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— Jimin, ¿Cuál es la rutina que tienes en esta casa? — sabía que Jimin aún se acordaba de todo; su condición no avanzaba, permitiéndole hablarle con naturalidad.

— Estoy en casa, camino y veo las pinturas — sonrió — ah, y a veces viene Yoongi — volvió a cambiar de canal.

— ¿Yoongi?

— Mi sobrino — contestó — es buen chico, pero a veces es muy terco.

— Es por la regla del uniforme — habló la chica en voz baja.

— No sé qué tiene con las enfermeras, pero les exige — rió el hombre — aunque a mí me molesta, me recuerda cuando mis padres me hospitalizaron en un centro psiquiátrico.

— ¿Aún recuerdas eso? — el hombre asintió. "Me gustaría recordar por siempre".

Lo que le había dicho Jimin el día anterior resonó en su cabeza, entonces se le ocurrió una idea, pero tendría que pensar bien sus palabras para que el hombre no lo tomara mal.

— Iré a mi habitación — habló el hombre.

— Está bien, te avisaré cuando esté listo el almuerzo — el hombre asintió y se dirigió a su habitación.

Ensimismada en sus pensamientos, ni siquiera escuchó que alguien entraba a la casa.

— ¿Dónde está tu uniforme? — dio un salto asustada y se giró, viendo ahí a un chico de cabello rubio apoyado en el marco de la puerta y los brazos cruzados.

— Dios, puedes avisar que estás ahí, me asustaste — la chica se tomó el pecho.

— ¿Estás sorda? — preguntó — te pregunté algo.

— Escuché — habló la chica seria — guardé esos uniformes porque yo no soy una enfermera, y no es muy cómodo andar con un vestido ajustado mientras haces cosas de la casa — se cruzó de brazos — además, a Jimin no le gustan las chicas enfermeras.

— Me dijeron que eras enfermera, ¿y quién te crees para hablarle tan formal a mi tío?

Con que este es el famoso Yoongi.

— Soy psicóloga, no enfermera, y él me autorizó a decirle así.

— Llevas solo tres días aquí y ya crees que lo conoces — se acercó — yo buscaba a alguien profesional, no a una loquera — al escuchar aquel apodo, la chica enrojeció de la ira y se acercó aún más.

— Estoy aquí por trabajo, no para aceptar críticas e humillaciones de un niño que ni siquiera conoce a su propio tío — Yoongi tomó la muñeca de la chica y la apretó.

— No permito que me hables así — ambos se miraron con desprecio — te quiero fuera para la tarde, ya no quiero que una loquera esté cerca de mi tío o de mí.

— ¿Por qué la despides? — Jimin apareció del pasillo — Javi no ha hecho nada malo y apenas lleva tres días, dale una oportunidad.

— No quiere obedecer una regla — contestó.

— Si es por lo del uniforme, déjalo Min, es una tontería — habló el hombre — además, no me gustan las enfermeras, son malas, Javi no lo es.

La chica le sonrió en forma de burla al rubio, y este apretó un poco más su muñeca claramente molesto.

— Ahora, Javi, debo mostrarte algo y Yoon, vete, no necesito que vengas a compadecerte de mí.

Yoongi gruñó y atrajo a la chica hacia él.

— Prepárate para renunciar, loquera — le susurró y la soltó para salir. Javi lo siguió con la mirada hasta verlo desaparecer.

— ¿Qué le pasa? — habló extrañada — qué tipo más extraño.

Dejó sus cosas para ir a la habitación del hombre; al entrar nuevamente, le causó un estado de shock. Era la habitación más bonita y blanca que había visto en su vida.

— Aquí estoy Jimin, ¿Qué querías mostrarme? — la chica entró con cautela y observó todo con detenimiento. Todas las cosas estaban en completo orden; al lado de la cama del hombre, había un pizarrón con algunas fotografías.

— Cada mañana lo miro para recordar — señaló el pizarrón — no quiero olvidarme de algunas personas.

— No lo harás Jimin.

— Javi — la cortó el hombre — ya no soy joven, mi mente se deteriora rápido — suspiró — no puedo recordar cosas simples como el nombre de mi madre o mi padre — las lágrimas recorrían sus mejillas, haciendo que la chica sintiera un nudo en su garganta — tengo miedo de olvidarlo.

Sin pensarlo, se acercó al hombre y lo abrazó como si de su padre se tratara; este lo recibió sin problema.

— Me recuerdas mucho a mi abuelo — habló la chica intentando calmarlo — él no padecía Alzheimer, pero debido a distintos conflictos en mi país y también siendo militar, terminó perdiendo la cabeza. Mi abuela jura que era un hombre muy bueno, pero debido a que no lo vi en su estado normal, siempre parecía estar enfadado. Aunque también muchas veces lo vi llorando y odié verlo así. Quería ayudarlo, pero no me dejaban acercarme a él.

— Por eso eres psicóloga — dedujo el hombre tomando de forma paternal la mano de la chica.

— Sí, a él no lo pude ayudar, y me arrepiento tanto de eso, porque no pude abrazarlo antes de morir — esta vez ella soltó una lágrima — quiero poder ayudar a la gente, salvarlas de alguna manera — tomó la cara del hombre limpiando sus lágrimas — no te des por vencido Jimin, sé que podremos revivir todo lo que creías perdido, y yo te ayudaré.

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LAZOS DEL PASADO | Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora