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Scott jugaba en la Nintendo Switch sentado en el sillón mientras Wallace lo observaba, hacía gestos curiosos como sacar la lengua o achinar los ojos para según concentrarse en la carrera ──era alguna de las versiones de Mario Kart, no se molestó en averiguar cuál de todas──.
Era divertido, el más alto no era tan fan pero podía entender por qué su compañero siempre se entusiasmaba cada que sacaban algún juego nuevo de sus franquicias favoritas.
Se fijó en los hombros del otro.
──Sabes, te está creciendo el cabello. ──Comentó por casualidad, cuando estuvo a punto de acariciar las puntas del mismo Scott pausó la Switch.
──¿E-en serio? ──Habló con nerviosismo. Dejó la consola a un lado y fue directo al baño para mirarse al espejo.──, ¿Tan mal estoy?
La cara de Wallace era un poema, hizo una mueca incapaz de procesar los últimos segundos.
──¿Cómo que mal? No dije eso.
──¿Y si necesito cortarlo? ──Se revisó el cuero cabelludo buscando tantas imperfecciones como fuera posibles.──, ¿Debería ir donde un peluquero? ──Empezó a jalarse algunas hebras, unas cuantas cayeron por error al recibir demasiada presión.
Antes de lastimarse aún más, su mano fue alejada y sujetada por su compañero de piso.
──¿Hay algún inconveniente con tu peinado?
──¿Inconveniente? ¡P-para nada! ──Quiso soltarse pero su contrario se lo impidió.
──Scott... Uh, tu cabello no tiene nada de malo, ¿sabes?
──¿Cómo estás tan seguro? Tu cabello siempre ha sido perfecto. ──Por más que ese cumplido le haya hecho sentir cierta satisfacción, renegó para enfocarse en la situación más importante.
──Te ves bien sin importar cómo lo tengas.
──P-pero, ¿y si lo tengo más largo de lo habitual? ¿O demasiado corto? ¿Me veré mal? No quiero repetir lo que pasó con E-En...
──No la nombres. ──Bajó la mirada.──, Mira, muchacho, no podemos hacer nada con ese amargo recuerdo. Sin embargo, podemos aprender. Este eres tú ahora, y créeme, sería imposible que te vieras mal aún si tienes el cabello largo, corto, tinturado, con lo que sea... No hay que dejarse hundir por ello.
──¿Y qué tal si tú...? ──No terminó su pregunta al presenciar cómo Wallace al seguir sujetando su mano la atrajo hacia sí para besarle los nudillos.
Sentía que iba a estallar, su cara se calentó en cuestión de segundos.
──Si crees que podría rebajarme al nivel de ella, estás muy equivocado. ──Acunó entre sus manos las de Scott e intercaló ligeros besos que dejaron un pequeño cosquilleo.──, Si quieres cambiar algo de tu cabello hazlo por ti, no porque pienses que yo tengo control sobre el mismo.
──Eso... Umm... ──Miró hacia un lado, no hallando las palabras precisas para comunicarse.──, Entonces, ¿no tengo que cortarme el cabello?
──Como quieras... Pero no lo jales, eso te hará daño.
──¿Será que si me rapo no tendré el mismo problema? ──Wallace lo soltó para darle un golpecito a Pilgrim en la frente con el dedo indice.──, Ow.
──Escúchame. Si me gusta o no es para menos, debe gustarte a ti. ¿Qué es lo que más te preocupa?
──... Dejar de gustarte.
Ciertamente, no esperaba aquella afirmación.
Rememoraba cómo Envy le arreglaba muy a menudo el cabello a Scott cuando salían para que quedara "decente", el que el castaño pareciera relacionar su atractivo con su peinado no sonaba tan extraño.
Más que extraño, era erróneo.
──No podrías dejar de gustarme aún si tuvieras una peluca.
──¿Y si...?
──Me gusta tu cabello cuando despiertas, cuando está despeinado por el viento, cuando está más arreglado... Porque es parte de ti, y no tienes ningún estilo malo, eres el mismo de siempre.
Antes de seguir, Scott juntó su frente con la ajena, cerrando fuerte los ojos en afán de no soltar ningún sollozo.
Apretaba los labios, poco dispuesto a romper el momento.
──Hasta siendo un bebé llorón, me gustas igual. ──Lo abrazó, acariciándolo finalmente.──, Puedes aceptarlo, ¿verdad?
──S-s-sí. ──Se estaba desmoronando.
──Ya, ya, no es para tanto, solo fui honesto.
Scott era tan complejo como la vida misma, se daba cuenta que algunas cosas de su pasado lo seguían persiguiendo como fantasmas, y si bien él prefería ignorarlas o minimizarlas, en un instante regresaban para llenarlo de inquietud.
Pero ahí estaba Wallace para charlar con él y para hacerle saber, que, por más obstáculos que tuvieran en frente se tenían el uno al otro.
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