"Cuando el amor es merecedor permanecerá en el corazón de cada invención" -Autora.
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El viento rugía y el sol no salía, los pueblerinos corrían despavoridos por todos lados, cerrando ventanas y puertas lo más rápido que sus piernas les permitían. El reverendo junto a su esposa no sabían que decisión tomar todavía, sentía una gran presión y no solo eso, un profundo miedo que no lo dejaba moverse al pensar en empezar con el juicio de ambas brujas. Su esposa no hacía más que correr por toda la casa de un lado a otro buscando cualquier excusa para no estar cerca de él, le molestaba lo asustado que estaba, lo único que hacía según ella era contagiarle el miedo hacia las brujas de Salem.
Mientras que afuera todos corrían por el fuerte cambio de clima que había, puesto que hace tan solo unos minutos el clima era perfecto. Lo único que no los hizo caer en la locura fue el ambiente feliz, pero al momento que todo transcurría fue empeorando, un viento fuerte azotaba las viviendas de todos, el cielo era opaco al igual que una noche eterna, incluso en el aire se podía escuchar un cantar que los aterraba, sentían escalofríos al escuchar la dulce armonía de las jóvenes brujas que se encontraban adentradas en lo más profundo del bosque. Los campesinos no dieron más a su cobardía, sacaron antorchas y las prendieron, se dirigieron a la cabaña del Reverendo y enojados tocaban a su puerta insistentes.
-¡No más brujas!
Gritaban todos haciendo referencia a que no veían alguna acción por parte de él.
Exclamaban despavoridos que era el fin de todos si el no daba orden a la caza de ambas brujas. No había más que hacer, el sintiendo todo en su cuerpo temblar se levantó de su cómodo sofá y salió a la puerta de su casa. Todos se quedaron sumidos en silencio ante su presencia.
-¡Ciudadanos de Salem, a llegado la hora!-Gritó para todos, el alboroto volvió y todos detrás del Reverendo caminaron a la par, al igual que una marcha directa a la guerra.
Si seguimos el ruido del cantar mágico nos llevará hasta lo más oscuro del bosque, una gran hoguera brotaba grandes flamas de fuego ardiente que danzaba a la par de ambas brujas, sus vestidos de seda, livianos al igual que velo, sus cabellos desordenados por el fuerte viento y movimiento constante de ambas, bailaban al rededor de la gigante hoguera, cantaban una canción bastante profunda al igual que con sus voces hacían armonías al unísono y por ratos desorganizada. Espíritus se reunieron y veían con atención, de entre todos había uno muy poderoso, una diosa llamada Hekate.
Su atención tan centrada en ellas, podía sentir todo el poder que desprendía sus llamados a seres inciertos, pudo darse cuenta que suficiente fue el poder para que tantos seres les haya llamado la atención. Se acercó hacia ellas y con su profunda mirada pudo hallar lo que tanto buscaba, ellas eran todo lo que siempre imagino, decidida y con su sonrisa bailo sobre las llamas, el ruido de perros ladrando llegó, esto llamo la atención de los campesinos.
No podían evitar estar desechos del miedo al ver perros negros de un gran tamaño correr como locos por todo el bosque, sin duda estaban cerca de su gran objetivo, fueron guiados por las voces que cantaban. Idalia y Eris ya advertidas de la próxima llegada de sus futuros destructores no pudieron evitar soltar dolorosas lágrimas, sus miradas chocaron lo que parecería la última vez, corrieron hacia ellas y se unieron en un fuerte abrazo, sin embargo sus cantos no pararon, empezaron a tener un significado, un mísero significado, los animales lloraban su perdida, los espíritus no fueron indiferentes, cada uno tomo un lado del bosque, una familia, cada uno maldijo cada centímetro que Salem se expandiría, sobre todo a esas personas que se encontraban a tan solo unos metros de las amantes.
