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Yuuji recorre el centro comercial con las manos ocultas en los bolsillos de su sudadera roja. El frío otoñal ha disminuido su temperatura y trata de recuperarla en la calidez de sus prendas. Las personas pasan por su lado ensimismadas en sus propios asuntos.

Mientras observa algunos carteles y locales, reflexiona en lo sucedido en el mes, en su cambio de rutina y lo que conllevó tener que impartir clases privadas a una figura tan importante como Satoru Gojo.

El hombre de piel nívea podría ser todo un tema de conversación. Su avance en el lenguaje de señas es tanto que ya puede comunicarse mediante ello sin necesidad de escritos. Desde hace unos días comenzaron con la lectura de labios, consiguiendo buenos resultados. Satoru es alguien que aprende rápido y fácil las cosas.

Aunque hay algo que le causa estragos.

En los días iniciales era común que Suguru, el amigo de Satoru, les hiciera compañía un buen rato hasta marcharse por tener que atender sus asuntos laborales. Sin embargo, sus visitas poco a poco dejaron de ser constantes hasta simplemente ya no darse. La falta de presencia del pelinegro trajo consigo un cambio drástico en la actitud del albino.

Satoru presentó un cambio preocupante. Esa sensación de soledad que percibía se hizo más notable, al igual que su falta de interés por hablar de algo más allá de su labor como profesor.

Pero con él es un caso un poco distinto, pues se han vuelto algo cercanos, al menos ya se pueden decir amigos sin dudarlo. Si bien Itadori no había querido llegar a eso para no meterse en problemas, la actitud tan amistosa que Gojo tomaba por él lo hacía no querer negarse.

Yuuji sacude su cabeza, queriendo olvidarse por unos minutos de todo ese asunto que lo ha estado agobiando durante todo el mes. Por el momento prefiere disfrutar de recorrer el centro comercial antes de marcharse a casa.

Se suponía había llegado acompañado de Megumi y Sukuna, sin embargo, el par de tortolitos se marchó y lo dejaron solo, incluso puede apostar que ni siquiera se han dado cuenta que lo abandonaron por estar tan ensimismados en su plática.

Más no se molesta, le agrada que Megumi esté dejando de lado sus principios y se esté dando una oportunidad con Sukuna. Aunque si es un problema tener que lidiar con un Sukuna emocionado y con el ego por los cielos por ser correspondido por a quien apoda «el amor de su vida». En fin, adolescentes.

Se detiene frente a uno de los nuevos locales de dulces que han abierto, según Megumi tiene muy buenas reseñas y los precios aunque son algo altos, vale completamente la pena. No es muy fan del dulce, le empalaga comer en exceso, pero tampoco va a desaprovechar estar frente a ese sitio y no ingresar para ver qué se le antoja.

A lo que, con el dolor punzando en su bolsillo, entra al lugar con una cálida sonrisa dibujada en los labios.

Pasa sus dedos entre las envolturas de los dulces para ver qué escoger, llevaría algunos chocolates y paletas a casa, le daría algunos a Sukuna y Megumi, aunque no muchos por haberlo dejado a su suerte por andar de coquetos entre ellos.

-¡Yo lo gané!

-¡Niño suéltalo, es mío!

El alboroto le llama la atención, así que ladea un poco su cabeza a uno de los pasillos de dónde proviene el ruido. Así es como se encuentra con la curiosa escena de unos trabajadores tratando de hacer que un niño deje de pelear con un adulto bastante alto, el conflicto infantil está haciendo que varios clientes se alejen del jaleo y busquen en otros pasillos.

Podría ser igual que los demás y no meterse en el problema, no obstante, hay algo en aquel hombre que le llama la atención. Su silueta se le hace familiar, al igual que los mechones blanquecinos que se escapan de la gorra negra que tiene puesta.

Mírame | GoyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora