—¿Qué?— el pequeño Argentina no comprende, su padre ¿Un pecador?¿Qué significaba eso? No comprendía nada en su pequeña mente de un niño de ocho años.
—Tu padre es un pecador horrible, Argie.— su madre volvió a repetirle.—Y espero que no seas como él. Su madre era una humana, una mujer joven que fue obligada a tener hijos con Dictadura. Argentina a veces sentía que su madre no lo apreciaba, que ni siquiera se sentía amado por ella, pero era su madre, y no podía cambiarlo. Juliana era una bella mujer rubia. De allí sacó sus rizos dorados y su bella sonrisa.
—¿Por qué?
—Porque...
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—¡AGH!— Se quejó del dolor. Sus piernas estaban adormecidas. Las patadas del FBI habían hecho que todo su cuerpo se adormeciera del dolor. El hombre era mucho más fuerte y grande que él, por lo que pelear era patético. Argentina igualmente trató de hacerlo en su desesperación, pero todo le dio vueltas; ahora está tirado en el suelo, la silla había golpeado contra su espalda y ahora estaba tirada en un rincón de la sala. El FBI estaba arriba de él, pisoteandolo como un insecto.
—¿No va a decir nada, Argentina?— preguntó ONU con una sonrisa, disfrutando de lo que veía. Estaba conforme, el vídeo iba de maravilla y podía ver las lágrimas brotar de la bandera color cielo. Estaba completamente satisfecho. Estaba tan en su clímax que no pudo evitar meter su mano entre sus pantalones. Se puso atrás de la computadora para que no lo viera la cámara y aguante sus gimoteos mientras tocaba su pene.
El FBI seguía golpeando brutalmente al argentino, en especial en sus partes íntimas. Le dio un puñetazo en su entrepierna luego de romper su nariz.
Argentina estaba abrumado, llorando y se acurrucaba en busca de protección, pero todo era en vano, su cuerpo seguía siendo atacado.
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—Argie, sos muy pequeño para entender pero... tu padre estaba con Nazi.
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—¡MIERDA! ¡BASTA!— Lágrimas no paraban de brotar como cataratas de sus ojos. Se sentía frágil, débil como un espejo roto.
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