22 de junio de 2020
Respiro hondo antes de tocar dos veces la puerta del despacho de mi padre y esperar, no puedo estar segura pero creo que tiemblo ligeramente porque sé que mi comportamiento de hace dos días no quedará impune y que mi padre me llamara y pidiera verme es la señal inequívoca de que mi castigo se acerca.
Es por eso que traté de verme lo más decente posible esta mañana cuando salí de casa, con un top cían, una salla alta negra y tacones igualmente negros, el cabello recogido en una trenza de medio lado y el rostro libre de maquillaje extravagante, únicamente máscara para pestañas y corrector de ojeras.
— Entra —se escucha al otro lado de la puerta.
Una vez más respiro hondo y trago antes de entrar. Quizás debería comenzar a pensar más antes de actuar, no fue inteligente de mi parte hacer enfadar a Viktoriya cuando es evidente que ella sabe cómo envolver a mi padre, pero es que simplemente detesto ser hipócrita y no puedo sonreír y asentir a todo lo que dice una mujer que claramente me desprecia.
— Papá —es mi vago saludo, luego mi vista se dirige a su mujer, Gia, le sonrío pero mi sonrisa se borra cuando veo a Viktoriya—, mamá.
— Siéntate, Cynthia.
Suspiro y me siento en el sofá de dos plazas junto a Gia, lo más lejos posible de mis padres. Mi papá es quien suspira en esta ocasión, sirve tres vasos de whisky, le da uno a Viktoriya, se levanta y le da el otro a Gia. Gracias papi, de todas formas no quería. Muerdo el interior de mi mejilla para no decir nada al respecto y cruzo mis piernas a la espera del regaño.
Papá se sienta en la mesa de sequoia frente a mi, apoya sus codos en sus rodillas y le hace un gesto a Viktoriya con dos dedos para que ella se acerque. Me tenso en el momento en que ella se detiene justo a mi lado.
— Gia déjanos solos —pide papá sin apartar la vista de mí.
Casi que quiero llorar y rogar porque no se vaya, con Gia aquí sé que no serían lo suficiente severos, pero sin ella, tengo miedo de lo que me espera. Gia acata la orden sin rechistar, deja el vaso de lado y se levanta, me sonrie con condescendencia y sale del despacho, Viktoriya toma su lugar a mi lado y yo me aparto todo lo que me permite el brazo del sofá. Tenía que haberme sentado en uno de los individuales.
— ¿Sabes por qué te llamamos?
— Imagino que para reñirme como si tuviera la edad de Nate.
— Cynthia —el regaño de mi padre me hace cerrar la boca.
— No tienes la edad de Nathaniel —habla Viktoriya—, físicamente, después de todo lo que te haz dejado hacer es muy difícil que la tengas, pero mentalmente estoy muy segura de que tienes la edad de tu prima Alice, y ella tiene tres.
Cierro los puños a mis costados.
— No creo que tú seas la más propicia para hablar de lo que me dejo o no hacer, después de todo te acuestas con un hombre casado.
— ¿Yo me acuesto con un hombre casado?
— ¿Tienes el valor de negarmelo, madre?
— Al menos no soy una puta que se deja follar de todo el que se encuentra en la calle, si cobraras tendrías más decencia, Cynthia.
— Lo de cobrar por sexo te lo dejo a ti, ¿quién será más puta, yo que lo hago por placer o tú que lo haces por dinero?
Sé que la bofetada viene en 3... 2... para mi sorpresa mi padre la detiene antes de siquiera tocarme. A estas cosas me refiero cuando digo que no tengo filtro entre la mente y la boca, me hubiera ahorrado muchos golpes en mi vida si fuera así, quien sabe cuántas cosas más, pero es que cuando ella comienza atacarme simplemente me convierto en una persona irracional e irascible que no piensa o mide sus consecuencias y solo destila veneno. Al final soy yo la que acaba con la mejilla roja por los bofetones y, la verdad, nunca he tenido el valor de devolverle ninguno.
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El Dilema de Cynthia (Libro #2: Los Hermanos Ryder) ©
ChickLit«¿Qué hacer cuando lo que se quiere y lo que se debe hacer, no es lo mismo?» - Julio Cortázar