Esperaba ocupar un discreto lugar para esclavos, al margen; sin embargo, Jungkook se sorprendió al encontrarse sentado junto a Yoongi, aunque con una fría distancia de nueve pulgadas interpuestas entre ellos y no en el medio de su regazo, como Ancel lo estaba con su amo enfrente.
Yoongi se sentó conscientemente con elegancia. Iba vestido, como siempre, con severidad, aunque su ropa era muy fina, como correspondía a su rango. Sin joyas, salvo una fina diadema de oro en la frente que permanecía oculta debido a la caída de sus cabellos dorados. Cuando tomaron asiento, desabrochó la correa de Jungkook, la enrolló alrededor de la varilla guía, y luego la arrojó a uno de los asistentes, quien logró atraparla con solo un ligero movimiento de manos.
La mesa estaba desplegada. Al otro lado de Yoongi se sentaba Torveld, prueba manifiesta de su pequeño éxito. Al otro lado de Jungkook se ubicaba Nicaise. Posiblemente, otro triunfo de Yoongi. El muchacho estaba separado del consejero Audin, quien se encontraba sentado en otro sitio, cerca del Regente; parecía como si no tuviera ningún amo cerca de él.
Se consideraba un enorme error de protocolo tener a Nicaise en la mesa principal, considerando lo sensibles que eran los patranos. Pero Nicaise vestía decentemente y llevaba muy poca pintura. El único detalle vulgar de la mascota era un pendiente en la oreja izquierda: zafiros gemelos colgantes, casi rozando su hombro, demasiado pesados para su rostro juvenil. Por lo demás, podría haber sido confundido con un miembro de la nobleza. Ningún patrano supondría que un niño sodomita se sentaba a la mesa junto con la realeza; Torveld probablemente haría la misma suposición incorrecta que Jungkook había hecho, y creería que Nicaise era el hijo o el sobrino de alguien. A pesar del pendiente.
El niño, además, se sentaba con distinción. Su belleza de cerca era sorprendente. Como lo era su juventud. Su voz, cuando hablaba, no tenía quiebres. Tenía el claro tono aflautado de un cuchillo rozando contra el cristal, sin fisuras.
—No quiero sentarme a tu lado —dijo Nicaise—. Vete a la mierda.
Instintivamente, Jungkook miró a su alrededor para ver si alguien de la delegación patrana le había oído, pero nadie lo había hecho. El primer plato de carne estaba siendo servido y la comida acaparaba la atención de todos. Nicaise había tomado su tenedor dorado de tres puntas, pero se había detenido antes de degustar el plato con el fin de hablar. El recelo que había mostrado ante Jungkook en el anfiteatro parecía que todavía estaba allí. Sus nudillos apretados alrededor del tenedor estaban blancos.
—Está bien —aclaró Jungkook, hablando con el chico tan suavemente como pudo—. No voy a hacerte daño.
Nicaise le devolvió la mirada. Sus enormes ojos azules estaban ribeteados como los de una puta, o los de un ciervo. En torno a ellos, la mesa era un fondo colorido de risas y murmullos, cortesanos concentrados en sus propias diversiones, sin prestarles ninguna atención.
—Bien —dijo Nicaise, y apuñaló el tenedor con saña contra el muslo de Jungkook debajo de la mesa.
Incluso a través de una capa de ropa, fue suficiente para hacerlo saltar y agarrar el tenedor instintivamente, al brotar tres gotas de sangre.
—Disculpadme un momento —pidió Yoongi suavemente a Torveld para girarse y encarar a Nicaise.
—Hice saltar a vuestra mascota —dijo Nicaise, con aire de suficiencia.
Sin sonar del todo disgustado, confirmó:
—Sí, lo hiciste.
—Lo que sea que estéis planeando, no va a funcionar.
—Creo que sí. Apostaste tu pendiente.
—Si gano, lo usaréis —dijo Nicaise.
Yoongi inmediatamente levantó su copa y se inclinó hacia Nicaise, haciendo un pequeño gesto para sellar la apuesta. Jungkook trató de sacudirse la extraña sensación de que estaban divirtiéndose.