𝐜𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟖

2.2K 155 27
                                    

―¿y entonces por que estabas con ella cuando ibamos a estar ahí juntos? ―le pregunte, haciendo que quedara en completo silencio.

Mi cabeza daba miles de vueltas, ¿que le pasaba? Odiaba cuando tomaba mucho, dice muchas boludeces. Además, ¿nos estuvo esoiando?

―¿no te diste cuenta que ella fue la que vino a la plaza? ―estaba enojado, su olor a alcohol me ponía nerviosa.

No respondí, parecía que decía la verdad, pero no sabía que responderle.

―no se Mati... Quiero creerte pero... ―no me dejó terminar porque él me interrumpió.

―¿pero que? Te amo, Kie ―me quedé boquiabierta, no sabía que responderle. Supuse que al estar borracho decía cualquier cosa.

Acerque mi mano hacia él hasta su frente, estaba hirviendo, demasiado.

―tenes fiebre, veni ―pase un brazo por su hombro para ayudarlo a caminar, pero él negó.

―estoy bien, Kie ―titubeo un poco haciendo que riera sarcásticamente.

Caminabamos por las calles a oscuras, él me hablaba tartamudeando cosas que ni él  entendía.

Al llegar a mi casa abri la puerta como pude y al entrar lo recoste en mi cama y le traje unas pastillas.

Cuando volvi se las entregue, pero este se negó.

―no estoy mal ―musito apartando mi mano con las pastillas.

―mal es poco para decir como estas, dale, tomalas ―suplique mucho tiempo hasta que finalmente accedió.

Las horas pasaron, los días pasaron, hasta dos semanas.

Mi mejor amigo estaba actuando raro conmigo, no de mala forma, si no... Raro.

Las cosas avanzaban con Juani, aunque no sabía si me gustaba, lo que si me gustaba era pasar tiempo con él.

Mi vida por fin estaba en paz, excepto porque descubrí que tenía que convivir con mi vieja los fines de semana. Lo único rescatable es que no iba mi hermano, así no tenía que sufrir con ella.

Ahora me encontraba en la facultad, estaba haciendo la prueba final. Apenas había salido a algún lugar más que mi cuarto en estas semanas para poder concentrarme en los estudios.

Tarde mucho tiempo en poder terminarlo, no por no haber estudiado, al contrario, si no por indecisa, ya que lo soy y mucho.

Me quedé 10 minutos más y por fin pude irme de la facu, por fin pude sacarme un peso de encima.

Como era viernes, cuando llegue agarre mi bolso y guarde ropa, auriculares, plata y demás.

Ella vivia con su nuevo novio, que era igual de insoportable que ella, osea doble infierno para mi.

Aunque mi carácter no era el mismo con ellos, era uno frío y que nadie soporta, lo hacía a propósito.

Esperaba el colectivo junto con Matías y mi bolso mediano. Tenía un pantalón desajustado tiro bajo, y una remera clásica negra.

Luego de esperar, mi colectivo de 30 minutos había llegado.

―nos vemos, linda  ―acaricio mi mandíbula tan cerca de mi que me ponía nerviosa

―chauu, cuando llegó hablamos, ¿dale? ―le pregunte apuntó de alejarme de él, sin antes dejar un beso en mi mejilla.

Lo salude y me subí al colectivo. No quería estar media hora viendo la carretera solo, así que agarre mis auriculares, puse mi playlist de toda la vida y empece a escuchar música en aleatorio.

Cuando llegue abri la puerta del departamento con mi copia de llaves y entre rápidamente a mi habitación.

―¿no saludas? ―pregunto mi vieja adentrándose a mi habitación sin tocar la puerta.

―hola.

―¿que te pasa? ―se acerco a mi cama para sentarse en en borde, y yo alejando mis piernas de forma de inseguridad.

―nada.

¿Que me iba a pasar? Arruinaste algo que pude llamar familia muy poco tiempo ya que vos lo destrozaste.

Eso era lo que quería decirle, pero no le convenía, estaba en su casa con su novio, y encima a como una hora de mi casa, porque fueron dos viajes.

―contame, hija ―quiso tocar mi cara como su fuera una buena madre, pero la aparté.

―¿ahora te importa como me siento? ―le pregunte, harta de que ahora quiera remediar todo lo que hizo, al menos lo intenta, pero nada va a cambiar lo que pienso, soy demasiado terca tanto como ella.

―quiero entenderte hija  ―hablo frustrada, parecía enojada pero intentándolo ocultar.

―no tengo nada que decirte ahora mismo  ―me recoste tapando mi cara, frustrada de esta conversación.

Era la cena, no tenía hambre así que solo decidí dormirme para mañana ir a la casa de Matías para juntarnos con unos amigos.

Por mi suerte los fines de semanas siempre alguien o yo hacia una juntada, así que apenas pasaba tiempo con mi vieja.

Era de mañana y el sol aparecía en mi ventana haciéndo que despertara.

Me cambie y fui directo a la casa de mi mejor amigo. Cuando llegue él apenas estaba despierto, solo tenía un short deportivo y unas ojotas.

―hola, hermosa ―me abrazo por la cintura, mientras yo lo saludaba.

―¿llegue muy temprano, no? ―reí avergonzada, aunque era obvio que no le molestaba, incluso me lo confirmó.

Fuimos a su cuarto y nos recostamos, solo para usar el celular. Me aburri de eso y se lo apague molestandolo.

―¿jugamos algo? No se, ¿cartas tenes? ―reí al ver q se tiraba la almohada en la cabeza adormecido.

Segundos después, accedió y fue a buscar un maso de cartas españolas.

Jugamos al truco, después la casita robada hasta que dijo de jugar al chin.

―no se jugarlo ―reí avergonzada ante mi dato.

―que boluda, ¿como no vas a saber? ―rió y luego acomodo las cartas, me explico un poco y termine aceptando, aunque era malísima.

Pero porque era lenta, no por otra cosa.

Se hizo el mediodia y empezaron a caer todos con tragos y más.

No tenía muchas ganas pero igual quería estar, y esas pocas ganas se convirtieron en tomar alcohol a lo loco, para poder desahogarme.

―¿cuantos tragos tomaste? ―me pregunto Fran con una sonrisa graciosa.

―veinti... veinti cuatro  ―tartamudié un poco y luego me levante de la silla titubeando ante esa acción.

―guarda, che ―alargo la 'e' y se acercó a mi ayudándome a ponerme firme.

―gracias, estoy bien ―le dedique una sonrisa para seguir mi camino sola pero volví a titubear.

Esta vez fue Matías el que me ayudó, antes escuche un 'tranqui, la ayudo yo' de parte de él. Me llevo a su cuarto y me quedé recostada, hasta que lo volvi a ver.

Nuestros ojos conectaban maravillosamente juntos, sin decir ni una palabra nos entendíamos.

―¿alguna vez te dije que sos hermosa? ―acaricio mi mejilla suavemente mientras lo miraba a los ojos.

Negué con la cabeza con una cálida sonrisa. Se acercó a mi lentamente poniendo todo mi cuerpo nervioso.

su mano se posó en mi mandíbula y junto nuestro labios en un beso improvisado, que se sentía tan bien pero tan mal al mismo tiempo.

Era mi mejor amigo, ¿que estaba haciendo? Nos separamos por falta de aire y nos quedamos mirando con culpabilidad, sin saber que había pasado.

𝐦𝐢 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐚𝐥𝐝𝐨 | matias recaltDonde viven las historias. Descúbrelo ahora