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La mayoría de las veces no se cuestionaba por qué lo hacía. Aunque lo cierto era que, sea simple o compleja la razón, no le daría importancia por ahora, pues aquella acción cotidiana podía tener solo una justificación: la pronta recuperación de Kyojuro.

Era irónico, pues hace un mes había dado por hecho que aquel cazador estaba muerto, pero no fue así. Y lejos de asombrarse, le emocionó. ¿Cómo no pudo imaginarlo? Su Kyojuro era muy fuerte, era cierto que el sol había salido demasiado pronto como para asestarle un golpe final, pero el Pilar había sobrevivido a sus graves heridas después de todo y Akaza le daba mérito por ello. Estaba vivo y ahora el demonio de hebras cerezas lo contemplaba dormir en su regazo.

Se encontraba sentado en el engawa frente a la habitación de Kyojuro y con este en sus brazos. No sabía cuáles eran las probabilidades de que despierte y lo descubra pero ciertamente sonaba casi imposible, pues el Pilar llevaba poco más de un mes en coma. Las primeras tres semanas sospechaba que las había pasado en la finca mariposa ya que no pudo encontrarlo en su hogar. Es decir que al parecer habían logrado estabilizarlo durante ese tiempo y ahora era su hermanito menor –aquel que ni siquiera le llegaba a los talones a Kyojuro, según Akaza– el que velaba por él.

Peinó una vez más su cabello rubio hacia atrás. Era verano y comenzaba a hacer cada vez más calor, pero aún así Senjuro se esmeraba en seguir arropándolo. Cosa que le fastidiaba al demonio.

—¿Qué harías sin mí, Kyojuro? —susurró con aquella sonrisa afilada.

Contra todo pronóstico, Akaza añadió en su rutina visitarlo y sacarlo a tomar aire fresco en las noches. Era extraño, muy extraño considerando que la primera vez que lo encontró solo estaba dispuesto a pedirle que se convierta en demonio, aunque claro, Kyojuro no podía responder pues estaba sumido en un profundo sueño. Pero por supuesto que de eso Akaza no estaba enterado en aquel entonces.

Estaba ansioso por volver a pelear con él pero sabía que debía esperar. Por ahora su único consuelo era ayudarlo a mantener sus músculos fortalecidos mediante unos cuantos masajes de vez en cuando y un poco de aire fresco para que Senjuro no lo mate de un golpe de calor. Estaba conforme con eso, haría lo que sea por volver a luchar con su preciado Kyojuro. Y, aunque ello signifique esperarlo por muchos años, no importaba pues sabía lo que el cazador valía y eso lo tenía fascinado.  

Contempló su rostro y acomodó una vez más aquellos mechones rebeldes. A este punto ya había memorizado cada facción del Pilar y le inquietaba la idea de que aquel hombre no solo era perfecto en luchar. Y era ahí, cuando tenía ese tipo de pensamientos que solían colarse en su mente de forma inesperada, que sacudía su cabeza y volvía a observar la luna. Quizás le estaba dedicando mucho tiempo a Kyojuro o quizás solo hacía observaciones obvias: como el pensar que su cabello era suave y hermoso o que sus largas pestañas solo eran el marco perfecto para los ojos expresivos que ya conocía, aunque ahora solo le quedara uno. Y ahí iba de nuevo. En fin, nimiedades comparadas con su espíritu de lucha, pero no por ello dejaban de asombrarlo y hacerle pensar que aquel hombre era tan hermoso como su estilo de pelea.

Miró de reojo su rostro solo para encontrarse con la mirada de Kyojuro. Había despertado, no era ningún sueño o ilusión, su cazador había despertado y aquella mirada amenazante lo demostraba. Sin embargo, lejos de asustarse por ser atrapado o delatar su emoción, decidió actuar con la confianza digna de una Luna Superior.

—Ya te estabas tardando —susurró alegre—, Kyojuro.

El Pilar de la Llama no se mostró amenazado ni mucho menos débil incluso al comenzar a toser. Estaba algo desorientado, sí, pero como Pilar había aprendido a analizar rápido la situación y no tuvo que pensar mucho cuando supo que las voces que había escuchado todo el tiempo no eran parte de un sueño. Habían sido reales. Las indicaciones de Kocho, los gimoteos de su hermano y las palabras de ánimo del joven Kamado,  todo había ocurrido y justo en esos instantes tenía sentido que últimamente no haya parado de escuchar la voz de aquel demonio de largos tatuajes y cabellos cereza.

—Tienes… cinco —respondió en un hilo de voz y Akaza se acercó aunque su audición fuera perfecta—... cinco segundos para soltarme.

Akaza soltó una carcajada ante la valentía del Pilar. Le alegraba poder ver su espíritu firme después de todo.

—¿O qué? ¿Vas a cortarme la cabeza?

Ciertamente no podía pero no por ello Kyojuro le daría el gusto de verlo flaquear.

—¿Qué haces aquí, Akaza? Ya he dicho que no me convertiré en un demonio, lárgate.

—No tienes que ser tan descortés —respondió y fingió que le dolía el corazón— ¿Es así como agradeces mis cuidados?

—Tú eres el que me dejó así en un principio —siseó—. ¿Qué es lo que quieres?

El rostro del demonio se ensombreció y Kyojuro supo lo que iría a pedirle.

—Deseo pelear contigo de nuevo —respondió—. Como humano o demonio, no me importa pero quiero otra pelea.

Kyojuro trató de mantener el contacto visual pese al cansancio y el deseo de volver a dormir para apaciguar el ligero dolor de cabeza. Deseaba poder sostener su espada y defenderse pero sentía todas sus extremidades débiles. Lo único que le tranquilizaba era saber que Akaza no atacaría ni a él ni a su familia. Y sabía también que confiar en ello era peligroso, lo sabía, pero Akaza no los había lastimado en todo este tiempo y dudaba que lo hiciera ahora. Así que con el ojo entrecerrado prosiguió:

—Pelearemos pero para entonces será tu fin.

Eso pareció divertir al demonio.

—No estés tan confiado, Kyojuro —se levantó con el cazador en brazos y caminó de vuelta a la habitación—. Si quieres eso tendrás que convertirte en demonio, dudo que puedas matarme como humano.

—Solo dame un tiempo —jadeó ante el ligero dolor en los músculos cuando Akaza lo dejó devuelta en su futón.

—No creo poder esperar, si te soy sincero —mintió. Se agachó a su lado y se dispuso a volver a acomodar los mechones rubios del Pilar—. ¿Por qué no mejor te conviertes en dem-

De pronto, Kyojuro tomó fuertemente la mano de Akaza, impidiéndole tocarlo. Su mirada amenazante demostraba que no le tenía miedo y que estaba dispuesto a morir rechazando su oferta. Por supuesto que eso emocionó al demonio. La firmeza y seguridad eran todo lo que caracterizaban y hacían fuerte al Rengoku, y aquello, sin duda, sería algo imposible de olvidar para Akaza, incluso después de mil años.

—No.

Una respuesta simple pero firme y Akaza entendió.

—Como gustes —sonrió sujetando la mano de vuelta y dándole un beso inesperado—. Nos veremos pronto, Kyojuro.

Y sin esperar una respuesta, abandonó la habitación dejando a Kyojuro completamente confundido. El rubio juraba que le arrancaría la mano, pero ¿qué mierda había sido eso?

Akaza, por otro lado, se sentía entusiasmado pues el Kyojuro que había despertado no era débil, al contrario, seguía teniendo el mismo espíritu inquebrantable y la mirada llena de seguridad.

Era cuestión de tiempo para que tengan su próxima pelea, solo que no sabía que sus sentimientos por Kyojuro florecerían antes.

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N.A:

Ya sé que mi moral se fue alv desde que se me ocurrió leer sobre estos dos pero aquí estamos. Está de más decir que Akaza es un demonio y que por lo tanto sus sentimientos hacia Kyojuro no serán del todo normales sino un tanto retorcidos. Y eso, je, espero haya quedado claro el porqué de sus actitudes y gracias por leer si llegaste aquí :')

Brisa nocturna | AkarenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora