Capítulo 10

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Activar el protocolo de emergencia no era tan sencillo como se pudiera imaginar. No existía un botón que Yggdrasil pudiera apretar para convertir a Eikthyrnirmon en el Caballero del Amanecer todopoderoso en el que debía convertirse. No. Era un proceso lento de búsqueda personal durante el cual el alce debía encontrarse a sí mismo para desbloquear su yo interior, el mismo que había permanecido en letargo desde su nacimiento.

Al contrario que los Caballeros Reales, elegidos minuciosamente por la computadora host, el Programa Dawn Knights estaba diseñado para gestionarse libremente hasta desbloquear su máximo potencial por sí sólo. Sobre el alce recaía ahora la capacidad, futura, de dotar con sus mismas capacidades a aquellos que considerase aptos para acompañarle en su cometido... La total independencia y libre albedrío no sólo recrudecía su tarea, sino que convertiría su criterio en un arma decisiva. Era por ello que Shakamon quería someterle a un juicio para dictaminar su valía.

—¿Una prueba? —preguntó Eikthyrnirmon. Las barbas que caían de su morro temblaban levemente debido al cúmulo de nervios—. ¿Qué tipo de prueba?

A su espalda Ukomon se estremeció. El pelaje se le había erizado de la impresión... Temía que dicha prueba pusiera en riesgo la vida de su único amigo.

—Así es —reiteró la sacerdotisa.

Un silencio se asentó en la gran sala. Ni siquiera Quantumon dijo palabra alguna a pesar de todos los cálculos que su mente ya estaba procesando en aquella audiencia.

Eikthyrnirmon había crecido ajeno a su condición, por lo tanto estaba desprovisto de los conocimientos y adiestramientos necesarios que hubieran hecho de él quien estaba destinado a ser; ni siquiera habiendo recibido las enseñanzas impartidas por Cherrymon. En otras condiciones la propia Shakamon se hubiera ocupado de su tutela o la hubiera relegado a los propios Caballeros Reales. Fuera como fuere, se habría culminado con éxito el Programa Dawn Knights.

—¿En qué consistirá? —intervino Cho·Hakkaimon.

Pocos eran conocedores del afecto, transformado en devoción, que Shakamon sentía sobre el Mundo Digital. Por esa razón, de vez en cuando, imponía duras pruebas a la espera de encontrar a los digimon con las destrezas necesarias para enfrentarlas con éxito... ¿La recompensa? Dones celestiales suficientes para imponer las leyes de Yggdrasil en su reino.

Así fueron creados los Tres Grandes Ángeles.

—Deberá acudir a las Ruinas Codec, hogar de Baihumon. —La voz de la sacerdotisa se terció severa. Atrás quedaba su tono amigable—. Y sólo regresar con su aprobación habrá superado la prueba.

—Pero las Bestias Sagradas son criaturas neutrales. —Heidrunmon se exaltó al recordar las clases con MedievalDukemon—. Su imparcialidad supondrá una barrera inquebrantable. ¡Es una locura!

Shakamon se mantuvo recta ante su decisión. El objetivo de la prueba era acorde a la dificultad de la misma, mas era conocedora de las consecuencias que todos sufrirían si el alce fracasaba. No obstante, el desafío presentado esclarecería su valía en cualquier caso.

Rápidamente, Eikthyrnirmon buscó con la mirada al diablillo a medida que la inseguridad invadía todo su ser. Cuan aciago destino se había abierto ante él al acudir a la llamada de Baromon, mas por unos segundos se permitió el lujo de trasladar su mente a la monotonía del pasado, sin complicaciones ni dilemas trascendentales. ¿Acaso se habían equivocado con él?

—Yo le acompañaré en su travesía. —La cerda dio un paso al frente. Su rostro reflejaba dudas, quizás un atisbo de culpa, pero su ofrecimiento nacía de corazón—. Necesitará un poco de respaldo y puede que la potencia de mi maza, oink oink.

Digimon: Dawn KnightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora