El tiempo es cruel

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Estaba devastado.

Maldito tiempo!
Maldito trabajo!
Maldita enfermedad!
Maldito el mismo!

¿Por que no pudo salir un fin de semana e ir a verlo?
Pudo despedirse de él si no fuera un maldito ambicioso!

Pero Charles no podía simplemente darse ese tipo de lujos.
No cuando había llegado tan lejos con todos aquellos sacrificios.
No cuando la gente se había burlado de él llamándolo soñador y tonto.
Humillándolo por su pasado, por decisiones que el no tomó.

-ya estamos aquí señor- le dijo su chofer.
El hombre le dirigió la mirada por el retrovisor.

Miro la funeraria a su lado.
Un cartelón le indicaba con letras negras y monótonas el nombre de quién a partido.

Leerlo hace que suelte algunas lágrimas.
Ya se ha desahogado en su casa, en el Jet antes de llegar.
Le duelen los ojos por el terrible tormento que siente y aún así no pude parar.

Alguien abre la puerta para él.
Charles agradece con un gesto de manos que es indigno y camino rumbo al lugar.

Dentro hay muchos rostros nuevos.
Gente vana que nunca se interesó por ellos.
En poca palabras hipócritas.

Vienen ahora a poder cotillar sobre su dolor, a observar con pena y fingir piedad.

Charles no necesita piedad.
No necesita de ninguna de ellas, no lo hizo antes.
¿Por que ahora si?

El salón es blanco y hay tantas flores del mismo color, casi vomita por el fuerte olor dentro.
Sus pasos vacilan cuando ve la terrible caja.

Hay más flores sobre ella.
Es de un color oscuro.

No se atreve a seguir caminando.

-¿quieres sentarte?- pregunta una voz suave, aquello no sabe por qué se siente también.
El no dice nada pero la otra persona lo está llevando lejos.
A la zona de cafetería.

Su nariz se frunce.
Huele a café barato.

-¿que tal un vaso de agua?- sigue preguntando.
El niega, no tomará ni comerá nada de ese lugar.
Siente como la persona que lo ha traído lejos se marcha de la habitación.

Alguien más a llegado y parece que el los tiene que recibir.
Le cuesta un par de minutos poder reponerse.

Mira sus zapatos una vez más antes de poder ponerse de pie.

-lo siento tanto Chars- el apodo lo hace ponerse tenso.
Mucho más cuando la persona frente a él le pasó los brazos.

-no quiero tu pésame Lando- se aparta de las manos del joven.

-Charles no tienes por qué enfrentar esto solo, recuerda que puedes llamarme- el monegasco se atreve a reír con saña.

-¿así como te llamaron los millones de Ricciardo?- le reprocha sin miedo a que los demás escuchen.
El joven se ve ofendido, pero a él poco le importa.
-no tienes ni una sala pizca de vergüenza al estar aquí presente- le espeta y aprieta con violencia su mandíbula.

Se aleja de ahí tan rápido como puede, tampoco quiere dar mucho de que hablar.
De nuevo está ahí frente al ataúd.

Esta vez sus pasos no vacilan mientras se acerca.
Y aunque su corazón esta ardiendo, el no se detiene.
Acaricia con suavidad el vidrio.

Su rostro está tranquilo.
Incluso puede jurar que ve una sonrisa en sus facciones, en su rostro.
Pero el era así.

John.

Su querido y Preciado hermano.
Charles vuelve a llorar sin poder contenerse.

Todo ha sido tan rápido, tan injusto.

Deseando que estés bien Donde viven las historias. Descúbrelo ahora