Sus manos pasaron por todo el cuerpo de la otra, plasmaban cada recuerdo que pudieran, su tacto, su olor, su magia y sobre todo su ser. Todo quedó en un profundo silencio, sus labios se unieron en un beso triste, algo que se sintió como un beso de despedida, se extrañaban estando al lado de la otra.
-No me quiero ir. -Dijo Idalia con sus ojos inundados de lágrimas, su voz sonaba entre cortada de tanto llorar, se le podía ver lo temblorosa que estaba.
Eris sintió una gran punzada de dolor en el pecho, lo que más le dolía no era morir, sino dejar lo más importante que tenía, sería capaz de todo para que estén a salvó, aunque sean esos sus últimos momentos de vida, lo haría especial, porque ella lo valía. La atrajo a su pecho mientras acariciaba su espalda como acostumbraba hacer.
-No pienso dejarte sola, amor mio. Destruiré todo por ti. -Soltó con tanta rabia al sentir que muy pronto le arrebatarían todo lo que tenía.
Idalia se aferró a su cintura al escuchar los pasos y gritos de los campesinos.
Fueron levantadas del suelo y separadas en contra de su voluntad, amarradas a una gran estaca de madera, cerca de su propia hoguera.
-¡Son condenadas ustedes, brujas, por pactos y trabajos con el maldito demonio, asquerosa es su existencia, una abominación demoníaca, están tan retorcidas que han ensuciado su pureza al practicar actos románticos entre ambas, impuras! -Les grito su testimonio. -¿Con que excusan su cometido?. -Y estás serían sus últimas palabras.
Eris por si sola desprendía fuego, si moriría de forma tan humillante soltaría una maldición de la que nunca se salvarían.
-¡Asquerosas abominaciones adoctrinadas, ustedes arruinaron nuestra vida, una vida que nunca serán capaces de merecer. Son tan ignorantes que nunca serán capaces de amar, nunca malditos infelices, su iglesia caerá y la vida de mi y de mis hermanas será vengada, renaceremos al igual que un fénix, ninguno de ustedes tienen salvación, morirán y sus almas se destruirán! -Casi desgarrando su garganta al utilizar todas sus fuerzas para que todos pudieran escuchar.
Con sus últimos alientos gritaron ambas al unisono.
-¡Et sic erit! -Cerraron el hechizo.
El reverendo dió la orden enfurecido, desplazaron la misma hoguera de modo que el fuego llegará a ellas. Para sorpresa de todos ni un solo grito salió de ellas, un completo silencio lleno el bosque, pero muy pronto el fuego calcinó sus cuerpos quedando solo en cenizas. Esa noche el pueblo fue víctima de pesadillas, enfermedades, dolores y torturas psicológicas. Para su mala suerte, ese solo era el inicio de su karma, este creado por Idalia y Eris, las brujas más poderosas que han habitado Salem.
La luna lloro esa noche, el fuego las protegió de su calor tortuoso para que no sintieran más que el dolor en sus corazones, los perros negros lloraron por una semana entera, los árboles se marchitaron completamente por lo que el invierno se adelantó demasiado pronto. Su cabaña, dónde la luna amaba espiar sus encuentros prohibidos, fue abandonada, nadie fue capas de acercarse ni de destruirla, quedó totalmente intacta. Muchos decían que al pasar por ahí se podían escuchar a ambas mujeres llorar.
Ahora sus almas se encontraban en brazos de la muerte, este las abrazaba pero así como las acogió tuvo que dejarlas ir, pues Hekate las reclamo para poder guiarlas por un largo camino en línea recta, en ese gran trayecto el dolor de ambas fue curando, pues estaban juntas todavía, cuando llegaron al final tuvieron que separarse con un gran abrazo, pero está vez no uno de despedida, este fue uno de saludo. Su historia hasta ahora empieza.
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Renati Per Mortem
RomanceSalem, una ciudad que históricamente es conocida por los juicios de brujas, además de ser dominada por la iglesia, es el lugar donde nacen dos brujas, Idalia y Eris, dos almas entrelazadas por el destino, se reencuentran en una vida nueva. Su amor y...