1. Un corazón en guerra

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Todo parecía zanjado, los últimos meses en la vida de Coriolanus Snow le habían hecho evolucionar de una manera insospechada, el ya no era el jóven entusiasta a inocente criado en el Capitolio y su odio hacia los distritos ya no tenía un origen clasista, sino la furia de un corazón roto marchitándose.

Las clases en la universidad del Capitolio comenzaban en dos semanas, y gracias a su hazañas en los décimos juegos del hambre sería uno de los privilegiados estudiantes de primero. Aquella mañana, Coriolanus se dirigía a Capitol Couture, Tigris le había reservado unas prendas con permiso de Fabricia, este año no servían las camisas remendadas ni los trajes heredados, su imagen debía estar acorde a la de un futuro mandatario, y todo iría directo a la cuenta de los Plinth.

—No esperaba verte aquí —Esa voz tan familiar le revolvió las tripas, Coriolanus alzó la vista— Podría decir lo mismo de tí, ¿no estabas recuperándote? —La jóven se arremangó los brazos y dejó ver un arcoiris de escamas— No todo tiene cura, querido.

Esa frase caló en Snow, sin duda su corazón tampoco tenía cura, aunque a diferencia de las picaduras de serpiente de Clemensia, este no era visible. —Vengo a que me hagan un par de vestidos que disimulen este horror —exclamó la jóven— Somos el futuro de Panem, no podemos permitirnos mostrar debilidad, tú lo sabes mejor que nadie.

Coriolanus y Clemensia se introdujeron en la tienda. Sobre el mostrador había tres trajes en fundas oscuras, cada una con el nombre de cada cliente. Tigris sentada en su mesa de costura al fondo de la tienda, escuchó el sonido de la puerta al cerrarse e inmediatamente se levantó a saludar. Mientras otra de las costureras tomaba medidas a Clemensia, Tigris cogió uno de los trajes del mostrador y acompañó a Coriolanus al probador. Desde que volvió del distrito 12 bien alimentado y habiendo pasado por su entrenamiento como guardia de la paz, todo le quedaba como un guante, aunque por dentro estaba roto, por fuera era perfecto.

—El rojo te sienta genial Coryo —Tigris le anudaba la corbata evitando mirarle a los ojos, hacía tiempo que la mirada de su primo le intimidaba

— Eso es porque tú has elegido las prendas Tigris, tienes mucho talento.

La mesa de costura de Tigris estaba llena de telas, botones y utensilios de costura, sin embargo Snow fijó su mirada en unos pedacitos de tela de colores que estaban en el borde de esta. —No sabía que ahora estaban de moda los vestidos multicolor —Tigris se arrodilló a tomarle el bajo del pantalón— ¡Oh, esas telas! Bueno, no están de moda, son... son sólo para un encargo, ya sabes, el cliente pide y nosotras hacemos. —La voz nerviosa de Tigris la estaba delatando, el encargo en el que estaba trabajando le traería recuerdos dolorosos a su primo.

Una vez más, el sonido de la puerta cerrándose alertó a Tigris —Clemensia, no sabía que vendrías hoy, que alegría verte, estás estupenda. Parece que esa extraña gripe te ha regalado una muy buena figura. —Se trataba de Fabricia, que al parecer, estaba volcada en el proyecto de renovación de armario de Clemensia— Y aquí tenemos al jóven de los Snow, dios santo me recuerdas tanto a tu padre —Coriolanus agradeció el cumplido con una media sonrisa y una mueca de orgullo, no recibía tantos elogios desde antes de los días oscuros.

Tras probarse un par de trajes más, Coriolanus estaba listo para irse, Tigris se despidió con un abrazo y comenzó a planchar las camisas que su primo se había probado —Clemensia ¿te vienes? — Su compañera parecía no escucharle, por lo que se acercó al biombo tras el cual le tomaban medidas, a cada paso que daba podía observar mejor la silueta de su amiga. Coriolanus, empezó a comprender a qué se refería Fabricia con los comentarios que le hizo a Clemensia. No podía apartar la vista de su contorno— He dicho que me marcho, quería saber si vas a venir.

La puerta se abrió esta vez de golpe —Si vas a venir... vas a venir... vas a venir...—Esta vez no fue una persona quien empujó la puerta de la tienda, si no un pájaro— vas a venir... vas a venir...

Inmediatamente Snow recordó la letra de "El árbol del ahorcado", el distrito 12, las noches en el quemador, el lago... Lucy Gray seguía presente y odiaba esa sensación. Inmediatamente Coriolanus espantó al pájaro y se fué corriendo a casa sin escuchar la respuesta de Clemensia.

No era común ver mutos en las calles del Capitolio, sin embargo la mezcla de sentimientos de aquel momento hizo que Coryo no se planteara qué hacía ahí ese pájaro. Aunque parecía que la lógica le había vencido al corazón, todavía quedaban muchos asaltos en esta lucha, una lucha que no se podía permitir. 

Pétalos de una rosa marchita (fanfic balada de pájaros cantores y serpientes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora