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Milena
Jueves 6 de noviembre de 2014.

No era el primer hombre que moría en brazos de Milena, pero si el primero que lo hacia por causas naturales. Aquellos a los que había asesinado no dejaron ni rastro ni remordimiento en su ánimo. Ahora en cambio, la muerte de su amante la hundía en la desolación.

En asuntos del corazón, el sexo siempre había terminado por imponerse en la vida de Rosendo Franco. El día en que falleció no fue distinto. Bajo la exigencia del Viagra que lo inundaba, sus coronarias se vieron en la difícil disyuntiva de bombear la sangre exigida para sostener el violento ritmo con que penetraba a Milena o atender a otros órganos. Fieles a la historia de Rosendo, sus entrañas optaron por el sexo. El corazón se desgarro en bocanadas desatendidas aunque concedió al cerebro del viejo unos instantes adicionales para adivinar que sucedía.

Una imagen acudió a la mente del dueño del periódico El Mundo. La contracción del pecho proyectó la cadera hacia delante, profundizando la penetración. Se dijo que por fin iba a venirse, que iba a lograr eso que llevaba esquivándole los diez minutos de cabalgata febril sobre las blancas caderas de su amante. Rosendo siempre creyó que su último pensamiento sería para el diario que había dedicado sueños y desvelos; en años recientes, cada vez que pensaba en la muerte experimentaba un ramalazo de rabia y frustración al imaginarse la orfandad en que dejaría la gran obra de su vida. Y pese a ello, destinó los breves instantes de su agonía a exigirse una gota de semen para despedirse de su último amor.

Milena tardo unos segundos en percatarse de que los ruidos que emitía el hombre no eran de placer. No pudo hacer mayor cosa. Su amante la sujetaba por la cintura, envolviéndola con los brazos mientras estrellaba sus estertores agónicos contra su espalda enrojecida, como las olas menguantes sobre una playa extensa. El viejo encajó la frente en la nuca de la mujer y la nariz en su cuello. Su respiración violenta agitó un rizo indisciplinado. Milena percibió de reojo el tenue vuelo de su cabello impulsado por el lánguido aliento del moribundo, luego el rizo quedó estático y la quietud reinó en el cuarto.

Se mantuvo inmóvil largo rato, salvo por las gruesas lágrimas que resbalaban por su rostro y morían en la almohada. Lloraba por él, pero sobre todo por ella misma. Se dijo que prefería suicidarse antes que regresar al infierno del que Rosendo la había rescatado. Peor aún, sabía que en esta ocasión la represalia sería despiadada. Se vio a si misma tres años antes, desnuda frente a dos grandes perros dispuestos a destrozarla.

No entendía por qué habían comenzado a amenazarla en las últimas semanas después de dejarla tranquila durante varios meses. Ahora, sin la protección del anciano, de convertiría en un saco de carne y huesos destinado a pudrirse en algún barranco, sin que importara el hecho de que los hombres pagaban mil doscientos dólares por el privilegio de macerar sus carnes. Imagino el hallazgo de su cuerpo meses más tarde y el desconcierto de los forenses ante el fémur anormalmente largo de sus piernas kilométricas. La imagen la saco del trance en que había caído y al fin la puso en movimiento. Se incorporó a medias para ver el rostro del muerto, limpió un rastro de saliva en su barbilla y lo cubrió con la sábana. Observó el blíster de Viagra sobre la mesita de noche y decidió ocultarlo en un último acto de lealtad hacia el orgulloso viejo.

Caminó al baño impulsada por los sentidos alterados, con la lucidez febril del sobreviviente. Su mente ocupada en el contendió de la maleta que tendría que llenar antes de tomar un avión, aunque solo le importara la libreta negra que escondía en el clóset de la habitación. No solo era su venganza última en contra de aquellos que la habían explotado, también una garantía de supervivencia por los secretos que guardaba.

Nunca llegó al aeropuerto, no se llamaba Milena ni era rusa como todos creían. Tampoco se percató de la gota de semen que cayó sobre la baldosa.

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Holaaaa! Les gustaría que siguiera subiendo el libro?
Pd. Aquí termina la página 11.

Milena o el fémur más bello del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora