⛈ Capítulo 7. La venganza sabe a fresa.

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Odette no paraba de llorar.

Escondida en uno de los baños de la Universidad, lloraba de ira por lo que había sucedido. Sobre todo porque nunca se imaginó que ella en algún momento llegaría a creer algo que saliera de la boca de Logan.

A su lado, su amiga Tamara intentaba calmarla un poco.

Las lágrimas se escurrían de sus ojos como dos pequeñas cascadas y los mocos brotaban de su nariz mostrando una escena nada bonita. Tamara no se rendía en tranquilizarla aunque por más que lo intentara, nada parecía dar efecto. Aun así, la escuchaba en silencio, intentando descifrar las palabras que su amiga balbuceaba y sacando la pequeñas ramitas que aún estaban atrapadas en su cabello.

-Bebé, respira -le pidió-. Inhala hondo y exhala despacio, por favor. No me gusta verte así.

-Es... que es... mi culpa -lloriqueó.

-¿¡Por qué sería tu culpa?! El mono jugó sucio y ese Flemas es un imbécil.

Odette limpió sus ojos y miró a su amiga, quien abrió sus brazos para darle un poco de consuelo. Sin pensarlo dos veces, se refugió por unos segundos en ese abrazo y, sentir que no estaba sola en ese momento, por fin logró tranquilizarla.

Agradeció al cielo que tenía a Tamara.

-Dijiste "imbécil" -pronunció una vez que sus palabras volvían a ser entendibles.

A través del reflejo en el espejo, Tamara le sonrió.

-Soy consciente de ello y, antes de que me digas alguna otra cosa, esa no es una grosería en esta situación -aclaró-, es un hecho. Flemmings ni siquiera fingió mostrar interés en lo que te había pasado. A veces me pregunto cómo sigue siendo profesor, deberían haberlo despedido hace tiempo.

-Eso no es lo que importa ahora, Tammy -respondió, quitándole peso a la actitud que tomó su coordinador. Odette mojó su cara con el agua fría del lavabo para poder despejar un poco la mente. Era claro que el único culpable era el castaño cuyo nombre comenzaba por la letra L-. Ahora lo que verdaderamente importa es el cómo voy a devolverle el favorcito.

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Finalmente en su habitación, Odette vendaba su mano después de haberse aplicado una cremita mentolada para el ligero dolor que sentía en la muñeca. Al mirarse nuevamente en el espejo, agradeció que no se había rasguñado el rostro y que, por milagros del cielo, no sentía ningún otro tipo de dolor.

Después de todo, parece ser que su caída obtuvo un sólido 9 de 10.

La rubia analizó con más detenimiento su reflejo. Claramente, por más que intentara olvidarlo, toda su cara denotaba derrota y eso solo la hacía sentir peor y recordar que, técnicamente, había perdido en la primera etapa de este absurdo consurso.

-Basta ya -se regañó así misma-. Eres increíble, talentosa e inteligente. Tú eres la mejor -intentó animarse.

¿Por qué le costaba tanto creer en esas palabras en ese momento? ¿Acaso realmente se dejaría afectar por el jueguito ridículo e infantil de Lennox? ¿En serio se dejaría caer en depresión tan fácilmente? O... ¿Acaso era qué, encima de todo lo que ya le había pasado hoy día, también le vendría el periodo?

Ese pensamiento fugaz la obligó a tomar su celular y ver su calendario. Efectivamente, estaba cerca de la fecha, pero el dolor que repentinamente comenzó a sentir en su vientre, le avisó que era seguro que el sr. Andrés la visitaría más temprano.

-Malvado mono. Malvado estúpido mono -se quejó-. Ahora por su culpa tengo que lidiar con esto ahora.

Si de casualidad se preguntan qué tiene que ver una cosa con la otra, yo se los voy a explicar brevemente. Si bien es claro que todos los ciclos son diferentes, Odette había descubierto un patrón en el de ella y es que, cada vez que sentía una emoción muy intensa cerca de la fecha, ¡pum! Era de esperarse que se le iba a adelantar.

Todo es tu culpa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora