Epilogo

4 0 0
                                    

—Nunca te voy a perdonar por esto— dice Louise apartando la mirada.

Me acerco un poco y ella avanza más, alejándose de mí.

—Te odio— insiste.

—Ya, Lulu, no me hagas esto más difícil.

Me inclino a dejar un beso en sus labios, el cual acepta, pero se queda quieta aún mirándome.

—Es nuestro último día aquí, ambos estuvimos de acuerdo en aprovecharlo.

—Arrojándonos noventa metros al vacío. ¿Por qué propusiste esto si una vez caímos nueve y casi morimos?

Estoy algo ansioso, entre más nos acercamos en la fila, más siento la adrenalina desbordándome el cuerpo. Apenas y me puedo mantener quieto.

Pero cuando vimos el anuncio sobre esto, quisimos intentarlo, y aunque no nos parecía mala idea, apenas llegamos, creo que ver el vacío nos hizo recordar nuestro cumpleaños, incluso si no tenemos un recuerdo real de nosotros cayendo.

Subimos a la plataforma, y el sujeto encargado del bungee nos hace una seña para que nos acerquemos un poco más.

Me entrega unas cuerdas y me explica algo que no entiendo en lo absoluto, así que señalo a Louise, quien le explica que no hablo español. Se ve aún nerviosa, y su respiración está acelerada, pero al menos su cuerpo está en control, a mí me tiemblan las manos, y aún así creo que quiero hacerlo.

—Ponlo así— dice Lulu explicándome lo que ha dicho con su propio arnés—. Si queremos saltar juntos debes sostenerme, iremos amarrados de la misma cuerda, pero no te atrevas a soltarme o terminamos.

—Estoy demasiado aterrado como para soltarte— confieso.

—Esto es una estupidez.

—No voy a arrepentirme a menos que tú lo hagas— digo sincero.

Lulu se queda en silencio, y me mira con insistencia, pero sigue abrochando su chaleco como le han pedido. Luego simplemente niega, y me ofrece una sonrisa apretada.

—Para superar el miedo.

—Es una forma muy agresiva de superarlo.

Es el bungee mas alto de America según nos dijeron.

—No importa— dice tomando una respiración profunda, muerde sutilmente mi hombro, y noto como se le escapa una risita nerviosa antes de girarse al sujeto encargado.

Él asegura las cuerdas y revisa que nos hayamos puesto bien el arnés. Luego le dice algo a mi novia, y ella asiente acercándose a mí.

—Levántame— me pide.

Pasa sus brazos por mis hombros, y cuando lo hago, sus piernas se enroscan en mi cadera.

—No me sueltes— dice con voz temblorosa.

—Salten— dice el hombre en ingles.

Siento que Louise se aferra más a mí, y aunque me tiemblan las piernas, hago un esfuerzo por correr hacía el precipicio. Apenas llego al borde, cierro mis ojos, y escucho a Lulu gritar una palabrota que jamás había dicho antes.

MusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora