Descubrí que la tibieza no es lo mío. Tampoco el color gris. Tampoco el asiento del medio. Tampoco los puntos suspensivos. Tampoco la botella de agua que llevas de mas por si no encontras un kiosco abierto, esa que te satisface pero que realmente no era lo que querías.
Tampoco soy un "quizás, no sé, quien sabe".
Tampoco la duda.
A mi se me enseñó, bueno, la vida, me obligó a aprender que se da todo o no se da nada. Que los intermedios solo son analgesia momentánea, después todo vuelve a ser negro o todo vuelve a ser blanco.
Vos me hiciste luchar contra el limbo. Por primera vez en mi vida me había visto obligada a ser neutra.
Y ahí, entre medio de lo insulsa que es la neutralidad, me atormentaron tus ojos verdes. Y entonces me vi inmersa en mi diccionario de metáforas intentando compararlos con la vida. Y claro, la vida tiene mucho verde.
El pasto, los árboles, los frutos cuando apenas nacen, las aceitunas, el tallo de las flores, las tortugas, el brócoli, la espinaca, la famosa esperanza.
Tantas cosas y al fin y al cabo era eso, tus ojos son parecidos a la vida.
Y como si me hubiese quedado corta con las metáforas, y haciendo fila por detrás de tus ojos, hicieron acto de presencia tus mejillas. Ellas suplantan la vida de tus ojos cuando te reís y ese verde queda encapsulado detrás de tus párpados. Intentan nivelar el protagonismo aumentando el rubor, y lo logran.
Y entonces, te juro, que vi a la neutralidad hacerse polvo ante tus ojos y a mi no me quedó mas refugio que sentirme viva.
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