Capítulo 8.

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La guerra era para él una obligación, no quería estar allí y el hecho de que disfrutara pelear o volverse más fuerte no lo hacía disfrutarlo.

Tomar vidas en cada lucha por mera supervivencia y obligación no le alegraba en absoluto, fue abandonado en ese lugar después de todo.

El paramo estaba desolado, destruido y en llamas devoradoras que no tenían discriminación alguna para volver cenizas las materias orgánicas o inorgánicas.

"¡Crash!"

Una soca salió volando de allí cayendo varios metros lejos de su origen.

De un hueco un niño azabache salió de un salto, respiraba agitadamente mientras sostenía con fuerzas su brazo ensangrentado.

-Gané... -murmuró a duras penas mientras comenzaba a caminar.

Apenas tenía energía para seguir pero quedarse allí sería aceptar su inútil muerte y eso no lo haría.

Acababa de luchar contra un alto cargo de los héroes y eso era un logro que debía decírselo a esa mujer.

"Clap"

Pero la suerte algunas veces le recordaba lo asquerosamente desgraciado que era.

En frente suyo estaba Jin Toujou, el Dios de la guerra.

-Jojojo, ¿qué tenemos aquí? -murmuró aquel hombre entrecerrando sus ojos ante aquel pequeño descubrimiento- ¿No eres muy joven para la guerra, enano? -cuestionó con falsa diversión.

El mestizo simplemente no respondió, su cuerpo al instante se rodeó de energía carmesí rugiendo levemente ante la liberación de su poder.

Honestamente Jin no se esperó la resistencia tan buena que le dio un demonio de esa edad y en ese estado, había durado casi dos horas sin rendirse, bueno, al menos su cuerpo seguía avanzando hacia su persona de forma persistente por más que ya le había partido una pierna y una muñeca.

Ciertamente sería un peligro que alguien así madure.

-N...no me voy a rendir, ¡jamás! ¡jamás! -tas gritar aquello escupió una insana cantidad de sangre.

Sin dudarlo Jin lo tomó del pelo y lo estampó contra el duro suelo para posteriormente levantarlo a su altura.

Se estremeció al instante cuando su vista se conectó al rostro del demonio. Ojos rojos como la sangre con un profundo iris negro que le miraban determinado, seguro que no perdería incluso con la obvia desventajas.

Un poder bruto surgió nuevamente del cuerpo del mocoso a la vez que este sostenía el brazo con el que sus cabellos negros eran agarrados.

-"¿Qué es esto? ¿quién demonios es este niño?" -se preguntó más serio.

Fue tarde cuando sintió un pequeño pero poderoso golpe en su estómago que hizo doblar levemente su torso.

-Sueltame... héroe -murmuró el niño con un tono peligroso.

Jin creyó entonces que quizás le arrancó bruscamente el cabello al chico y que por eso ahora unos cuantos mechones se tiñeron de un rojo brillante.

No tardó mucho en darse cuenta que no era el caso.

.

Ciertamente intentó levantarse pero por primera vez en mucho tiempo simplemente no quiso, el aire acondicionado seguía encendido y sus frazadas le daban una calidez de la cual no quería apartarse.

Lamento carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora