Milena
Agosto de 2005Página 31
Se llama Alka y era croata, aunque después de tres días de encierro en un ropero oscuro sin probar bocado, tenía la sensación de ser un animal sin nombre ni procedencia. La falta de ropa, apenas aplicada por una vieja manta tirada en el fondo del lugar donde la recluyeron, acrecentada la sensación de extravío y anonimato, como si un intruso se hubiera apoderado de sus entrañas y todo lo que había sido hasta una semana antes hubiera desaparecido para dar paso a un organismo primitivo, obsesionado por un poco de agua y alimento. El primer día golpeó la madera durante horas con más indignación y mojó que temor esperando que en cualquier momento una sombra interrumpiera el tenue haz de la luz que se colaba por debajo y abriera la puerta. El segundo da la inundaron la autocompasión y la tristeza y se derrumbó deprimida en el piso de su madriguera. Pero el tercero cualquier otra consideración desapareció ante la urgencia desesperada de comer y beber. La idea de ser violada, que tres días antes le había resultado insoportable, ahora constituía un dato pueril frente a la necesidad de llevarse algo a la boca. El cuarto día comenzó a roer el único objeto que la acompañaba en el oscuro agujero: un gancho de madera que colgaba de una barra metálica a la altura de su cabeza. Ese día la sacaron.Página 32
Alka paso sus primeros dieciséis años en Jastrebarsko, un pueblo antiguo a media hora de Zagreb, con seis mil personas pudriéndose en la vida en el caserío y otras treinta mil corrompiendose en su ruinoso cementerio. Vivía justamentectres manzanas atrás del camposanto y todos sus recorridos la obligaban a pasar a lado de las añosas tumbas, muchas de ellas semiderruidas. Durante su infancia, los compañeros de juego había utilizado fémures y tibias para improvisar pulidas espadas: primero para armar a D'Artagnan, luego a Darth Vader. Cuando llegó a la adolescencia y sus dilatadas y toneladas piernas fueron objeto de súbita admiración por parte de los adultos del pueblo. Alka se prometió a sí misma que su fémur nunca terminaría siendo un largo florete en manos de un aprendiz de esgrima.
El día que escapó fue el más feliz de su vida. No era la primera vez que su vía al tren, pero si la primera en que lo hacía para no regresar. Dejaba atrás la perspectiva de un trabajo en la empacadora de hortalizas y el insípido matrimonio con alguno de los pocos jóvenes que no emigraban a Zagreb o a otros países de Europa en busca de mejores horizontes.
Camino a la capital, en compañía de su amiga Sonjia, Alka pasó un largo rato ensimismada en el paisaje que desaparecía de su vista, devorado por el marco de la ventana del vagón. Sin embargo, en su ánimo no pesaban el arrepentimiento o la nostalgia. En realidad contemplaba el reflejo de sus grandes ojos azules y la línea de un rostro que aún no perdía las redondeces de la pubertad. No tenía forma de saber que sus pómulos salientes, los ojos inmensos y separados, el mentón decidido y la nariz fina la convertirían en la Greta Garbo de los puteros de España. Eso lo descubriría más tarde. Por ahora sólo pensaba que abandonar su vida anterior resultaba más sencillo de lo que había esperado.
Quince días antes Sonjia le había comentado que se iba a Berlín; un empresario de Zagreb iba a abrir una sucursal de su exitoso restaurante de comida balcánica en aquella ciudad alemana y necesitaba meseras que le dieran un toque de autenticidad.Página 33
Alka sintió que era una llamada del destino. Hablaba algo de alemán gracias a su abuelo, el relojero del pueblo y germanófilo decidido, admirador incondicional de la tecnología teutones. La madre de Alka sospechaba que los padres de su suegro habían sido colaboracionistas durante la ocupación nazi, aunque ese era un tema del que nunca se hablaba.
Durante varios días insistió a su amiga que la invitará a Alemania sin conseguir mayores progresos, el novio de Sonjia, un húngaro avecindado en Zangreb, no estaba convencido de que hiciera falta una mesera adicional pese al alumna que Alka juró dominar; sólo cuando ella Enhorabuena foto de cuerpo entero com el vestido que usaba para salir a la disco aceptó incluirla argumentando que con esa facha podría incluso aspirar al puesto de hostess, mucho mejor pagado que el de mesera.
La aventura terminó en pesadilla apenas había comenzado. En la estación de Zagreb las recibió el novio, un tal Forkó, prematuramente calvo, chaparro y de facciones agradables, Alka encontró excesivas sus zalamerías y algo torva la manera en que lo examinó; no obstante, la euforia que la electrizaba le impedía detenerse en cualquier cosa que enturbiara la libertad recién cosquistada. Tras un desayuno tardío tomaron carretera en el coche de él, un Peugeot azul de acogedores asientos que despedían el reconfortante aroma de objeto recién estrenado, algo que la chica interpretó como una señal de la bonanza que le esperaba.
Querían recorrer los setecientos kilómetros que los separaban de Praga ese mismo día y dormir en casa de un amigo camino a Berlín. En realidad sólo recorrieron setenta; apenas habían pasado Durmanec, lejos aún de la frontera, cuando Forkó les informó que debía recoger algo en casa de un conocido. Dejarinbla autopista y rosarinos una carretera local y luego por un camino vecinal hasta llegar a una casa vieja y desvencijada, alejadas cualquier otra finca. Al descender del coche invitó. A las dos chicas a entrar con él para estirar las piernas, tomar agua e ir al baño si lo requerían.
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Milena o el fémur más bello del mundo
RomantikLa belleza de Milena también fue su perdición. Convertida en una esclava sexual desde su adolescencia, intenta huir cuando muere su protector, un magnate de la comunicación que sufre un fallo cardiaco mientras hace el amor con ella. En su angustiosa...