La siguiente mañana, al meterse a bañar, se sentó en el piso bajo la ardiente agua mientras reflexionaba, pues no sabía cuál escenario de fantasía quedaría mejor.
En el primer escenario, Carlos entra a su lugar de trabajo, donde Julieta lo espera vestida de marinera. Al verlo, deja su posición y salta a sus brazos, "estoy emocionada," dice mientras giran como escena cliché de Hollywood y lo besa al final levantando una pierna como princesa. La acuesta en sus brazos y la carga hacia su nuevo Aston Martin, listo con tanque lleno para irse de viaje a Acapulco, donde se quedarán en una de las inmobiliarias que Carlos adquirió con sus ganancias del último sorteo.
En el segundo escenario, Julieta llora y se intenta secar las lágrimas desconsoladamente con las mangas de su sudadera—frente a una fuente dentro los jardines del Castillo de Chapultepec. Carlos se le acerca con un elote en mayonesa recién comprado y se lo ofrece, iluminando una sonrisa en ella al verlo y reconocerlo. Toma el elote y recuesta el cachete en el hombro izquierdo de Carlos. Él finge un luto momentáneo mientras le acaricia la cara y finalmente, le levanta la mirada con un dedo en la quijada. "Eres hermosa," dice. "No llores, no vale la pena, yo por ti, mataría a Tybalt mil y un veces."
Al escuchar que él conoce de Romeo y Julieta, se le prende de alegría aún más el rostro antes desconsolado y lo abraza fuertemente. Al soltarlo, no aleja la cara más de cinco centímetros y le respira encima, su aliento se convierte en un aire de salvación y destino, sus ojos café claros resaltan las bellas pecas de su piel pálida. Su bella nariz con contorno de cerdito es la líder de sus cachetes chapeados que lloran por un amor seguro, el mismo amor que Carlos lleva toda una vida esperando dar. Él frota con un pulgar debajo de su labio inferior y mira su rostro de muñeca, el cual padece desfigurado tras la corta distancia y finalmente—se besan.
En el tercer y último escenario, Carlos va de traje negro saliendo del cine con otra mujer, una modelo rubia con un escote perfecto, cuál se protege en un vestido blanco de gala---no muy apto para el cine---pero sí para la situación que viene. La mujer tiene un brazo abrazado al de él como si fueran pareja y lo detiene a medias, dándole un beso en la mejilla cuando, justo, la Julieta del presente (quien apenas conoce) se aparece de frente. "Hola," dice ella con un tono de celos, su vestimenta viene en forma de jeans ochenteros flojos y un crop top color negro el cual deja visible su abdomen plano, igual que a su lujosa cintura como las curvas de un florero. Un florero donde ella habita y pertenece, el mismo que le da ese olor natural a orquídea emitido por su delicada piel. Carlos la saluda de vuelta y finge no sorprenderse por su encuentro espontáneo, luego ella se despide y pasa entre los dos, molesta, a lo que Carlos responde volteando y corriendo tras de ella, tirando de su brazo y diciéndole: "Te invito al cine," o alguna frase randomizada del estilo, y se besan.
Carlos se dio el lujo de desayunar un bagel de salmón, solía guardar un paquete del lujoso pescado ahumado para momentos especiales, y no había momento más especial que el descubrimiento del verdadero amor de su vida. Se sirvió su café del diario con suficiente leche para no necesitar endulzante.
Camina por la calle y se dirige a un pequeño edificio de tez vieja y manchada, pero por dentro, es decorado con diversos cuadros de flores tras el desplazamiento del pasillo, el primero cuadro, tiene una sola rosa saliendo de un jarrón de barro, parece estar dentro de una casa estilo hacienda. El segundo demuestra orquídeas en un florero transparente encima de una mesa blanca, el resto del cuarto era del el mismo blanco inexpresivo, lo único diferente era el morado de los pétalos. El último cuadro, formaba un campo verde con pasto alto y una gran cantidad de girasoles apuntando hacia quien vea el cuadro, como si Carlos fuera el sol, esto le agradaba cada que lo veía. Sigue hasta el gran sillón café bajo una ventana esmerilada un poco profunda, dejando un pequeño espacio donde se encuentran dos macetas pequeñas con plantas de plástico que se mueven como sube y baja con la luz solar.
A su lado se encuentra un señor que padece de gran fortuna tras su lujoso traje y lenguaje corporal. Radia un aura potente y alfa que no intimida nada Carlos, ya que al final del día, está en un psicólogo, al igual que él. Se acerca a su hombro. "¿Tú porque estás aquí?"
El hombre no parece ser molesto por la absurda pregunta y le responde: "Para fortalecer la mente."
"¿Vienes por amor?"
El hombre demora su respuesta unos segundos. "Vengo por todo, amor, tanto de pareja como familiar, trabajo, estrés, etcétera."
"No te hagas," se ríe. "Vienes por amor."
"¿Bueno, y a ti qué?" Finalmente se disgusta.
"Hermano, sácalo, no es bueno," dice Carlos, El hombre permanece callado. "Te va a dar cáncer."
"¿Cáncer?"
"Guardar cosas, envenena el alma."
"Y por eso vengo al psicólogo."
"Estamos bien loquitos, ¿no?" Sonríe.
"No, ese es el más grande malentendido del psicólogo, chance podrías argumentar esto sobre un psiquiatra, pero aquí no."
"¿Pero si estás por amor? El de una dama, digo."
"Sí, si estoy por amor, ¿ya?"
Carlos le sonríe a la puerta frente a él, luego voltea. "¿Tu esposa o tu amante?"
El hombre forma una expresión fuerte en cuanto la campana rescata a Carlos.
"Ya puede pasar," dice la asistente en un ventanal junto a la puerta.
...
Carlos camina como perro aburrido por todo el cuarto, tocando todo a su camino, libros, una lámpara y una pluma, la cual se lleva con el mientras continúa.
"Es que... no entiende, doctora, esta vez es de verdad."
"Pero me dices lo mismo siempre Carlos, tú no te puedes enamorar, ese es tu grande problema, estás enamorado del amor y ya. Mira, hagamos unos ejercicios, ¿te suena bien?"
"¿Ejercicios?"
"Sí, mentales."
"Adelante."
"Toma asiento."
Se sienta con la pluma en mano haciendo clics descontrolados. La doctora lo deja desestresarse y no dice nada sobre ello.
"Descríbeme a tu mujer perfecta," dice la doctora, la espontánea pregunta le genera mucha emoción.
"¿Mi mujer perfecta?"
"Sí."
"Mi mujer perfecta..." repite lentamente mientras piensa.
"Ojos azules," dispara. "¡No, verdes! Bueno, depende del color de pelo, si es rubia me gustan cafés, rubias con azul son muy comunes, pero nada como pelo oscuro con ojos de color... pelo negro y ojos azules. Espera, ¿por qué me preguntas esto?"
"Me estás describiendo a muchas versiones diferentes, Carlos, y ninguna es la descripción de esta Julieta de la que me hablas, estoy segura."
"Ah, es broma, Julieta es mi mujer perfecta."
"No, Carlos, así no es, así no funciona. Tienes que entender que estás perdido en una ilusión, no te permitas caer en esto. ¿Cómo vas en tu trabajo?"
"Ah, mi trabajo... no he ido últimamente."
"¿Y no tienes miedo de que te corran?"
Carlos permanece callado unos segundos. "No lo había pensado, la verdad sí, es muy probable que me corran, igual use mi dinero de la renta."
"¿Pero como te permites esto?"
"No estaba pensando, doctora," se estresa. "No me di cuenta, ¡no quiero dormir en la calle!"
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El Tapón
HumorCarlos, un mujeriego narcisista Mexicano, ludópata y ninfomaníaco, pero también romántico y espiritual, piensa que el mundo gira a su alrededor y no da un pelo de importancia a nada fuera de sus propios intereses. Carlos se enamora de una mujer con...