Capítulo 1. El bosque

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Agazapada tras unos grandes árboles caídos, escucho sus pesadas pisadas y no puedo evitar sonreír ante su vano intento de ser sigiloso. Respiro despacio, controlando bien cada bocanada de aire y no dejando que mi propia respiración me delate o me evite oír algún sonido.

Pero Markus es listo, muy listo y tiene algo de lo que yo carezco por mucho que entrene para ello. Y es experiencia real en un combate, en un campo de batalla. Yo, solo dispongo de cientos de horas de entrenamiento, días enteros entre las ramas del bosque y una intuición capaz de averiguar exactamente por donde va aparecer Markus.

Siento que aparecerá por mi derecha, desde el sur, con su capucha puesta debido a la suave llovizna que siempre acompaña en otoño. Y así lo hace. Me agacho un poco más, intentando evitar que me vea, pero algo no me cuadra... ¿Por qué iba a venir desde ahí teniendo en contra el viento?

Porque él es un señuelo y te han engañado...

-Mierda...

Me giro despacio para intentar buscar a mi padre, sin hacer ruido y aun agachada. Él no vendrá a pie, no. Está a una distancia tal que pueda alcanzarme con sus flechas y verme sin ser visto. Ese zorro viejo siempre encuentra las vueltas para engañarme, y no es que lo intente es que pierdo la concentración y provoco que Markus me esté mirando desde no más de veinte pasos.

Con las manos puestas en jarras, una sonrisa divertida y el ceño fruncido, niega con la cabeza y yo suspiro. Se saca un pañuelo blanco del bolsillo y lo ondea, haciéndole la señal a mi padre, de que he sido cazada.

-Te va a caer una buena por haberte dejado cazar...

-No es para tanto.

-Hela, es la tercera vez esta semana que te pasa y nunca te pasa.

-Ya bueno pues a lo mejor no es una buena semana... - echo andar algo más deprisa para poner un poco de distancia entre ambos, pero él me agarra del brazo para hacerme girar.

- ¿Qué te sucede? – nos miramos, y apartando la vista de él suspiro.

- Que esto quede entre ambos y avísame si viene. – asiente. – Escuché a nuestros padres hablar hace un par de días y al parecer mi padre se está planteando buscarme un marido, presentarme en sociedad, como si no me conocieran ya, en la celebración del equinoccio y así ver si existe algún hombre lo suficientemente estúpido para que quiera casarse con la hija de una bruja, la cual por cierto, también lo es.

- ¿Tan malo sería casarte? – le miro como si de un tercer ojo le hubiese salido.

- Ambos sabemos lo que implicaría para mí casarme... Markus yo no... ¿Te casarías tú conmigo?

- Oh vamos Hela...

- Tendrías que renunciar a la preciosa Rita y a todas y cada una de esas pecas que tanto adoras.

- Eres odiosa cuando te lo propones, y no, no me casaría contigo. ¡Eres como mi hermana por todos los dioses!

-Pues eso díselo a tu padre cuando te lo proponga. – decir que su cara pierde total y absoluto color es quedarme un poco corta.

Markus es un hombre alto, fuerte y digno guerrero del pequeño reino de Dälur. Su fuerte mentón siempre acompañado de una fina barba que oculta una fea cicatriz en su barbilla, su pelo de un rojizo oscuro recogido casi siempre en un moño hecho con poca paciencia, sus brazos fuertes y llenos de marcas, su voz profunda y sus ojos verdes... Hacen de él el conjunto perfecto para tener a muchas de las señoritas de este pequeño lugar, suspirando por las esquinas.

Podría mentir, fingir que nunca me ha llamado la atención pero no sería cierto. Me costó mucho admitirme a mí misma que me había enamorado de Markus, él tenía dieciséis años, era un semi hombre desgarbado, amable y no os voy a mentir, el único capaz de mirarme como a un ser humano digno de ser respetado. Yo, tenía solo doce años, era una niña algo más alta que el resto, mi pelo negro como las plumas de un cuervo y no el típico dorado que simulaba la luz del sol o el pelirrojo que tanto adoraba Markus, no ayudaba en nada que me mirasen como si de una cueva hubiese salido.

La bruja que no temía al loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora