Prologo

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Salem 1694.

El clima era frio, el cielo estaba totalmente nublado haciendo ver el ambiente sombrío, un fuerte viento azotaba las ventanas de las casas. Los campesinos corrían de un lugar a otro buscando refugio de la terrible lluvia que golpeaba los techos formando un estruendoso ruido, los vendedores se apresuraban en guardar su mercancía en lugares donde no se estropeen. Mientras que todo era muy revoltoso afuera, en una cabaña de un tamaño medio se encontraban dos mujeres disfrutando del acogedor clima.

Aunque a todo el pueblo de Salem les fastidie las fuertes lluvias, a ellas les encantaba tener otra excusa por la cual estar cerca la una de la otra. Recostadas en un sofá, mientras veían por la ventana las gotas que caían, se abrazaban para conservar el calor de sus cuerpos.

Eris una mujer de 28 años, vivía sola en esa cabaña un poco mas apartada de los demás, no conversaba mas de lo suficiente con las demás personas que vivían allí, no les agradaba mucho, sin embargo, no tenían pruebas como para acusarla de bruja, como acostumbraban a resolver los problemas en aquella época, como era de esperarse, por su propia paranoia tenían varias teorías de que sí lo fuera y digamos que no estaban nada equivocados ya que ella si practicaba las artes de la brujería, pero, no era algo por lo cual las brujas merezcan morir tan brutalmente. Este era un tema que le preocupaba tanto a ella como a su pareja, ya que ambas eran brujas con grandes conocimientos en esta área, claro que este era uno de sus muchos secretos ya que no era bien visto por la iglesia, por lo que inmediatamente las matarían.

Idalia, quien se encontraba en brazos de su novia, era una chica de 25 años, para conservar las apariencias tenia una pequeña cabaña un poco mas cerca del centro del pueblo, aunque casi nunca dormía allí, ya que siempre estaba en casa de Eris.

—Espero que nunca deje de llover. —Dijo mientras se acomodaba mejor en los brazos de Eris.

—Sabes que en algún momento se darán cuenta que nunca estas en casa. —Su voz sonó desanimada, mantenía sus caricias en la espalda de la contraria.

La menor soltó un suspiro. Sabia que ese momento llegaría, tarde o temprano las enjuiciarían por sus pecados, pero no quería pensarlo, prefería olvidarse de que lo que hacían estaba mas que prohibido, tanto sus practicas con la magia como su relación, las personas empezaban a sospechar que algo no estaba yendo bien, últimamente preguntaban con mas insistencia si no pensaba en casarse.

—Cuando llegue ese día —Se levanto un poco para poder ver directamente los oscuros ojos de su amada—, en lo único que voy a pensar será en lo feliz que me sentí a tu lado, incluso gritare a los cuatro vientos que nunca me arrepentiré de haberte amado como nunca tendrán idea. Eres lo mas importante que tengo, no planeo dejar que algo tan estúpido como son los mandatos de la iglesia nos separe. Prefiero arder en el infierno mientras estoy a tu lado, que compartir el cielo con esa tanda de hipócritas adoctrinados.

Eris se acerco a Idalia, tomo su rostro entre sus manos para luego decir.

—En ese caso, estaré encantada de morir a tu lado —Varias lágrimas brotaron de sus ojos—. Seguro el infierno será un lugar hermoso si tu estas ahí.

Idalia poso sus manos en su cintura acercando sus cuerpos aun mas, Eris tomo el impulso de acercar sus rostros fundiéndose en un cálido beso, sus lenguas danzaban a la par, no era una lucha por quien tomaba el control, siempre era una sincronía en sus besos, sus cuerpos encajaban a la perfección, como si hubieran nacido para estar juntas. Ambas se amaban con la misma pasión de la otra y eso lo sabían, era algo tan mágico, que incluso la muerte no les impediría estar unidas. Entre caricias y besos llego la noche, quedaron profundamente dormidas mientras que sus cuerpos entre sueños se buscaban.

La gran luna que se asomaba por la ventana, contemplaba el amor de ambas, le pareció algo tan especial que procuro bendecir su unión. A ambas las tomo como hijas y esa misma noche se los hizo saber. Lloraba débilmente al saber que muy pronto sus vidas acabarían a manos de los discípulos del odio y rencor, esos que no soportaban ver a alguien siendo feliz, segados por el miedo que les proporcionaba su propio dios, dañaban personas inocentes, esos peculiares hombres tenían una lista llena de deudas que algún día tendrán que saldar y sus oraciones no van a escuchar, por mas suplicas de perdón, ninguna será suficiente para su salvación.

Renati Per MortemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora