❝𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟑. 𝐒𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐫𝐨𝐳𝐚𝐧 𝐥𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚𝐧𝐨𝐢𝐚❞
"Me tienes jodida en la cabeza, chico.
Nunca dudé tanto de mí misma.
Como, ¿soy linda? ¿Soy divertida, chico?¿Me amas? ¿Me quieres? ¿Me odias, chico? No entiendo."
Olivia Rodrigo; 1 step forward, 3 steps back.
❝𝟐𝟖 𝐝𝐞 𝐚𝐠𝐨𝐬𝐭𝐨 𝐝𝐞𝐥 𝟐𝟎𝟎𝟓❞
Amaneció con un cielo gris encapotado que no dejaba mucha luz filtrarse por las ventanas. Makoto, aún adolorido por la pelea de la noche anterior, se encontraba en la cocina preparando algo para desayunar. Lissette, en cambio, se mantenía en silencio en la mesa, jugueteando con el borde de una taza de café. Solo se podía escuchar el repiqueteo de la cucharilla removiendo el fondo de la taza.
Finalmente, Makoto rompió el silencio, aunque sus palabras tampoco aliviaron mucho la sensación de asfixia de Lissette.
—No sé qué piensan esos tipos, Liss. Pero sé que no éramos el objetivo principal. Había algo personal en su forma de atacarnos.
Lissette asintió con la mirada fija en el vapor ascendente de la taza de café.
"¿Qué está pasando realmente?"
—Deberíamos dejarlo estar. Ellos no son un juego. No nos dejarán marchar tan fácilmente la próxima vez. Algo grande se avecina, Liss, y no voy a permitir que nos pille ni a ti ni a mí cerca.
Makoto dejó caer sus palabras con seriedad, y Lissette pudo percibir la gravedad de la situación en su tono de voz. Frunció en ceño sopesando sus palabras y, después de unos segundos, abrió los ojos como platos. Papel. Necesitaba papel.
"¡¿ESTÁS PENSANDO EN DEJAR BLACK EMPEROR?!", formuló con una letra desigual.
—Sí—se apresuró en decir.
Lissette cerró la boca, sorprendida por la revelación. Se levantó de golpe y comenzó a caminar de un lado para otro aún con la libreta y el boli en las manos.
"¿Dejar Black Emperor? ¿Por qué ahora?", preguntó mientras intentaba procesar la información.
—No ahora, Liss. Pero necesitamos estar preparados. No sé qué está pasando, pero estos tipos no van a detenerse. Y no quiero que nos arrastren con ellos cuando llegue el momento. Necesitamos un plan de escape, un lugar seguro para nosotros dos. Black Dragon no es lo que era.
El tono de Makoto era firme, pero en su mirada no había más que terror. Tenía las pupilas dilatadas y estaba sudando. Lissette sabía que su hermano no tomaba decisiones a la ligera, pero la idea de dejar Black Emperor, la única familia que habían conocido, la dejaba con una sensación de vacío.
"Lo entiendo, Mako, pero Black Emperor es todo lo que conocemos. ¿Cómo puedes pensar en dejarlo? ¿Qué se supone que haremos sin ellos?"
Makoto soltó un suspiro pesado y se acercó a ella, poniendo una mano reconfortante sobre su hombro, haciendo que dejase de dar vueltas.
—Liss, no quiero que te pase nada. Somos fuertes, pero no somos invencibles. Necesitamos estar un paso adelante, y eso significa prepararnos para lo peor.
Lissette asintió lentamente, aunque no estaba segura del todo. Miró directamente a los ojos de su hermano.
"Entonces, hagámoslo. Pero hagámoslo juntos, como siempre."
Makoto sonrió un poco, agradecido por tener a su hermana a su lado. No pensó que fuera tan fácil que ella aceptase.
—Juntos. Siempre juntos.
...🥀...
Salieron de su apartamento allá sobre las cinco de la tarde. La lluvia repiqueteaba sobre el suelo. No era tan fuerte como para darse cuenta antes de salir de casa, pero era esa lluvia floja que te calaba hasta los huesos. Sin querer, Lissette pisó un cristal. Levantó el pie con cuidado y pudo verse allí reflejada. No había cambiado mucho; seguía teniendo los ojos avellana y el pelo rubio dorado que le llegaba por encima de la cintura, y no había crecido desde que tenía catorce años (es decir, era raro, pero seguía midiendo 1,55). Era delgada, con pechos normales y caderas relativamente bonitas. Era atractiva a la vista, parecía un ángel. Y eso a ella le molestaba, porque no se sentía para nada una buena persona.
—Eh, Lissette, no te quedes atrás.
Siguió caminando hasta llegar donde se encontraba su hermano. No se parecían en nada; él era alto y fuerte, con unos ojos negros como escarabajos, y se rapaba para parecer aún más rudo. Lissette no recordaba cuánto medía, pero era más que ella. Cuando tenía pelo era de un negro precioso que recordaba a la noche sin estrellas. Él había salido a su padre, y ella no tenían muy claro a quién.
El viento frío soplaba, llevándose consigo la fina lluvia que empapaba sus ropas. Makoto miró a su alrededor, parecía esperar a alguien.
—Tenemos que llegar a Shinjuku antes de que el tiempo se ponga peor. No quiero que te resfríes, Liss —advirtió Makoto.
Lissette sonrió y aceleró el paso para seguirle.
"Tienes que dejar de preocuparte tanto, bobo", pensó.
No tenía muy claro qué había en Shinjuku y, aunque confiaba en su hermano, se temía que estaba actuando por desesperación y sin pensar.
Caminaron en silencio durante un rato, cada uno inmerso en sus pensamientos. Hacía un par de horas habían vaciado toda la casa. Liss llevaba una maleta rosa con un llavero de alguna serie de dibujos en la cerradura, y Mako llevaba otra maleta y una mochila. No se molestaron en coger muchas cosas.
Makoto rompió el silencio, su voz grave resonó en el ambiente húmedo.
—¿Te acuerdas de Ryon?— preguntó para después mirarla esperando una respuesta. Negó confusa, nunca había escuchado ese nombre—. Antes estaba en Black Dragon. En la primera generación, junto a Shinichiro. De él sí te acuerdas, ¿no? Pues era el hermano mayor de Izana.
Asintió, pero no sabía quién era Izana. Le conocía, joder que si le conocía, pero simplemente no era buena para los nombres, mucho menos para las caras. Sabía que su hermano también había estado en Black Dragon cuando Shin era el líder, pero eso fue hace mucho tiempo, y han pasado varias generaciones desde entonces. En un principio no fue nada malo, pero con la llegada del peliblanco que había logrado captar la atención de Lissette durante unos segundos, se fue al pique. Los dragones negros ya no son lo que eran antes.
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Más allá de palabras// Izana x Oc
FanficEn medio del caos de la pelea, llegó hasta ella el rumor de destellos blanquecinos. Solo fue un segundo, pero sus ojos entrechocaron. Estaba recubierto de sangre y suciedad. Tenía un labio roto y parecía agotado, sediento. De nuevo, la culpa pesaba...