. Las ganas de cometer, acuchillarse el ojo derecho, lamer su ojo izquierdo. Las ganas de dejarme moradas las rodillas, enterrar las uñas en mis senos, quitarme la piel de la nariz con un pelapapas, romperme el cráneo en la losa celeste de la bañera.

Adelante, adelante, adelante

¿Por qué no sigues adelante?

Estoy sola en esta carretera.

Estoy sola en esta carretera.

En una carretera solitaria.

¿Por qué no puedo seguir adelante?

Pon tus manos en mi cuello, ahórcame en el auto, hazme patalear.

Ya todos me han dicho que es malo, un hijo de puta, un sinvergüenza. 


 𓆤

⊰ 𝐍𝐎𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐔𝐓𝐎𝐑! ⊱

todo es bronca y dolor. en resumen: kishibe (Persona) + carreteras vacías (otra vez) + trauma bond + verano (no sé por qué me recuerda tanto al verano). aún no tengo nombre para el personaje que narra (y narrará) en algunos de estos escritos sin pulir.

¡ espero que les guste ! lqm <3 

𝐋𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄𝐑 ✶ KishibeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora