Relato I - Hermanos hasta la muerte

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-Tengo miedo, Sasha... -susurró el menor con voz temblorosa entre los brazos de su hermana.

Ella escuchó su voz en un hilo lejano, pues su cerebro dejó de procesar lo que sucedía en su entorno hace media hora. Quería mantener a salvo a su pequeño hermano y no detendría sus pasos hasta estar segura de que estaría bien, pero se quedaba sin fuerzas para correr y poco a poco su velocidad disminuía.
La lluvia caía con fuerza, chocando dolorosamente contra su piel. Y sus pies, magullados de tanto huir, cedían cada tanto doblando sus tobillos.

No temía por su muerte, sino por la del niño entre sus brazos. Los traficantes lo buscaban por su condición inusual, importándoles poco con quién se cruzaran en el camino y cómo obtendrían lo que tanto deseaban del cuerpo del pequeño. Mataron a sus padres y a la adorable amiga en la merienda de su cumpleaños porque le impidieron llegar a él. Solo quedaba ella para protegerlo.

De repente, un auto negro detrás suyo avanzó a toda velocidad apareciendo por un callejón a la derecha, y por una ventana se asomó un hombre armado que rápidamente apuntó en su dirección.

La desesperación la consumió y en un intento de apartarse de las balas, dió un salto a su izquierda e ingresó en un callejón. Era un callejón sin salida, pero con dificultad logró vislumbrar una puerta metálica a mitad de una pared, por lo que sin dudarlo forcejeó con la cerradura y se encerraron dentro. En la oscuridad buscó muebles al alcance y formó una barricada que serviría para detenerlos un momento.
Luego, miró a su alrededor con más atención, descubriendo la bodega de una tienda.

Sabía que había tomado una pésima decisión en cuanto escuchó a lo lejos cristales rompiéndose y la puerta por la que ingresó siendo forzada. Estaban atrapados y dudaba que existiese una tercer puerta en aquella tienda por la que pudiesen escapar, así que resignada decidió correr a la parte más lejana de las puertas y acurrucarse con su hermano.

-No temas, Tommy. Todo estará bien -aseguró intentando transmitir confianza-. Respira y cuenta conmigo.

Comenzaron a contar números recordando lo que al niño le tranquilizaba en momentos de caos.

«Uno...»

Golpes en la puerta por la que se ingresa a la bodega desde la tienda.

«Dos.»

La puerta del callejón se abrió de golpe.

«Tres.»

Se escucharon pasos y la otra puerta se abrió de un estruendo.

«Cuatro.»

Abrazó más fuerte al pequeño Tommy entre sus brazos y en el proceso percibió en su visión periférica algo brilloso encima de un estante. Un cuchillo.

«Cinco.»

Levantó su mano, lentamente, tomando el cuchillo entre sus manos. No tenía más opción.

«Seis

Más pasos se extendieron por toda la bodega en su búsqueda.

-Pequeño Tommy... ¿Dónde estás? -pronunció una voz divertida que alargaba las palabras.

«Siete.»

-¡Solo queremos una muestra de tu maldita sangre! -se escuchó un golpe.

«Ocho.»

-No te haremos daño... -susurró-. Bueno, tal vez a la puta de tu hermana le hagamos algunas cositas. Pero tú no te preocupes..., puedes disfrutar también. -soltó una carcajada.

«Nueve.»

Tapó sus oídos con un brazo, dejando el cuchillo en el suelo y con la otra mano tomó algo de otro estante.

«Diez.»

-¡Ya me hartaste! -el hombre dió una patada a una estantería y todo en esta cayó al piso.

«Once.»

El niño de 6 años aferrado a su hermana soltó un suspiro lastimero. Ella lo era todo para él desde que iniciaron su huida el día de su cumpleaños, hace dos meses.

«Doce.»

Sasha le plantó un beso en la cien y le susurró al oído cuánto lo quería. Él era su mundo y no podía imaginar uno sin su presencia.

«Trece.»

Los hombres ya estaban en su campo de visión y el niño no pudo evitar soltar un sollozo, por lo que su atención cayó en ellos al instante. El hombre se acercó seguido de sus secuaces armados. Vestían de negro y la tinta teñía su piel en todas partes. Pero aquel hombre era el más terrorífico que jamás hubiese visto: su cabeza deforme y su sonrisa alargada le daban la impresión de un ser inhumano. Él no era humano.

«Catorce.»

El sonido de un frasco romperse se oyó por toda la bodega. Nadie pareció prestarle atención más que la hermana.

«Quince...»

Cuando llegaron triunfantes a donde los hermanos estaban, Sasha cerraba los ojos y su brazos cayeron en un golpe brusco contra un charco de sangre en el suelo.

-No... ¡No, no, no! -gritó el hombre arrodillándose junto al niño. Su sonrisa se esfumó y la rabia lo consumió.

Su cuerpo yacía sin vida entre los brazos de su hermana y su sangre estaba esparcida a su alrededor. Vidrios de un frasco y el contenido de este contaminaban la sangre, impidiendo que ellos se la arrebaten.

Sasha era consciente de lo valiosa que era su sangre y que ellos la necesitaban para motivos que desconocía, pero no eran buenas personas. Ella sabía que no le sacarían muestras sin más. Experimentarían con él y le exprimirían la vida de la peor manera, y jamás podría permitírselos.

Mató a su hermano, le contaminó la sangre y se suicidó.
Ella salvó su vida quitándosela.

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