El teatro estaba lleno, todo era un ir y venir de nervios disfrazados de niñas con tutús.En uno de los camerinos se estaba preparando la promesa del ballet, también conocida como Analiss Twain, decidida se pone unas mayas negras y mira desde el suelo hacia arriba hasta verse su rostro reflejado en el espejo, se mira, está segura, va ha hacer lo que hizo, hace y hará siempre. Ella es la mejor bailarina de la ciudad, y lo sabe, se retoca su melena rubia, que le llega por los hombros, y se hecha brillo rosa en los labios.Para ella era una noche de sábado más, ya casi se lo sabía de memoria,salía al escenario, mostraba todo su talento, y se llevaba la ovación del público. Su única duda era el color de las rosas del ramo que le daban al final de cada función.Pero es impresionante como uno no se imagina lo que el destino le tiene guardado.
-A por todas, sal ahí y demuéstrale al mundo lo que vales- Le dijo Analiss a su reflejo.
Y así fue,la magia de los movimientos de Analiss volvió a atacar aquella noche de verano,al terminar la actuación, una mujer gordita le dio un obsequio,esta vez no eran rosas,eran claveles,no eran tan bonitos, ni tenían ese color intenso que las rosas tenían,pero no pinchaban,y a Analiss no le gustaban las rosas,si,serían muy bonitas,pero pinchaban.
Analiss creyó que habían escogido esta flor por cambiar o porque no había rosas en la floristería,pero no solo era por eso,era una premonición que Dios le estaba mandando,pero ella no se dio cuenta y se dirigió al camerino para cambiarse,entró,se quitó sus mayas y una camisola que le llegaba por las rodillas y se puso unos vaqueros y una sudadera de su hermano,que le llegaba por el mismo nivel que la camisola.
Al volver a mirarse en el espejo,atrás de ella vio el reflejo de Mark Peter.