CAPITULO 2

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Cualquiera que conozca a Robotnik te podrá confirmar que es el ser más dramático y caricaturesco que alguna vez conocerás.

Y para ésta misión no sería diferente, con una entrada triunfal humilló a los descerebrados militares de la base en Green Hill. No solo entrando con su lujoso e increíble camión personalizado dejando a los tanques y camionetas militares como un montón de burros frente a un hermoso corcel, también logró divertirse sacando de sus casillas al coronel.

–¿Quién está a cargo?– preguntó, bajando de su reluciente vehículo.

Un hombre de unos 50 años, con pose firme y autoritaria habló:

–Yo est...–

–¡Mentira!– interrumpió Robotnik.

Stone observaba con algo de distancia como su pareja se burlaba una y otra vez del coronel a cargo de la base, le parecía graciosa la manera tan divertida que tenía Ivo para desesperar a las personas y recordarles que él es superior en todos y cada uno de los aspectos.

Recordó que justamente la noche anterior se dieron un beso antes de irse a dormir, ya se han dado varios, no mucho pero sí algunos ya.  Justamente anoche compartieron un piquito, pero ésta vez Stone quiso ir un pelín más lejos, y arriesgándose a ser regañado por su pareja lamió los labios del doctor ganándose un espasmo y un chillido que nunca creyó que podría salir de el gran Robotnick. Se ganó un fuerte empujón y muchísimos reclamos, pero había valido la pena.

¿Por qué le llegaba ese recuerdo en un momento como ese? Pues porque era la prueba de que el gran Robotnick no es el mejor en todos los aspectos como siempre dice, al menos no lo era besando, en ese tema era un completo novato.


Pero Stone se encargaría de enseñarle.



Ah, sí... Volviendo a la realidad.



–¡A nadie le importa!– gritaba el ególatra de Ivo callando al coronel – No le importa a nadie, ¿Sabe por qué no le importa a nadie quién es? Porque no le importa a nadie lo poco que ha logrado en la vida, y no le importa a nadie lo orgullosa que está su mami de que ya Lee como un "niño de tercer grado"– dijo con tono infantil, burlándose en cada palabra.



El coronel no se inmutaba ante ninguna palabra, su semblante militar permanecía inamovible, sin embargo Stone podía leer el odio en su rostro teniendo a Robotnik tratando lo de esa manera.




–¿Ya terminó la telaraña de Carlota? Se lo voy a arruinar, se muere al final, pero deja una bolsa de huevos asquerosa.–


El extraño y lujoso camión se abrió, dejando salir una parada de robots voladores que se asemejaban a los huevos.


–¡Oh, mis bebés!– dijo Ivo, casi con un toque maternal en su voz.


Los soldados veían con asombro las máquinas, pequeñas, pero sabían de sobra que eran letales.


–¿Sabe que amo de las máquinas? Que hacen lo que se les ordena, que obedecen su programación, ellos no necesitan embriagarse en su tiempo libre ¡Y usted!– dijo señalando al coronel con desdén– Haga lo que se le diga, párese allá a meditar en sus complejos personales y mire a mis máquinas hacer su trabajo.



El coronel tardó en reaccionar, Stone notó como todos los músculos del hombre se pensaban y una orda de palabras asesinas querían salir de su boca, ahí estaba, rajandole la garganta. Pero no las dijo.


Solo se dió media vuelta y se fue.


Robotnick sonrió satisfecho.


–¿Stone lo sientes?– dijo admirando sus máquinas.



LA DEBILIDAD DE EGGMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora