Capítulo 3 - Peso de poder

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El sol empezó a brillar desde el horizonte, lo que indicaba la llegada de un nuevo día o, más bien dicho, el primero de todos. Eran las primeras 24 horas que Ryouto había permanecido en aquella dimensión, 24 horas que, a decir verdad, fueron las más difíciles de todas.

Era interesante pensar que aquello le parecía un completo videojuego, en donde la primera parte de la campaña era en extremo difícil, pero conforme ibas avanzando en la partida las cosas se irían haciendo más fáciles. Esta era su percepción de lo que había y ha estado pasando desde que llegó a aquella existencia, lo que provocó una leve risa por parte del niño, quien se levantó de la cama en donde había despertado hace unas horas.

Como no tenía un hogar a donde ir, la única opción que tenía era quedarse en la casa del anciano, que era bastante más acogedora de lo que esperaba a simple vista. Dentro de nada iba a iniciar su primera clase teórica, donde su ahora maestro respondería todas sus dudas sobre la existencia de lo sobrenatural juntamente con las dudas procedentes de su propio poder.

Su tutela sería impartida en la parte frontal de la vivienda, en donde Mishura yacía en posición de loto esperando con una paciencia implacable al niño. El hombre de avanzada edad parecía estar en un estado profundo de meditación; de lejos se notaba bastante concentrado, lo que provocó el silencio por parte del niño quien solo observaba de lejos.

Puedes acercarte Ryuoto — Sonó al voz de su maestro el cual lo llamaba a sentarse delante de él, llamado el cual fue obedecido por el niño, quien a su vez denotaba intriga en su mirar al no saber qué más esperarse del anciano.

Ya estando enfrente de su maestro, procedió a tomar asiento. Su rostro denotaba incomodidad, pero como siempre, ni una sola pizca de miedo, lo que continuaba llamando en demasía la atención de Mishura quien ante la intriga le cuestionó:

Ryuoto, ¿alguna vez has sentido miedo? — Próxima a la cuestión de su maestro, el niño dio su respuesta:

Sí — Tan corta respuesta hizo entender al anciano que el niño aún no tenía la suficiente confianza en él como para desvelarle ciertas cuestiones personales, lo que le hacía dudar aún más si era un niño.

Su plan era disolver sus dudas, entonces le dijo al niño:

¿Crees en el Dios Bíblico? — La pregunta del anciano hizo entender al niño rápidamente lo que aquel anciano buscaba, entonces decidió responder de la manera más inteligente posible:

Tú puedes leer mi mente, sabes si creo o no creo, entonces, ¿por qué preguntas? — Lo dicho por el niño hizo sonreír al anciano, quien ya sabía que aquel niño le estaba ocultando algo.

No importaba lo que hubiese vivido, lo que hubiese pasado, los traumas, nada; era simplemente un niño de quizás no más de 8 años, a quien era más que obvio que no le habían enseñado a defenderse ante una conversación de esa manera a tan temprana edad, sin contar el hecho de que al parecer era huérfano.

Cada que intentaba entrar en su mente solo veía unos ojos abrirse, por lo que había una parte de su vida la cual él no podía observar, lo que generaba una incógnita de altas magnitudes en su cabeza: ¿Qué había pasado en ese tiempo?

Esa duda no dejaba de dar vueltas por su cabeza, pero sabía que con quien estaba hablando no era un niño idiota, sino que era un completo genio, un niño que a leguas se notaba que era una persona madura y con experiencia en el arte de la vida. Era como un hombre dentro del cuerpo de un niño, una persona que había visto la peor parte del ser humano y había experimentado el sufrir y toda clase de sensaciones en la vida, al punto de que ya nada le importaba.

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⏰ Última actualización: Jan 30 ⏰

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