La leyenda del Destino

Capítulo 4

Valentina abrió sus ojos nuevamente, sintiendo una luz cálida en su rostro, notando que una de las ventanas de la habitación donde ella estaba y de forma inmediata sus recuerdos llegaron. No estaba en su hogar... Estaba en la hacienda del charro negro... de Leo.

Incorporándose de su cama, notó un florero con un ramo de flores de cempasúchil cosa que le hizo sonreír levemente, junto a una nota y una bandeja con un pan de muerto y una taza con una bebida caliente; chocolate caliente..

Mi Valentina... Mi flor.

Espero que ya te encuentres bien... Me disculpo por la situación que se presentó el día de ayer, donde, al parecer, tuviste una reacción alérgica a las rosas. Me disculpo nuevamente y me avergüenzo por esto, así que busqué un tipo de flor que pudiera regalarte.... Espero que te gusten, ya que eran de las pocas que había en el sembradío que tengo.... Ya que la mayor parte de este, son agaves.

Salí por negocios... Puedes recorrer toda la hacienda, menos mi destiladero. Si quieres verlo, tendrás que esperar a mi regreso, ya que es un lugar algo delicado.

Si necesitas la ayuda de alguien, puedes pedirle a mi capataz que te guíe, él te conoce. Eres la mujer de la casa, así que no te puede negar nada.

Leonardo

Vale soltó un tipo de bufido al leer el texto de la nota, ya que era demasiado curioso que Leo le hubiera dejado esas flores y que resultan que son sus favoritas.

Al salir de la cama tras comer ese pan y el chocolate, caminó al tocador frente de ella, que muy bien podría ser la envidia de las duquesas europeas; era de madera de roble, junto a un espejo con un marco dorado, que era de oro puro con rosas en este mismo y diamantes como botones de estas. En este mismo tocador, había un cepillo para el cabello de plata pura junto a otras cuantas brochas y cepillos, todas usadas para maquillajes y otro tipo de productos femeninos sobre el cuidado y maquillaje.

Usando rápidamente el cepillo y verificando esto en su reflejo en el espejo, Valentina arregló su cabello que estaba bastante electrificado, además de abrir el ropero en su habitación para cambiarse de ropa, si es que había algún tipo de prenda, donde encontró demasiadas piezas, que iban desde vestidos dignos de los españoles hasta pantalones de mezclilla... Se decidió por una falda roja y una blusa blanca, las cuales le resultaban demasiado familiares a las prendas que había usado cuando se despidió de Leo en Guanajuato.

Tras esto, la guanajuatense, salió de su habitación, encontrándose una hacienda gigante, que nunca imaginó en sus sueños más fantasiosos:

En las paredes había una cantidad sin fin de cuadros de momentos históricos, desde batallas entre indígenas hasta.... Escenas de la guerra de.. ¿Independencia? Vale se acercó a uno de estos, donde vio esa escena que tanto había escuchado con su padre, cuando de acuerdo a los chismes, el cura de Dolores llamó a las armas al pueblo. La pelinegra no podía dar crédito a lo que veían sus ojos... No era posible que hubiera una pintura de eso, ya que toda persona que hubiera visto ese momento sería parte del movimiento y que, incluso ya podrían estar muertos... Hasta que nuevamente, considerando que el Charro Negro era visto por muchos como el mismo demonio, no le fue tan descarado que tuviera estas pinturas, ya que según lo que ella sabia, el chamuco veía todo.

Siguiendo el largo pasillo, Vale encontró igualmente varias puertas a habitaciones que la mayoría tenían llave o estaban abandonadas, hasta que al final encontró una escalera donde, había un gran ventanal donde se podía ver el sembradío más grande de agave que hubiera visto en toda su vida, además que las escaleras de madera fina cubiertas por tipo de tapiz rojizo, bajaban a un salón, el cual en el centro tenía una bella fuente blanca como la nieve, donde agua cristalina caía. Alrededor de la habitación, una serie de arcos que daban a salones y habitaciones cerradas, las cuales llamaban la atención de la curiosidad de la pelinegra.