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Yacía sentado en una de las camillas del hospital, apretando las suaves sábanas blancas que le proporcionaban. Sus cabellos blancos, cómo una esponjosa nube, estaban alborotados y caían con suavidad por su frente. A sus fosas nasales ingresaban los detestables aromas a fármacos que lo hacían odiar esos lugares.

En su pecho se resguardaba un horrible malestar, un sentimiento que lo hacía tener ganas de llorar, picando con insistencia su afligido corazón.

Podría ser la misma cálida luz del sol de verano la que entraba con timidez por la ventana de la habitación, la misma suave brisa que movía las ramas de los árboles y hacía caer a las hojas; pero lo que era distinto, era el incómodo silencio que se presentaba. Ningún ruido, a pesar de poder verse a las aves moverse en la ramas, sin importar que el monitor a su lado hiciera esos molestos pitidos.

No escuchaba nada.

La televisión estaba encendida, a un volumen moderado, mostrando esas molestas noticias que llevaban las últimas dos semanas alborotando a todo mundo. La gente estaba ansiosa y preocupada por enterarse de la situación actual del famoso dueño de la cadena hotelera más importante del país.

Pese a que la mujer del noticiero hablaba sin parar, mostrando imágenes y formulando sus propias hipótesis, Satoru Gojo, aquel que ocupaba el lugar en la camilla, no lograba capturar ningún sonido. Su mundo se había silenciado por completo.

Su mano se levantó al sitio donde las vendas cubrían sus oídos, acariciando entre temblores la tela, logrando entre cada centímetro hacer caer pequeñas perlas de sus ojos.

El famoso heredero del legado de los Gojo, el hermoso hombre que robaba corazones, había perdido el sentido del oído. Quedó sordo. La última semana se habían encargado de su caso varios doctores experimentados, todos llegando a la misma conclusión: no volvería a escuchar.

Ya no podría disfrutar de sus series favoritas, burlarse del mal doblaje o encargarse de llevar a cabo sus deberes con normalidad. Se había convertido en momentos en una carga con la que tendrían que lidiar sus empleados.

Se sentía avergonzado de sí mismo, al fin y al cabo su estado actual había sido consecuencia de sus propios actos. Sintió que era inmortal, jugó con su suerte hasta, literalmente, estrellarse contra un camión de carga durante su tonta carrera en esa noche de borrachera. Sus risas se convirtieron en un triste llanto deseoso de estar viviendo una horrible pesadilla.

Gojo estaba tan perdido viviendo su pena, que no se dió cuenta que en la habitación ya había alguien más con él. No fue hasta que una pequeña libreta fue colocada en sus piernas que levantó la mirada a la par que con desesperación limpiaba sus lágrimas. No le gustaba que lo vieran en un estado tan penoso.

Sostuvo la libreta, ignorando al hombre que pasaba su brazo por sus hombros, brindando calidez a su cuerpo cubierto por una simple bata de hospital.

"Estarás bien, ya no llores, es momento que te levantes, campeón". Estaba escrito con una bonita caligrafía.

-Lo lamento...

Un susurro que murió en el aire, con una triste mirada de respuesta. Suguru Geto, su mejor amigo, acarició sus cabellos de nieve con cariño, con sus rasgados ojos cerrados y el corazón en la garganta. El hombre a sabiendas que no podría ser escuchado, susurraba lamentos sin esperar nada a cambio, sólo quería expresar su arrepentimiento por no estar presente en el aparatoso accidente en el que su amigo había quedado envuelto.

No iba a lanzarle hojas con escritos que lo criticaban, no lo iba a agobiar pidiendo que se pusiera al margen de su trabajo y revelara de una vez su condición a la prensa. Sólo quería estar con él, brindarle la compañía que necesitaba, hacerle saber que no estaba solo, transmitirle cariño entre caricias a su esponjoso cabello.

-No quiero que nadie me vea.

La voz de Satoru estaba ronca a consecuencia de su seca garganta, en un volumen bajo, cómo si temiera levantar la voz al no poder moderar el volumen.

Suguru volvió a tomar la libreta, escribiendo con el bolígrafo de su bolsillo una respuesta. Al acabar, extendió el escrito a su amigo, quien recibió con gusto y curiosidad el objeto.

"Creí que el gran Satoru Gojo adoraba que lo miraran".

Una suave risa genuina salió de los delgados labios del albino, acompañada de una tenue sonrisa y un suave rubor en sus mejillas a causa del llanto.

-Estarás bien.

Susurró en el sitio donde estaba su oído, aún sabiendo que no iba a escucharlo, pero manteniendo la esperanza de que entendiera lo que la última semana ha tratado de decirle.

Suguru confiaba en que su amigo podría adaptarse a su nueva realidad, trataría de todas las maneras posibles brindarle apoyo ante la nueva ola de problemas que vendría con él.

No iba dejarlo solo.

No iba dejarlo solo

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Epa. Está historia se me ocurrió mientras estaba llorando por leer unos libros tristes, escribiendo la primera versión para un trabajo del club de literatura.

Mediante algunos cambios pude adaptarla a esta bonita pareja, agregando algunas cosas para que pudieran entrar otros personajes que originalmente no debían de aparecer.

Así que espero que sea de su agrado esta historia. Quizá sea algo corta, pero con capitulos largos, quizá pasando de las 2000 o 3000 palabras, según sea el caso.

Quise traer algo soft y al mismo tiempo sad, pero sin exagerar y hacer algo dramático e innecesario.

Me agrada esta idea porque dije: "hay muchas historias con Gojo cieguito". Tons me acordé que tenía en proyectos una historia de un tipo sordo y dale, me salió esto.

Algunas aclaraciones antes de empezar:
•A causa de que a muchos les incómodo este tipo de contenido, los personajes no tienen una diferencia de edad abismal.
•Se tratan temas delicados: discapacidades, prejuicios, ansiedad, etc.
•Los personajes pertenecen a Gege Akutami.
•Los dibujos obvio no son míos, sólo que no encontré a los autores, estaban en Pinterest xd.

Creo que es todo creo yo.

Espero disfruten de esta lectura, tanto cómo estoy disfrutando escribirla. Muchos bsos a todos, espero les guste.






Mírame | GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora