Capítulo 12

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Antiguos ángeles, pecadores en su totalidad. Desde su caída a los infiernos, el deseo de los Demon Lords había sido siempre el de alzarse con el control del Mundo Digital e instaurar en él el mismo castigo al que ellos habían sido condenados, transformándolo en un sucedáneo del Dark Area. Así tendrían el poder absoluto, sin la hegemonía de GranDracmon.

A su regreso, el caótico Apocalipsis digital sirvió de una oportuna cortina de humo para pasar desapercibidos. No obstante, la sed de venganza del Demon Lord de la ira desencadenó una pronta y violenta reacción contra todos los digimon. La derrota sufrida en la Guerra Santa contra la Oscuridad había avivado su ansía de doblegar a quienes, a los ojos de Yggdrasil, eran dignos de habitar y disfrutar de los placeres que él podía ofrecerles.

 La derrota sufrida en la Guerra Santa contra la Oscuridad había avivado su ansía de doblegar a quienes, a los ojos de Yggdrasil, eran dignos de habitar y disfrutar de los placeres que él podía ofrecerles

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Digimon de nivel Definitivo y atributo Virus.

De nombre Demon, se trataba de una criatura demoníaca de aspecto monstruoso: cuernos afilados se elevaban de su cabeza a juego con los colmillos que sobresalían de su boca, armado con unas alas provistas de punzantes pinchos y unas garras que podían rallar el acero... Por último, la parte izquierda de su cuerpo estaba marcada por un tatuaje y provista de un aro oscuro y metálico que rodeaba su tobillo.

—Si Omegamon levantase la cabeza sentiría lástima de este presente.

Un silencio intimadamente se adueñó de la sala abovedada donde se encontraba, iluminada tenuemente por media docena de candelabros. Antaño, el tenebroso castillo de Demon perteneció al propio Yggdrasil, cuando su árbol no era más que una semilla que aún no había germinado. Ubicado en lo alto de la cordillera, la fortaleza de paredes doradas y torres que rozaban las nubes presidía el Mundo Digital. En su interior habitaban digimon pertenecientes a todas las familias, como el propio Lucemon... El primer ángel obedeció a su dios hasta que su fe en él fue quebrada y, cuando su juicio se nubló a causa de la oscuridad, arrastró a otros consigo. Así se originaron los siete pecados capitales: incontrolables, impredecibles, letales... Rápidamente su poder aumentó e intimidó al mismísimo Yggdrasil, quien astuto traspasó sus datos al único soporte que podía acogerlo, el Árbol Sagrado madurado, renunciando así a su forma física.

Bajo las órdenes de un líder sin meta alguna, los Demon Lord consumieron más de lo que necesitaban, más de lo podían mantener bajo control sin disciplina. Fue ahí que Demon vio su oportunidad de tomar el mando al darles una motivación a sus iguales: conquista. ¿Su primera acción? Apropiarse del palacio, el cual pintó a su gusto como si de un lienzo vacío se tratase, impregnándole de toda la ira que era capaz de irradiar. La estructura más temida durante años. Una base de operaciones estratégica que simbolizaba su causa... Por dicha razón, Omegamon eligió ese escenario para sellarles, convirtiéndolo en un triste mausoleo al que nadie se atrevía a entrar.

—Ese necio se sacrificó de forma heroica —espetó una voz afeminada con repugnancia—. Y, a pesar de ello, aquí estamos.

  Y, a pesar de ello, aquí estamos

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Digimon: Dawn KnightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora