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Joshua

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Joshua

Me desperté con una nariz empujando la parte posterior de mi cabeza. —Hola, dormilón.—

Abrí los ojos y me di cuenta de que apenas era de día y Jeonghan me estaba sonriendo.

—¿Qué pasa?— gruñí.

—Nos vamos a casa.— dijo Jeonghan. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba vestido —No queríamos que te despertaras y pensaras que nos habíamos ido.—

Me di la vuelta para ver que Seungcheol se estaba vistiendo.

—Son las seis menos cuarto de la mañana.— me dijo Seungcheol mientras se abotonaba camisa —Será mejor que nos vayamos antes de que se despierte todo el hotel.—

Jeonghan me dio una cachetada juguetona en el culo.

—Y tengo que ir a la iglesia.—

—¿Iglesia?— repetí, mi voz aún espesa por el sueño. Me froté las manos en la cara —¿Qué día es hoy?—

—Es lunes.— se rio Seungcheol —La iglesia de Jeonghan está abierta todos los días.—

La sonrisa de Jeonghan se ensanchó y luego me miró.

—Vuelve a dormir. Nos vemos luego.—

—Mmm~ — tarareé, aún medio dormido.

Jeonghan se rio, y no pude evitar sonreírle. Se inclinó y me besó la mejilla —No puedo esperar a esta noche.—

Seungcheol negó con la cabeza disculpándose antes de sacar a Jeonghan de la cama. —Vamos. Déjalo en paz. Está de vacaciones.— entonces me miró y me dijo: —Te veré en el desayuno.—

Ellos se fueron y me quedé tendido allí, tumbado en la cama de tamaño king, yo solo. Olía a nosotros. A lo que hicimos anoche. Dos veces. Cómo habíamos follado la primera vez en el borde de la cama, yo enterrado en Jeonghan, Seungcheol enterrado en mí. Luego, los tres nos habíamos acostado en la cama besándonos y tocándonos hasta que formamos un triángulo, dando y recibiendo mamadas.

Había sido increíble. Había sido mejor que increíble.

Intenté no pensar en la dinámica ni en lo que significaba. Decidí seguir la corriente. Quiero decir, ¿por qué no? Era sólo por diez días. Así que durante los próximos diez días, follaría y me follarían tanto como mi cuerpo pudiera soportar, y luego volvería a Los Ángeles, a mi negocio en quiebra, y a lo que quedaba de mi miserable vida.

Si diez días era todo lo que tenía, iba a aprovecharlo al máximo.

Me di la vuelta y puse la almohada debajo de la cabeza. Cuanto más pensaba en Jeonghan y Seungcheol, más sonreía. Eran tan diferentes, pero tan compatibles. Había sido difícil no querer a Jeonghan desde el momento en que lo conocí. Tenía un encanto innegable, un magnetismo. Seungcheol, por otro lado, era más reservado. Al principio parecía frío, pero luego me había sonreído y me calentaba todo el tiempo.

T | jihancheol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora