¡ diez !

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Jimin no se sorprendió al aparcar frente a la plaza del barrio donde vivía Giselle, en uno de los distritos al sur de la ciudad. Más se sorprendió el no haber pensado que su amiga se podría encontrar acá.

Bajó del auto cerrándolo con un clic y subiéndose el cierre de su sudadera, guardando las llaves en su bolsillo junto a su teléfono. Pasándose una mano por su cabello, caminó hacia la plaza poco concurrida, en busca de una cabellera castaña entre las bancas.

No le tardó demasiado, la plaza no era grande y Giselle destacaba, no le costó nada encontrarla dándole la espalda en una de las bancas.

Jimin se quedó un par de pasos detrás, sin decir nada, empujando la punta de su lengua contra su mejilla mientras intentaba darse fuerzas. Quería darse vuelta y huir a los brazos de Minjeong en este momento, y sabía que sonaba cobarde, pero Jimin realmente evitaba este tipo de situaciones cuando intuía que saldrían mal o la acorralarían a una situación incómoda, y eso era lo que más evitaba en el mundo. Por tal razón ahora mismo estaba pensando seriamente en llamar a Minjeong para ir a buscarle y fundirse en sus brazos porque se sentía cómoda y en casa.

Negó con la cabeza, y suspirando, se acercó los cortos pasos que le separaban de Giselle, cruzando por un costado de la banca y llamando la atención de la menor antes de desplomarse en un extremo, sin mirarle.

Ambas se sumieron en un silencio totalmente incómodo, Jimin no había volteado a ver a Giselle, pero le pudo ver sobresaltandose con su llegada y escaneándole de pies a cabeza mientras ella no tenía la valentía para girarse hacia Giselle.

Más sin embargo, Giselle no le dijo nada, esas pestañas largas de la castaña no se escapaban de su figura, como a la espera de que dijera algo, y Jimin esperaba lo mismo, aunque dándose cuenta ahora, era ridículo esperar algo de Giselle cuando fue ella misma quien pidió verla, y que en realidad Giselle debía estar esperando por ella y lo que sea que fuese a decir.

— Sé que te gusto —soltó sin más, sorprendiendose a si misma y a Giselle a la vez, quien se quedó en blanco y palideció.

Jimin no volteó a verla, tragando saliva al notar que Giselle estaba más tiesa que una roca. No podía hacerle frente a una situación así porque no estaba preparada y no podía ver mal a Giselle. Pero esta se quedó en silencio por al menos dos minutos, haciendo sudar aún más las manos de Jimin.

— Fue Somi, ¿cierto? —susurró la menor, con voz estable, Jimin solo asintió.

Abrió los ojos con espanto cuando Giselle se levantó de golpe de la banca hecha una furia.

— Esa maldita imbécil —masculló, comenzando a caminar con el rostro volviéndose rojo de la ira. Y Jimin se levantó entre confundida y asustada por su amiga— iMe las va a pagar! ¡Jeon Somi hija de puta, de mi no te escapas! —comenzó a gritar, con las manos apretadas en puños.

- ¡Giselle-nim! - Jimin se alarmó, alcanzando a Giselle en un par de pasos y colocándose frente a ella para detenerla. Pero apenas tocó a la castaña, esta chilló en su cara y se alejó de su tacto.

— ¡Suéltame! ¡Tengo que patear a Somi por traidora! —Jimin intentó sujetar los brazos de Giselle, pero esta se escurrió por su costado e intentó correr lejos de ella.

- ¡Giselle! - gritó Jimin, llevando sus manos a su cabello para tironearlo antes de comenzar a correr detrás de un insolente Giselle en busca de Somi, y cuando volvió a alcanzarla —era fácil alcanzarlo por su altura—, la sujetó de la cintura y la elevó en el aire.

- ¡Dejame ir a buscar a esa traidora infeliz de mierda! —la castaña pataleó en el aire, intentando removerse de los brazos de Jimin aún con el rostro rojo.

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