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La noche resultaba ser todo un éxito para la discoteca, ya que era la primera vez que abría sus puertas oficialmente y las promociones de bebidas y comidas habían atraído a una buena cantidad de público.

A pesar de haber bebido bastante gracias a las ofertas, el grupo de amigos disfrutaba al máximo en la pista de baile.

De repente, Darlan anunció a sus amigos que necesitaba ir al baño. Mientras se dirigía hacia allí, se preguntaba cuánto habrían bebido hasta ese momento para sentir una necesidad tan urgente.

Al llegar, notó que extrañamente no había nadie en el lugar, pero no le dio mucha importancia en ese momento; su única preocupación era no mojarse los pantalones. Se colocó frente a uno de los urinarios y dejó que su cuerpo se liberara, emitiendo un sonido de alivio que resonó en el baño, casi como un gemido de placer al vaciar su vejiga.

Escuchó la puerta del baño abrirse, permitiendo la entrada de alguien a quien no se molestó en mirar. Seguramente no lo conocía, y en ese momento íntimo, no le interesaba. Sintió cómo la persona se colocaba a su lado, lo que lo puso un poco nervioso.

¿Acaso esa persona no conocía la regla de oro en los baños públicos? Si hay dos urinarios libres, se debe dejar uno libre para que ambos estén cómodos y con suficiente espacio. Suspiró al darse cuenta de que su propia ocupación aún no había terminado, lo que le hizo sentir que el tiempo se prolongaba.

El sonido del sujeto a su lado lo sacó de sus pensamientos; el sonido de su orina era más intenso y pesado, por así decirlo. No pudo evitar que su mirada, con el mayor disimulo posible, se dirigiera hacia el origen del sonido, notando cómo de aquel grueso miembro salía un chorro de agua amarillenta.

Su mente se quedó bloqueada. Sabía que no debía mirar la intimidad de otro hombre sin su autorización, pero era una de las pocas veces que había visto un órgano de tal tamaño. Lo hacía sentirse diminuto en comparación; más que envidia, sentía celos, aunque no por las razones que se podrían sospechar a simple vista.

Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por el carraspeo del dueño de esa cosa, y, sin poder evitarlo, alzó la mirada para encontrarse con sus ojos.

—Si quieres, te arrodillas y lo miras más de cerca. Así de paso, me haces el favor de limpiarlo con tu lengua.

Ante esa osada proposición, Darlan guardó su "pequeño" instrumento y salió corriendo de aquel baño, con la cara completamente roja. Se sentía avergonzado por las palabras descaradas del sujeto y porque, por un momento, su mente le había sugerido que podría hacerlo y se había sentido tentado, aunque huyó del tema por razones obvias.

Regresó a la mesa con sus amigos. Al parecer, Miriam y Ramón se quedaron bailando en la pista, queriendo gastar sus energías allí. Mientras tanto, Susan había decidido tomar un breve descanso, momento en el que Darlan se unió a ella.

—Te has demorado mucho. ¿Está todo bien? —preguntó Susan, con tono preocupado. Darlan le aseguró que no había motivo de preocupación, solo necesitaba ir al baño con urgencia.

No mencionaría que en los últimos minutos había sido sorprendido viendo el miembro de otro hombre. Era demasiado vergonzoso revelar ese detalle innecesario. Para alejar esos pensamientos, abrió otra cerveza y decidió concentrarse en beber.

Decidido a no dejar que ese momento vergonzoso arruinara la noche, permitió que el alcohol se convirtiera en su compañía mientras se animaba con Susan. Una vez que Miriam y Ramón regresaron a la mesa, se unió a Susan en la pista, listo para dejarse llevar por la música. Juntos, sudaron y rieron como tontos mientras bailaban.

Unido a la música, su cuerpo se dejó llevar por completo, sin importar que estuviera rodeado de extraños. Solo quería divertirse y despejarse del trabajo, su complicada vida y de todo aquello que solo lo estresaba. Esa noche era su oportunidad para desconectarse de todo y simplemente disfrutar.

Estaba tan inmerso en el ambiente que no se dio cuenta de que estaba sacando sus mejores y más atrevidos pasos de baile. Susan lo seguía entre risas, encontrando gracia en sus movimientos. Sin embargo, Darlan no se dio cuenta, especialmente cuando sus movimientos se unieron a los de alguien más.

No le importó quién era, ya que esa persona seguía perfectamente su ritmo, incluso acoplándose a su estilo de baile de discoteca. Solo se dio cuenta de quién era cuando finalmente lo miró, quedando hipnotizado por unos ojos esmeralda relucientes, los mismos que ya había visto en el baño antes.

Al darse cuenta de quién era, se separó al instante, pero el sujeto logró evitar que se alejara por completo.

—¿Te irás de nuevo? —le preguntó el hombre.

Ahora que se fijaba bien, era mucho más alto y fornido que él, aunque Darlan no sentía que tuviera mucho que superar en términos físicos. No es que tuviera baja autoestima; le sobraba autoestima, pero también era realista en ese aspecto. La ronca voz del encantador hombre de cabellos oscuros captó su atención.

—Tranquilo, amigo, no busco una pelea. Al igual que tú, solo quiero desconectar un poco ¿Qué dices si me acompañas?

Darlan lo pensó por unos segundos, ya que el sujeto seguía siendo un extraño. Sin embargo, era un extraño muy atractivo y, ¿cuándo volvería a tener la oportunidad de disfrutar la noche con alguien tan hermoso?

—Claro, ¿por qué no?

Con eso, se unió al atractivo desconocido para seguir bailando, sin preocuparse por nada más..

El novio del dios DRAGONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora