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«HWANG HYUNJIN»

El umbral crujió bajo mis dedos, y la puerta se abrió con un gemido siniestro. La oscuridad del interior me envolvió, como si las sombras mismas se retorcieran en bienvenida.

La silla que sostenía se deslizó de mis manos, estrellándose contra el suelo fuertemente por el peso de estas. El aire se volvió denso, cargado de una presencia que no podía ver pero que sentía en cada poro de mi piel...

Christopher yacía en el suelo, su figura retorcida. Sus ojos, antes llenos de vida, ahora eran pozos de desesperación. Se mordía el brazo con una ferocidad que desafiaba la cordura. La sangre manchaba sus labios, y su piel palidecía.

No pensé en si debía acercarme. No consideré si era seguro. Me arrodillé junto a él, ignorando el frío que se filtraba desde el suelo de madera.

Las venas en sus brazos y cuello parecían querer escapar de su piel. Se retorcían como serpientes atrapadas. El sudor perlaba su frente, y su respiración era un ronco jadeo.

La marca en su frente ardió con un fulgor rojo intenso. Era más grande, más amenazante. ¿Qué demonios le había sucedido?

—Vete —susurró Christopher, su voz un eco de agonía.

Ignoré su advertencia. Mis dedos temblorosos buscaron su rostro. Quería entender, quería ayudar.

Pero cuando intenté tocarlo, recibí una patada en el tobillo. Caí al suelo, aturdido. El dolor se mezcló con la urgencia de mi propósito.

Me incorporé, sosteniendo mi brazo adolorido. Christopher seguía allí, llorando silenciosamente. Sus lágrimas eran un lamento mudo, una súplica desgarradora.

No podía quedarme inmóvil. No podía ser testigo de su tormento sin intentar aliviarlo.

—¿Quién te hizo esto? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Sus ojos se encontraron con los míos. En su mirada, vi la verdad. Algo ancestral, algo prohibido.

La cruz en su frente brilló con una luz maligna. No era una herida común. Era un símbolo de poder oscuro, de pactos sellados en la penumbra.

Mis manos buscaron la fuente de su dolor. Recordé las enseñanzas de mi madre, obviamente sin haberlas practicado antes, es la primera vez que en mucho intentaré usar magia..

Con la última chispa de esperanza, invoqué la magia que habitaba en mí. No era suficiente, pero era todo lo que tenía.

Las lágrimas brotaban de los ojos de Christopher, un río de sufrimiento que amenazaba con ahogarlo. Su cuerpo se retorcía, víctima de un castigo inhumano, una tortura que parecía arrancarle el alma y desgarrar su esencia.

Una y otra vez, se mordía el mismo brazo, como si buscara liberarse de algo más allá de la carne. Las venas en sus brazos y cuello se marcaban, como si quisieran escapar de su piel. El sudor perlaba su frente, y su respiración era un jadeo desgarrador.

No había tiempo para pensar. Mi mente y corazón actuaron al unísono, impulsándome hacia él. Tomé su rostro entre mis manos, ignorando su resistencia. No permitiría que el dolor lo consumiera por completo.

No podía hacer milagros, pero.. debía intentarlo.

Las heridas en sus brazos, manos y cuello eran autoinfligidas. Pero la cruz en su frente... esa marca ardiente y maldita, ¿qué significaba?

Presioné mis manos en sus sienes, ignorando la quemazón que se extendía por mi piel. Cerré los ojos y visualicé una llama amarilla, una energía que había visto una vez en los recuerdos de mi madre.

Contando Las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora