7.

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—¡¿Qué mierda…?! —habló un recién despierto Haggis mientras se sobaba la cabeza, el alfa estaba rodeado de un sin fin de Omegas, la mayoría eran hermosas. El alfa estaba en medio de todas ellas, poco a poco se fue sentando en la cama mientras sus concubinas seguían durmiendo tranquilamente.

¿Había pasado toda la noche con esas mujeres? Era la primera vez que hacía eso, de verdad esa mujer loca lo dejó muy mal para hacer algo como esto. Sabía perfectamente que había bebido de más, por el dolor de cabeza lo sabía. El alfa se levantó poco a poco y logró ponerse de pie, estaba completamente desnudo.

Haggis bostezó, ya se había vestido por completo y ahora mismo iría a ver a su adorada esposa (que no dejaba que la tocase de ninguna forma). El alfa abrió la puerta de la habitación y salió.  De verdad, se había pasado de copas anoche, porque no recordaba como acabó ahí.  Haggis suspiró con pesadez, solo esperaba que Atenea no fuera tan celosa. Aunque lo negara; ella de verdad le gustaba; le gustaba todo de ella, su olor, su apariencia, su manera tan ruda de ser y de mandarlo a la mierda, sin duda era una Omega única.

El alfa llegó a la habitación de su Omega, antes de si quiera abrir la puerta, tocó tres veces, no quería que Atenea se enojara con él por ser tan descortés.

La Omega suspiró con pesadez, ella había estado toda la noche en vela, desde que vió a su hermana menor y lloró en sus brazos, no pudo conciliar el sueño, se sentía tan confundida ahora, por el momento, ni ella ó Artemisa tenían un plan de escape, por ahora, aguantar era la única elección aceptable (ó también la muerte).  La Omega pestañó, se levantó de la orilla de la cama, se acercó a la puerta y la abrió y sorpresa; ahí estaba ese sujeto de nuevo.

—¿Cómo dormiste? —le sonrió Haggis a su adorada esposa de cabellera dorada. Ella tan solo bufó, dió media vuelta y se lanzó sobre la cama, a decir verdad, dormir no sonaba tan malo ahora. Haggis la vió extrañado ¿Atenea no había dormido en toda la noche? ¿Y por qué tenía los ojos rojos? ¿Acaso fue por su culpa? ¿Por cómo la trató ayer?

—¿Y bien? ¿A qué me has traído aquí, grandote? —mascó Apolo, hoy en la mañana, fue despertado por un sujeto maloliente y enorme, que le dijo que se vistiera y saliera con él a tomar aire, aún era muy de mañana y hacía un poco de frío. Ese sujeto lo sacó del castillo y lo había traído al bosque —. ¿Vas a volver a violarme como anoche? ¿Y esta vez tal vez me matarás? —ahora que lo pensaba, estaban afuera del castillo de piedra, no habían guardias al rededor, era una perfecta oportunidad para escapar. Leónidas suspiró con pesadez, este Omega era peor que los que ya tenía, hablaba mucho, siempre se oponía a lo que quería hacerle, sin mencionar que, le gustaba —. ¡Oye! —habló el de cabellos largos —. ¿Te estoy hablando? —Leónidas comenzó a quitarse su armadura y a desnudarse enfrente de él, ya que, había un riachuelo enfrente de ellos.

—Dijiste que era un apestoso… —gruñó al ver cómo el Omega desviaba la vista de su cuerpo desnudo —. Así que… te he traído aquí, para que tú mismo me bañes, su majestad… —rió burlón al ver la mueca de disgusto que tenía el Omega en el rostro. El alfa desnudo se acercó a él, y tomó a Apolo por los hombros; haciendo que se exaltara —. Tú también, quítate la ropa… ya he visto tu delicia, así que… no tienes porque estar avergonzado… —sonrió con malicia, Apolo de inmediato se indignó y se avergonzó —. ¿Te quitas el vestido ó lo hago yo? —amenazó.

Apolo arrugó la frente. Aunque quería escapar, no podía hacerlo, no podía abandonar a Atenea así nada más, debía cuidar de ella.  El Omega comenzó a quitarse ese horrible vestido y a quedar igual de desnudo que ese sujeto. Leónidas se mordió el labio inferior, a decir verdad, ese Omega tenía la piel más hermosa que había podido ver en su vida.

—¡Oye! —gritó en cuanto sintió que ese sujeto lo había cargado sobre su hombro, no lo podía creer, el tipo lo cargó y después lo lanzó al río, para después meterse él también —. ¡¿Qué demonios te ocurre?! —le lanzó un poco de agua con sus manos, y ese sujeto en lugar de enfadarse, comenzó a reírse —. Idiota… —mascó. Haciendo que ese sujeto lo agarrara de la muñeca suavemente.

La reine qui a fini par être l'esclave du tyran.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora