iii. twins

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iii. mellizos

Septiembre dió paso a octubre a una velocidad tan rápida que alarmó a Aemma

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Septiembre dió paso a octubre a una velocidad tan rápida que alarmó a Aemma.

Y cuando el veinte de octubre llegó Aemma se declaró oficialmente harta de los diecisiete.

Le habían cantado el feliz cumpleaños a ella y a Aemmond tantas veces que se sentía un poco avergonzada de la atención. Claro que la había disfrutado porque sabía que duraría poco y que al día siguiente la mayoría se olvidaría de aquello.

—¿Qué se siente ser tan viejos? —preguntó Hilal, cuando estaban los seis en la sala común.

Daenerys soltó un pequeño "uh", como si Hilal hubiera dicho algo gravísimo.

—No sé como se siente ser viejo, Hil, pero lo que sí sé es que eres una enana —bromeó Aemmond, agarrando a Hilal y haciéndole cosquillas.

Aemma sonrió ante las carcajadas de su hermana menor y se preguntó hace cuánto sus hermanos no escuchaban una risa así de ella. Años, probablemente.

Aemma miró el rostro de sus hermanos. Daenerys tenía su típica mirada pícara y Ayse tenía una sonrisa calmada pero la cara de Aemmond reflejaba completamente lo opuesto. Aemma observó que intentaba sonreír pero no lo hacía muy bien, dado que su semblante reflejaba preocupación. 

Aemma dudó si preguntarle qué le pasaba o no. No necesitaba más preocupaciones de las que tenía (el estudio la estaba carcomiendo a tal punto que se ponía histérica con casi cualquier provocación), pero, al mismo tiempo, no quería dejar a su mellizo con todos los problemas. Luego se tranquilizó pensando que, si era algo grave, su hermano le diría pero, de nuevo, su cerebro salió con el pensamiento de que quizás no le contaría nada debido a su estrés con la escuela. Pero luego llegó la culpa. Si Aemmond estaba sufriendo o preocupado, Aemma también tenía que estarlo. Eran un equipo, ¿no?

—Aemmond —lo llamó Aemma—. ¿Sucede algo?

Su hermano la miró y recuperó su sonrisa.

—Para nada, Memi —respondió el platinado—. Nada que no podamos resolver.

Pero claramente era algo que no podían resolver. Al día siguiente llegó una carta de Thomas Malory en la cual los felicitaba por haber alcanzado la mayoría de edad y, por supuesto, para anunciarles que iban a ser más pobres de lo que ya eran.

Aemma ya se lo imaginaba. Cuando volvieran a Camelot, lady Rochford ya sabría de que habían decidido cobrar ellos la manutención de sus hermanas y no ella y se volvería loca. Probablemente los echaría de casa y tendrían que apurar los planes de mudarse, conseguir trabajo y aplazar el estudio.

—El segundo ser más lindo del universo llamando al ser más hermoso —alguien le chasqueó los dedos en su cara.

—¿Qué?

BLENDER, james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora