Goldberg Variations BWV 988: Aria

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No me gusta lo que soy.

No es cuestión de físicos. No es sobre si quisiera ser más alta, más delgada, tener más o menos busto. No. No es estético. No me gustaría aún si tuviera la figura de la persona que más encuentro hermosa.

No es eso.

Es sólo...

No me gusta qué soy.

No me siento yo.

No me siento real.

Quisiera arrancar cada pedazo de mi cuerpo y exponerlo ante Dios para preguntar si esto es lo que me dio... luego pedir ayuda porque llevo más tiempo desconociéndome de lo que me gustaría. Ya soy un adulto y sigo sintiéndome así.

No soy yo.

Cuando tomé clases de manejo mi profesor solía decirme que debía ver al auto como mi propia carne para así manejarlo con naturalidad. Él sin saber que yo no veo a la carne que poseo como mía. Y sin embargo su consejo me dio tiempo para reflexionar algunos puntos...

Nadie puede manejar todo el tiempo.

La espalda se entume, las piernas duelen, la vista se cansa.

Eso siento con mi propio cuerpo. Pero yo no puedo salir a descansar... estoy atrapada.

No es mío.

No es mío.

Cuando tenía 15 castigaba el cuerpo con hilos de sangre que salían de la carne expuesta, carne ajena, extraño compuesto. Cuando tenía 20 comencé con la violencia, el odio hacia lo que no conocía me hacía actuar de formas agresivas: vinieron pinturas moradas en la piel producto de mis mismas manos, hilos rojos vibrantes de rasguños en las piernas y el cuello, no proporcionaba a mi estómago energía, llenaba mis pulmones de aire contaminado. Cuando salí del ciclo de la flagelación comencé a canalizar los mecanismos con los que lidiaba con mi cuerpo. "Él no tiene la culpa, a él también le duele no tener un dueño que le reconozca", pensé.

Así que comencé a caer en ciclos de inactividad.

Cuando manejaba por mucho tiempo el cuerpo, sintiéndolo todo, viéndolo todo, oyéndolo todo, sólo explotaba un día en mi cama. 

Y así como Gregorio despertó siendo un insecto, yo desperté en mi extraña forma, no quería sentir nada, solo era espuma después de burbujear dentro de mi cuerpo que había reventado el cascarón. Me envolví en mis cobijas y no quería saber nada, no quería sentir nada, no quería ver nada.

No es mío.

Y me duele.

Y me pica.

Y me desespera.

Se siente carnoso y adiposo.

Siento los huesos húmedos debajo.

Siento el latir del corazón en los oídos.

Y entonces me siento inútil en todo lo que hago, porque no sé estar siquiera en mi propio cuerpo, me siento impotente, incompetente, inépta, torpe, inoperable, incapaz. Y me comparo, me pongo en una balanza contra los demás siempre preguntándome por qué yo no. Por qué no puedo ser así. Por qué no puedo ser como él. Por qué no puedo ser como ella. Me siento basura y comienzo a enredarme en mi propia red... porque no sé siquiera estar conmigo ¿cómo pretendo ser alguien funcional? ¿Cómo puedo fingir ser un humano cuando ni lo más básico, reconocer el YO, puedo hacer?

Me siento nula. 

Me cobijo dentro de las mantas y mi propio cuerpo. La percepción de ser ajeno pasará. En unas horas comenzaré a ignorar el sentimiento de ser corpórea, de existir aún cuando noto que no lo hago, en unas horas me veré en el espejo ignorando mi rostro, viéndome solo a los ojos como siempre, dejaré de sentirme tan distinta.

Lo siento mucho.

Las semanas anteriores he tenido melancolía que eran signo de que estaba cansándome y lo ignoré, por eso exploté.

Espero, cuerpo, me perdones. No es nada en contra tuyo. Estoy agradecida por las cosas que me has brindado. Puedo escribir, leer, expresarme, probar, degustar y moverme... es sólo que a veces eres demasiado. Ahora mismo me encerraré de nuevo. Solo un poco, permíteme llorar sólo un poco... así respiraré, dormiré en la inconsciencia, despertaré de la metamorfosis, pondré música...

... y el ciclo se repetirá.

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