IV

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Un dolor fuerte en mi cabeza me despierta a la vez un sonido un tanto molesto, no puedo moverme bien ya que siento algo en mi mano, algo tan familiar.

Abro y cierro mis ojos a la vez que siento como alguien pone una luz en mis ojos que hace que lo cierre de inmediato.

-Avril, ¿Cómo te sientes?-escucho aquella voz tan familiar, es la doctora. Williams- ¿Puedes hablar?-

Yo asiento aun con temor a hablar, pestañeo un par de veces para lograr ver todo mejor, recorro con la vista la habitación y fijo mi vista en la ventana, ahí están mis padres viéndome con una sonrisa, por sus caras veo que la preocupación es palpable.

Dirijo mi mirada en la doctora que suministra un medicamento por la vía.

-¿Qué hago aquí?-pregunto con una voz ronca y débil a la doctora, ella termina de poner el medicamento y me ve.

-Tal vez no lo recuerdas por el alto estrés y pánico que viviste, es normal. ¿Quieres que deje entrar a tus padres?-responde ella ignorando totalmente mi pregunta, solo asiento y ella se retira para dejar entrar a mis padres.

Mamá corre a abrazarme y papá solo se acerca a mi y da un apretón fuerte en mi pie.

-Mi niña, ¿cómo te sientes?-pregunta mamá a la misma vez que besa mi cabeza.

-Me duele la cabeza pero bien, ¿cómo llegué aquí?-pregunto, no recuerdo nada acerca de  que pasó.

-La doctora Williams solo nos dijo que un chico te trajo, tal parece ocurrió algo en el instituto más no sabemos que hija- responde papá mientras se sienta a mi lado y me abraza.-Hay un chico afuera, suponemos que él te trajo, no le preguntamos porque se fue un momento y recién llega.

Me siento aliviada al saber que al menos no fue mi final pero a la vez siento intriga quien fue la persona que me trajo, le pido a mamá que lo haga pasar y ella duda pero accede, sale de la habitación y regresa con cara confusa.

-No hay nadie ya cariño, supongo que se fue.

Estuve durante toda la tarde y por la noche me dejaron ir a casa para seguir con mi tratamiento. Aún sigo pensando quien habrá sido la persona que me salvó y es que solo quiero darle las gracias por hacerlo. Caminamos mi madre y yo por los pasillos para ir directo a la salida, papá ya nos espera en el auto.

La puerta principal cuenta con escalones y una rampa para personas con sillas de ruedas y discapacitados, son un total de 10 escalones, hasta eso ya tenia contado de tanta visita a este hospital. El hospital es grande, y claro, era un lujo estar en este hospital, conocí mucha gente mientras estuve aquí y era triste ver como unos salían bien y otros simplemente ya no salían. Aprendí a descifrar el rostro de las personas, no variaba mucho de una llena de angustia y una llena de tristeza, todos siempre tenían la esperanza de salir bien pero con las enfermedades era una ruleta, sabias que podrías ganar como también perder, al menos pude ganar pero ahora me toca otra vez tirar de esa ruleta.

Antes de bajar las escaleras vi como otra figura conocida iba a subir, era él y su cara reflejaba sorpresa, y es que nadie sabía de esto y a mi ver era mejor así ya que evitabas las caras de pena y sus falsas palabras de aliento. Me quedé estática en mi lugar mirando sus ojos, estaba nerviosa y no sabía que hacer, él por su parte sonrió a pesar de la sorpresa en su mirada, subió los escalones y llegó a mi, mi madre solo me miraba, estaba atenta a mi actuar y yo en el fondo esperaba que ella no dijera nada.

-Te espero en el auto, solo no tardes-dijo mi madre y siguió su camino sin dirigirse a Emmanuel en ningún momento.

-¿Estas bien?-preguntó ya cuando nos encontrábamos solos.

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