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Toji Fushiguro fue reprendido varias veces el último mes, llenado de críticas por hacer un trabajo tan pésimo. Sin embargo, a ese hombre no podía importarle menos, seguía con su misma expresión y su deslumbrante apariencia caminando por los pasillos del edificio principal de los Gojo. Sostenía varios documentos a la par que tarareaba una molesta canción pegajosa que su hijo reprodujo esa mañana mientras limpiaba la cocina.

Tras doblar por algunos pasillos, finalmente llegó a la oficina del último piso del edificio, ingresando sin pedir permiso. Se dirigió a uno de los tantos estantes de la amplia oficina para dejar algunos de los papeles que ha tenido que estar cargando desde el primer piso. El elevador estaba averiado debido a que algunos empleados habían estado jugando, así que tuvo que subir veinticinco pisos para llegar hasta ese lugar y, aún así, no parecía estar muy cansado.

Ha tenido que encargarse de realizar los trabajos de su jefe, llevando de un lado a otro documentos, dando firmas aprobadas por Satoru y decidiendo las fechas para eventos importantes o eventos de caridad. Un enorme fastidio, porque también debía de realizar el trabajo que le corresponde como la mano derecha de Satoru. Si su cabeza no ha reventado, es porque ya está más que acostumbrado a ese tipo de condiciones.

Aunque de hecho no se quejaba, era extrañamente consciente del estado de su jefe y le estaba dando el tiempo para que asimilara su condición, que revelara a los medios la perdida auditiva que había sufrido a causa del aparatoso accidente que se ha vuelto tendencia en las redes sociales.

Entre todos los trabajos del día de Toji, estaba esa misma tarde buscar a una persona que pudiera enseñar a Satoru el lenguaje de señas y a leer los labios. Gojo debía volverse experto en el tema de inmediato, pues aunque Toji estaba haciendo un buen trabajo administrando, no había nadie más que Satoru que hiciera un trabajo tan impecable.

Pero lo dejaría para mucho más tarde, porque a su hora de descanso iba a salir para reunirse con sus amistades y tratar cosas del cumpleaños del amigo que tenían todos ellos en común: Sukuna Ryomen. El tipo iba a cumplir la próxima semana sus diecinueve años y querían sorprenderlo con una fiesta, el joven adulto las odiaba y eso hacia crecer las ganas de gastar dinero en una celebración.

—Vaya, hasta que por fin te pones a trabajar.

El azabache gira su rostro ante el intruso, encontrando la silueta de un tipo alto y un traje negro impecable. Reconoce de inmediato que se trata de Suguru, el tipo de cabello negro recogido que todo el tiempo se la pasa a un lado de Satoru, sugiriendo cosas y manteniendo al albino con un pie en la tierra.

—Yo trabajo todo el tiempo, tu eres el que siempre está aquí y nunca está haciendo nada. —Su dedo lo señala acusatorio, a lo que Suguru ríe en respuesta y se acerca con calma.

—Es la ventaja de acostarse con el jefe.

—Pudiste haberlo dicho antes, puede que cuando regrese Gojo me le monte y le pida que me folle. —Suguru carcajea por su habla tan desvergonzada.

—También estoy yo disponible, si no te funciona con Satoru, siempre tendrás una segunda opción.

Toji ríe sin gracia, reanudando su tarea de acomodar el desastre que tiene el albino, la falta de orden de Satoru es la peor de las condenas de Fushiguro.

—¿Ya tienes opciones de profesores para Satoru? —Toji niega en respuesta, a lo que Suguru resopla —. En ese caso, quiero pedirte un enorme favor.

—No me voy a acostar contigo cómo lo has estado sugiriendo los últimos dos meses.

Geto vuelve a carcajear, pues aunque no hay mentira en ello, es graciosa la forma en la que el hombre de cabello negro siempre se fastidia. Toji sabe que es un chiste, pero no le gusta seguirle el juego a alguien que comparte una misma neurona con Satoru.

Mírame | GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora