cuatro

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Montevideo, Uruguay 📍

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Montevideo, Uruguay 📍


Totalmente paralizada por la interrupción, Angeles no tuvo mejor reacción que subir las
escaleras casi cayéndose por intentar pasarlas corriendo.

Dejando totalmente plantados a los invitados que residen en su sala.

Cuándo escuchó risas socarronas por parte de los susodichos se permitió maldecir en voz baja, cerrando sin cuidado su puerta de un portazo.

Parecía una niña en penitencia, sentada en su cama mirando la pared con los brazos cruzados.

Enojada o enfurecida, le daba igual.

Por primera vez se había apropiado de su casa y le arrebataron tal paz.

Pensó que no estaba destinada a estar tranquila, pero claro que fueron exageraciones suyas.

Casi fingiendo demencia ignoró los toques en su puerta, ella siguió en su papel de niña caprichosa rezongando por los rincones de su inmenso cuarto.

Sus pensamientos fueron totalmente disueltos cuándo escuchó el inusual apodo que el mayor utilizó para llamarla tras la puerta.

—¡Amor!- tocó dos veces la puerta con insistencia.

—Dale gordi, nos esperan los chicos abajo.-

Rió amargamente por los intentos del chico por mantener aquella farsa, sí iban a jugar ese juego lo iban a jugar bien. 

O bueno, intentar hacerlo decente.

Abrió la puerta con la mejor de sus caras y la más usual, una cara totalmente amargada y demostrativa.

Enzo por su lado tampoco lucía agradado por el trato que tendrían esa noche, por tener que mentir descaradamente ni mucho menos tener contacto físico con la morocha.

Él la miraba pensativo, tal así cómo lo hizo desde que su mánager le contó sobre ella.

No le agradó la idea en ningún momento, le
repugnaba tener una mujer en su casa que sea solamente para aparentar matrimonio, para los medios y no para ellos mismos.

Conveniencia- Enzo Vogrincic Donde viven las historias. Descúbrelo ahora