Sonic y Tails solían ser el reflejo de la pareja ideal y ejemplar de la isla. Las creencias son tan buenas como las peleas: Sonic cometió un error y todos saben de ello.
Parecía una fascinación tan real que Tails no se percató del momento en el que lo que parecía amor fue abandonado hace tiempo.
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Una avecilla golpeteó con su agudo pico la esquina superior derecha de la ventana en casa, la cual se hallaba semiabierta por un fisgón que atormentaba sus madrugadas. Un rayo de luz se filtró sin obstáculo en su camino hacia el rostro del vulpino que aún adormecía cubierto por las cálidas frazadas que cubrían su cintura, porque el inquilino azul se había arrastrado por la cama temprano antes de su despertar para ahorrar una dura conversación.
Tails se irguió por la sensación molesta de calor, sus ojos zafiro se iluminaron cuando notó el ave dejar su nido para recolectar más ramitas e instrumentos que pudiera encontrar para terminar su hogar.
—¿Sonic?
Giró hacia su costado y no vio al amigo de vida a su lado como era costumbre por el tipo de relación que habían formalizado con una sencilla pregunta que el interesado apenas si pudo interpretar de manera adecuada:
—"¿Quieres que hagamos maravillas esta noche? Quiero ponerte de cabeza, hacerte gritar, haré que ruegues que me detenga, ya compré lo necesario para que estas sean las mejores horas de tu vida, solo debes llevar tu cuerpo pequeño allá y deja que me encargue de todo lo demás, yo cuidaré de tus colitas".
Tails pensó que Sonic se refería a algo más emocionante que solo acudir al parque de diversiones que acababa de inaugurarse, el que terminó siendo una trampa de Eggman, y por ello fue grande su sorpresa y quizá desilusión. El menor acudió con entusiasmo por curiosidad, no porque esperara que no saliera caminando de ese lugar.
O eso le gustaba pensar.
La cuestión era que aquella proposición hizo que terminaran siendo la pareja que eran ahora.
Tails gateó sobre las cobijas desordenadas para abrir las ventanas de par en par y el céfiro jugara débilmente con su flequillo de tres puntas. El menor sonrió por el deleite que implicaba observar a la lejanía el mar que podría visitar sin problema en un par de minutos. Sticks solía arruinar su aprecio por la playa diciendo que todo sería lindo hasta que debieran correr por ayuda al refugio que ella construyó en caso de inundaciones.
Luego de dirigirse a la cocina de la casa para saber si Sonic fue considerado en algo, lo que encontró fue que la sección se encontraba tal y como la dejó anoche.
—Sonic es tan vago como para no agarrar una sartén... —renegó el menor prendiendo la hornilla para preparar su desayuno—, y freír un simple huevo. Siempre tiene que esperar a que yo haga todo —continuó con las manos en su cintura.
Abrió el ventanuco de madera oscura detrás de la cocina para que iluminara mejor su encimera y dejara ingresar la brisa refrescante. Tails abrió la refrigeradora y la escena en el interior parecía la ordinaria en la vida de una persona que solo guardaba una que otra botella ahí, pero no Tails Prower, él acababa de comprar los alimentos de toda una semana hace un día, y no quedaba nada.
El vulpino sacó el único plato de vidrio que contenía también lo único comestible: la mitad de un pan. Una nota blanca dejada en la puerta del congelador explicó mejor por qué Tails tendría otra discusión con su pareja:
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De oro y de nieve
FanfictionSonic y Tails solían ser el reflejo de la pareja ideal y ejemplar de la isla. Las creencias son tan buenas como las peleas: Sonic cometió un error y todos saben de ello. Parecía una fascinación tan real que Tails no se percató del momento en el que...