𝟎𝟐

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Intenté no desesperarme al subirme al remis e indicar al chofer la dirección de la casa de mis viejos. De verdad que lo intenté. Mi mente era una maraña de pensamientos adrenalínicos, que no les resultaban suficiente quedarse en mi cabeza, sino que se manifestaban en un tembleque en la pierna o en mi olvidada manía de morderme las uñas.
Enzo Vogrincic.
El favorito de todos. El white boy del momento en Twitter. La razón por la que tengo ganas de pisar Uruguay. A ver si, a mi también me encandilaron con los edits. Pero poco y nada.

Además, (por lo que había leído) ¿no era que no iba a tomar papeles hasta que la promoción de la Sociedad de la Nieve a los Oscars termine? ¿Será que esta en particular, la mantendrá en secreto?

¿Qué es lo tan importante que tiene atraído a Enzo a una romcom olvidable? Decido no dar mucha vuelta al asunto, ya que mi ansiedad se acrecentaba minuto a minuto. Ni siquiera sabía de que iba la trama, para variar, pero le pateo esa información a la Sara del futuro. Si Dalila, además, consideraba que lo que me había proporcionado estaba bien, entonces yo no tenía nada de que preocuparme, ¿verdad?
El remis llegó a destino, y pagué con los únicos pesos que traía. Me bajé, y caminé hasta la puerta de entrada de la casa donde me crié. Toqué el timbre, y escuché barullos y gente callándose.

A su vez, pasos entusiasmados se acercaban cada vez más a la puerta, cuando fue abierta abruptamente. —¡Sarita!— corearon por lo menos quince personas a la vez. Todas se abalanzaron inmediatamente hacia mi, brazos extendidos y todo.Despues de los emocionantes reencuentros, (que, admito, me sacaron un par de lágrimas) pasamos a la sala de estar a comer el pernil que había predecido, una costumbre tácita en mi familia. La comida se encontraba desperdigada por una mesa larga con un mantel colorado, similar al vestido corto que llevaba, lo cual nos causó unas risas a mis primas y a mí. Finalmente, algunos parados, algunos sentados, vimos mi película. Todos se habían reservado de encontrarse con spoilers, lo cual hicieron las reacciones incluso más exageradas. Las que se suponían eran una hora y cuarenta minutos se convirtieron en dos horas de griterío ante la pantalla, y de muchos pellizcos en mis hombros cargados de orgullo. Me emocionaba mucho, no solo porque con este trabajo mi carrera no haría más que crecer, sino que los ayudaría a ellos. Una mejor educación para mis sobrinos, eso es lo que más me preocupaba. Un mejor futuro.

Pedí permiso para ir al baño para asimilarlo todo. Puede ser que me haya colgado sacándome fotos en el espejo. Editándolas, siento una vibración en mi celular aue indicó que me llegó un mensaje. Un número desconocido. En mi mente se acumularon, despacio, las palabras formuladas en el texto. Admito que las leí por lo menos diez veces antes de poder comprender:

Hola, Sara... Tu interpretación fue muy bella de ver. Espero que andes bien.

Enzo

𝑾𝒊𝒍𝒅𝒆𝒔𝒕  → 𝑬𝒏𝒛𝒐 𝑽𝒐𝒈𝒓𝒊𝒏𝒄𝒊𝒄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora