IX

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JIMIN

Jungkook no hace un buen trabajo de mantenerse fuera de mi camino, porque al día siguiente, me lo encuentro de nuevo.

En realidad, encontrarme con él no es el término correcto, porque definitivamente lo encontré en casa de mamá y Doyun cuando voy a buscar el correo. Como no conozco a nadie que conduzca un Jeep Wrangler verde bosque, y no es el coche de mamá o de Doyun, tiene que ser Jungkook.

Después de todo, ese fue siempre su coche de elección.

Una teoría que sólo se confirma cuando me lo encuentro semidesnudo haciendo flexiones en medio del salón a las seis de la mañana.

No sé por qué supuse que se alojaría en un hotel, pero lo hice. Supuse que tendría que estar cerca del hospital por si el médico necesitaba hablar con él, o cerca del aeropuerto para volver a... ¿Todavía vive en Seúl?

¿Por qué me importa?

La cuestión es que el último lugar en el que esperaba que estuviera era aquí, y ahora que sé que lo está, estoy aún más molesto de lo que estaba ayer en el hospital.

—¿Qué mierda haces aquí? —gruño, yendo a la cocina y dejando de golpe el correo de ayer sobre la encimera.

Los músculos de su espalda se ondulan y flexionan bajo su piel mientras continúa con su entrenamiento. En esta ocasión puedo apreciar mejor los nuevos tatuajes en si brazo, el cual está prácticamente cubierto de tinta. Ni siquiera se molesta en mirarme cuando responde.

—Haciendo ejercicio.

—No me digas —contesto, con sarcasmo en mi tono—. ¿Quieres decirme por qué lo haces aquí?

Esta vez sí me mira. 

—¿Dónde más podría hacerlo?

—En el gimnasio. En tu hotel. El gimnasio de tu hotel —digo, insinuando.

Sus cejas se fruncen.

—¿Por qué iba a quedarme en un hotel?

—¿Por qué crees que puedes quedarte aquí? —Contesto, consternado—. No, espera. No respondas a eso. Por supuesto que no ves nada malo en ello, porque crees que puedes tomar todas las decisiones ahora que has vuelto.

Se levanta, pasa por delante de mí hasta la cocina y toma un vaso de agua del grifo. Me mira fijamente mientras se lo bebe, y odio fijarme en la forma en que su nuez de Adán se mueve cuando traga, o en las gotas de sudor que caen por su pecho y sus abdominales. 

Que siguen tan bien definidos y lamibles como siempre.

Mis ojos vuelven a su cara antes de que el impulso de lamer esas gotas saladas de su piel suba a la superficie. Pero, por supuesto, tiene una estúpida sonrisa en los labios, como si supiera que lo estaba mirando.

—No te vas a quedar aquí —continúo, irritado porque el cabrón todavía consigue desconcertarme después de todo este tiempo.

Una ceja oscura se arquea en señal de sorpresa, pero él sonríe. 

—¿De verdad? ¿Así es como va a ser esto?

Resoplo y suelto.

—Prefiero que te quedes conmigo en mi casa que aquí.

Se encoge de hombros. 

—Por mí está bien. Agarraré mi maleta y podemos irnos en un momento.

Mis ojos se abren de par en par, dándome cuenta de lo que acabo de decir. 

ʜᴇᴀᴅ ᴀʙᴏᴠᴇ ᴡᴀᴛᴇʀ ☾𖤓 ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora