Capítulo 1: Despertar en ruinas

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Era una mañana fresca de diciembre. Me levanté un poco agotado, ya que la noche anterior me había quedado jugando videojuegos hasta tarde mientras chateaba con mi mejor amigo. Sabía que el tiempo apremiaba y que tenía que ir al trabajo, así que me apresuré a asearme y a prepararme un desayuno rápido. Pero al llegar a la cocina, me encontré con una sorpresa.

- ¡Buenos días, Mark! - me saludó mi madre con una sonrisa, mientras buscaba algo en los cajones. - Te preparé el desayuno porque sé que siempre vas justo de tiempo. - añadió

- ¡Gracias, mamá! - respondí, aliviado. - La verdad es que no esperaba esto. Ahora podré llegar al trabajo a tiempo. -

Tomé una tostada con aceite y un vaso de zumo, disfrutando de la calma de la mañana mientras desayunaba.Cuando terminé, me levanté dispuesto a salir. Justo antes de que abriera la puerta, mi madre me detuvo.

- Mark, ¿vendrás a cenar esta noche? -

- No, mamá - dije mientras me ponía la chaqueta. - Quedé con mi mejor amigo para cenar y 

dar una vuelta por el centro comercial después del trabajo. - añadí mientras me ponía la chaqueta

- Está bien, hijo. ¡Suerte en el trabajo! Te quieroo. -

- Yo también te quiero, mamá - le dije con una sonrisa, y salí de casa.

Caminando por las calles de Alicante, la ciudad brillaba con la decoración navideña. Las luces parpadeaban en los árboles y los escaparates de las tiendas mostraban adornos festivos de todos los colores. El aroma de los churros recién hechos flotaba en el aire, y el bullicio de la gente disfrutando del ambiente festivo me llenaba de una sensación cálida.

Cuando llegué al trabajo, el imponente edificio de veinte plantas me recibió como siempre. Las paredes de cristal reflejaban la luz del sol, y entré sabiendo que me esperaba otro día en la empresa de ingeniería de software.

Las horas pasaron rápido y, cuando me di cuenta, ya era de noche. Las ocho en punto. Saqué mi móvil y llamé a mi mejor amigo para coordinar nuestro encuentro en el tranvía, tal como habíamos planeado.

- ¿Qué pasa, tío? - dijo él al contestar.

- Ya he salido. Voy en camino al tranvía. Nos vemos allí en diez minutos vaa. -

- Perfecto. No te olvides de que tenemos que probar ese nuevo juego que salió ayer. -

Reímos mientras caminábamos hacia el centro comercial. Una vez allí, la atmósfera navideña estaba por todas partes. Las luces, las tiendas repletas de gente comprando regalos, y en el centro de todo, un enorme árbol de Navidad.

 Nos dirigimos a nuestro restaurante favorito, conocido por sus hamburguesas y pizzas, y pasamos un buen rato cenando y charlando sobre todo y nada.

Después de cenar, nos dirigimos a los recreativos. Las risas no faltaron mientras jugábamos a los bolos, los coches de choque, y al futbolín. Era una noche perfecta.Pero al salir de los recreativos, todo cambió en un instante. De repente, una multitud corría hacia nosotros, gritando.

- ¡Corred si queréis salvar vuestras vidas! - nos gritó un hombre con pánico en los ojos.

Mi amigo y yo intercambiamos miradas aterrorizadas y sin pensarlo, nos unimos a la multitud. Miré hacia atrás y vi unas criaturas horribles persiguiéndonos.

 Eran enormes, de más de dos metros y medio de altura, con piel escamosa que brillaba bajo las luces del centro comercial, largas piernas que les permitían moverse a una velocidad increíble, garras afiladas que parecían hechas para desgarrar carne, y una cola espinosa que azotaban con fuerza devastadora. Sus ojos rojos, llenos de odio, eran lo más aterrador de todo; miraban con una malevolencia que helaba la sangre.

- ¡Mark, sigue corriendo! - gritó mi amigo, pero de repente, la gente empezó a dispersarse. Intenté seguirlo, pero en la confusión lo perdí de vista.

Una de las criaturas me seguía de cerca, así que me desvié y subí las escaleras hasta una tienda de ferretería, buscando desesperadamente algo con lo que defenderme. Agarré una barra de metal justo cuando la criatura entró.

- JOER, que no me deja en paz, no - murmuré, sintiendo el pánico apoderarse de mí.

Intenté esquivarla, pero la criatura era rápida. No tuve más opción que enfrentarla. Le lancé un martillo que encontré y traté de golpearla con la barra, pero la bestia bloqueó el golpe con su cola espinosa y me lanzó al otro extremo del pasillo con una fuerza brutal.

Dolorido y asustado, me levanté y seguí corriendo por los pasillos. La criatura se tambaleaba un poco, lo que me dio una pequeña ventaja. Entonces tuve una idea: encontré una trampa para osos y la cubrí con papeles y libros. Cuando la criatura me vio de nuevo, corrió hacia mí, cayendo directo en la trampa.

Aproveché la oportunidad y golpeé a la criatura con toda mi fuerza hasta que quedó inconsciente. Agarré su cuerpo y, con esfuerzo, lo arrastré hasta el borde de la planta superior. Estaba a punto de tirarlo cuando de repente despertó y, con su cola, me agarró del brazo. Caímos juntos.

Durante la caída, intenté posicionarme para amortiguar el golpe, usando el cuerpo de la criatura como escudo. Cuando impactamos contra el suelo, ella murió al instante, pero el golpe fue tan fuerte que yo también perdí el conocimiento.

Cuando desperté, todo había cambiado. Ya no estaba en el centro comercial, sino en medio de una calle destruida en Alicante. Me levanté y vi que la ciudad estaba en ruinas, con cadáveres de personas y criaturas por todas partes.

Al mirar al suelo, vi un mensaje pintado en la carretera: "Sal de aquí cuanto antes y comunícate con nosotros. G19". Estaba desconcertado. No tenía idea de quiénes eran G19 ni cómo había llegado hasta allí.

Sin tiempo para pensar demasiado, decidí dirigirme a casa. Lo único en mi mente ahora era sobrevivir.



Camino IndefinidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora