❝𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟏. 𝐋𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐦𝐮𝐝𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐫í𝐚 𝐠𝐫𝐢𝐭𝐚𝐫❞
"¿Quién es suficientemente joven y valiente
para soportar el peso de empezar?
¿Quién será, quién quiera que sea, el que sea capaz de soportar el peso de lo que vendrá?"
La Maravillosa Orquesta del Alcohol; Una Canción Para No Decir Te quiero.
𝟐𝟕 𝐝𝐞 𝐚𝐠𝐨𝐬𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟎𝟓.
No llamaba mucho la atención a pesar de ser una chica bastante guapa. Solía caminar sin llamar la atención de nadie. Tal vez por eso las pandillas decidieron tener relación con ella. Sabían que no contaría nada ni aunque pudiera. Pero tampoco es que pudiera, así que mantenía relación con la misma gente a la que antes escupiría. Hacía tan solo dos o tres años, cuando tenía entre quince y dieciséis, solía despotricar contra las pandillas y el mal que hacían a la sociedad. Ahora sería ella quien hacía mierda de la sociedad.
Caminaba con la cabeza gacha, sujetando el asa de la mochila negra apoyada tan solo en uno de sus hombros. Pero sabía que la estaban siguiendo. Era una presencia constante que no la dejaba tranquila. Debía salir, y tenía miedo. Se sentía juzgada. Un verdugo, que, aunque probablemente solo fuera ella misma, la atormentaba. Que la quería matar lentamente y sin hacer acto de presencia física. La mataba desde dentro y, si no logra controlarlo pronto, la mataría por fuera. De todas formas movió la cabeza a ambos lados para despejarse. Se paró frente al bar en el que la habían citado. Respiraba con dificultad, porque sabía, muy en el fondo, que eso terminará en una pelea donde ella deberá mediar. Velvet era más amenazante que nunca.
Entró despacio, sin prisa, y todo se silencia, porque ese bar no era para chiquillas que a penas habían cumplido la mayoría de edad hacía un par de meses. Ni siquiera para mujeres, en general. Echó un vistazo rápido a todos, que ya recuperaron la normalidad, y se dio cuenta de que las únicas chicas que estaban presentes eran prostitutas probablemente drogadas hasta la médula. "Genial", pensó de forma sarcástica, pero el nudo que se le formó en la garganta seguía sin irse.
El bar, como su mismo nombre indicaba, estaba forrado en terciopelo rojo. Desde las paredes hasta las caras sillas de madera. El suelo se mantenía de madera oscura, y cada paso que daba resonaba en su cabeza. Realmente más que un bar parecía un burdel.
—¡Eh, Lisse!—gritó un hombre desde la mesa más alejada. Lissette le reconoce al instante y se acercó. Estaba tan ebrio que hasta las palabras le temblaban—. Ya sabes que... que hoy vamos a ir a por...— pareció olvidar por un momento lo que estaba diciendo y se rio. Estaba ido, totalmente fuera de sí, y Lissy sabía que no ganarían, fuera quien fuere el rival.
—¡Pelearemos contra la octava generación de los Black Dragons!— exclamó uno de los doce hombres que se encontraban en la mesa, chocaron las jarras de cerveza y se rieron—. Y tú, corderillo, serás quien se encargue de que no nos maten si perdemos. Considérate afortunada— le guiñó el ojo y volvió a saborear la bebida.
Abrió y cerró la boca en varias ocasiones, pero no le salían las palabras. No puedo decir nada, porqué, aunque ella quisiera gritar, ser muda no era la mejor opción. Los ojos se le comienzan a irritar de mantenerlos abiertos por tanto rato y, cuando parpadeó por fin, le dolió.
Llamó la atención de los hombres chascando los dedos y se da golpes en la muñeca para indicar la hora y el lugar. Eran códigos que habían terminado haciendo con el tiempo.
—A las doce en el lugar de reuniones del Black Emperor. Después de la reunión irás con Makoto hasta donde se hará la pelea.
"¡¿Es hoy!?", exclama internamente, pero no dice nada. ¡Ja! Como si pudiera. Se va de allí aún sorprendida
...🥀...
La característica frialdad de la noche abrazaba las calles de Tokio mientras Lissette se dirigía hacia el lugar de reuniones del Black Emperor. La situación resultó ser más complicada de lo que anticipó, y el nerviosismo se reflejaba en sus ojos avellana, que parpadeaban con nerviosismo.
Makoto se reunió con ella en el santuario Sogen, en la zona de Kappabashi. La miró con seriedad y asintió, indicándole que lo siguiera. Mientras caminaban, sus sentidos se agudizaron por la tensión que cargaba el ambiente. Makoto no fue de ayuda; el camino estuvo marcado por un silencio incómodo, solo interrumpido por el eco de sus pasos en las abarrotadas calles, donde la gente no se daba cuenta del peligro que acechaba al calvo y a la rubia. Estar tan tenso, rodeado de tanta gente y con un tipo enorme llevándola hacia un destino incierto hacía que su mudez se volviera más palpable en medio de la incertidumbre.
Por fin, después de lo que le pareció una eternidad, llegaron al edificio. Un lugar sombrío, con paredes que parecían tener los gritos de pelea grabadas a fuego. Podía casi tocar la violencia de numerosas peleas anteriores. Las antaño paredes de cemento estaban ahora recubiertas de graffitis y sangre seca. Los miembros de la octava generación de los Black Dragon ya estaban presentes, esperando con una actitud desafiante.
Podía sentir cómo todos la miraban, la juzgaban. Pero ella no vaciló. Sabía que su papel como mediadora era crucial y debía cumplirlo. Makoto le indicó— sin palabras, a pesar de que él sí podía hablar— que se colocara en un lugar visible mientras él se unía al grupo para discutir los términos de la pelea.
—¿Crees que usaremos juego limpio, Naboru?— rio sarcástico uno de los Black Dragon, y solo esas palabras bastaron para que se desatara todo. Naboru seguía borracho. Él realmente era estúpido.
El reloj marcó la medianoche. Miró hacia la salida calculando cuánto tiempo tardaría Black Emperor en salir corriendo y, aunque solo se distrajo un segundo, fue suficiente para que la pelea comenzara. Observó angustiada, deseando que la confrontación terminara lo antes posible. La responsabilidad pesaba sobre sus hombros, y el nudo en su garganta se apretaba con cada sonido de golpe y cada gemido de dolor.
En medio del caos, Lissette buscó la mirada de Makoto, encontrando en él una mezcla de determinación y preocupación. Sabía que, al margen de las diferencias entre las pandillas, la conexión entre los Black Dragon iba más allá de la violencia. Ellos eran hermanos. Algo que desde hacía años Black Emperor ya no era.
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Más allá de palabras// Izana x Oc
FanfictionEn medio del caos de la pelea, llegó hasta ella el rumor de destellos blanquecinos. Solo fue un segundo, pero sus ojos entrechocaron. Estaba recubierto de sangre y suciedad. Tenía un labio roto y parecía agotado, sediento. De nuevo, la culpa pesaba...