Muchos de los que me conocieron pensaban que, al yo ser de una familia acomodada, no debería tener problemas.
"El hijo de los Park debería ser el más feliz; con esa herencia, nadie debería ser infeliz."
Las personas hablan y hablan sin saber cómo es la vida de otras y piensan que, por tener un poco de dinero, son el ser más feliz del mundo.
El dinero compra la felicidad. No sabes los años que pasé escuchando esa frase en mi vida. Sí, el dinero compra ropa, accesorios, televisión, etcétera. Te hace la vida más fácil, pero no compra la felicidad. Porque de ser así, no habría tenido que soportar las humillaciones y castigos que no merecía de mis padres.
No soy rencoroso, pero lo que pasé gracias a ellos lo llevaré en mi memoria. Incluso cuando lo olvide, me dolerá.
Mis padres, los destacados señores Park, empresarios reconocidos de industrias Seom.
"La vida familiar para los empresarios es un sueño."
Las portadas de las revistas con la imagen familiar perfecta, pero mi padre siempre fue alguien despreciable, al igual que mi madre.
Mi madre, la señora Park, nunca quiso un hijo, sino que quería una hija. Cuando se enteró de que era un hombre el que iba a dar a luz, gritó y pataleó porque se negaba a tenerme. Mi nana me dijo que incluso pensó en abortarme, pero mi abuela se lo impidió. Ella quería una niña para que sea la imagen de las empresas Seom, ya que decía que una imagen femenina vendía más.
Cuando nací, no quiso hacerse cargo de mí y hacía lo posible para deshacerse de mí. Llegó al punto de regalarme a otra familia, pero obviamente, gracias a mi abuela, nunca cumplía con su cometido. Fue entonces, cuando cumplí los ocho años, que mi madre escuchó un comentario de parte de su mejor amiga que cambiaría la forma tan despectiva en la que me veía.
— ¡Dios! Qué niño más lindo. Tiene unos rasgos femeninos tan maravillosos que podría creer que es un príncipe griego.
Después de que la señora terminó de decir eso, a mi madre se le iluminó la cara, y podría jurar que un foco se le prendió encima de la cabeza.
Desde ese momento, mi madre empezó a tratarme menos despectiva y más estricta. Tenía prohibidas muchas cosas, me quitó muchas cosas.
— No puedes nadar en la piscina, te puedes quemar. — La quitó e instaló un pequeño gimnasio y al lado una escuela, solo para que no pudiera salir de la casa.
— Tienes prohibido salir a jugar y olvídate de tus amiguitos. Desde ahora no saldrás de casa. — En ese tiempo tenía dos amigos; eran los chicos más amables del mundo, y gracias a ella tuve que cortar mi amistad.
— Tienes prohibido comer. Solo podrás comer lo que yo te diga. Nada de chocolates, bebidas, pasteles. — Mis comidas eran solo una vez al día; sobrevivía a base de lechuga, arroz y agua. No comía nada más que eso, y debido a eso terminaba hospitalizado por desnutrición.
Cuando desobedecía aquellas reglas, ella se encargaba de "enderezarme". No solo me golpeaba por desobedecer, también lo hacía porque me salía un grano o porque no salía bien en una fotografía. A mis quince años, no podían faltar los productos de maquillaje para cubrir las heridas de mi cuerpo. Jamás me golpeaba en la cara, y el hecho de no poder hacerlo era una buena excusa para que los golpes de mi cuerpo fueran aún más fuertes.
En cuanto a mi padre, su conflicto siempre fue que yo no era lo suficientemente masculino para ser un hombre y para llevar el apellido Park. Gracias a mi madre, él me odió toda mi vida, y al igual que ella, me golpeaba porque sí. El día en que pararon un poco fue cuando estuve en coma por su culpa. Aún así, para no arruinar su imagen, mandaron a un hombre, fingiendo un secuestro perfecto. El hombre me golpeó la cara y fingió tirarme en la casa cuando ellos le dieron el dinero. Mi abuela me cuidó durante toda mi estadía en el hospital.
Mi abuela era la mejor de todas. Me quería mucho. Cuando estaba con ella, podía respirar. Para ella, yo era sus ojos, ya que era el único nieto. Nunca le dije todo lo que mis padres hicieron conmigo. No pude; le habría roto el corazón. Pero falleció cuando cumplí los dieciocho, y me dejó el corazón vacío, ya que era mi único pilar.
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LAZOS DEL PASADO | Kookmin
Fiksi PenggemarJavi, una joven psicóloga de veinticinco años, se muda a Corea del Sur por trabajo y se convierte en cuidadora de Park Jimin, un hombre de 60 años con Alzheimer. A pesar de la resistencia inicial de Jimin, Javi descubre su amor por rememorar su juve...